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El medallero de Macri

El combo económico financiero, medalla de oro. Los cortesanos digitados, la plata. Las regulaciones peligrosas de la protesta social, el plomo. Ganadores y perdedores por goleada de la devaluación y el nuevo esquema de retenciones. La redistribución de la riqueza, un nuevo paradigma. Desafío para los sindicalistas. Y otros hechos que suceden.

 Por Mario Wainfeld

Los sucedidos, las designaciones, los debates se acumulan día tras día. Organizarlos es el propósito de este repaso semanal. Acudamos al símil del podio olímpico: sin renegar de otros hechos jerarquicemos las tres medidas más importantes de esta semana.

La medalla de oro (la imagen es pertinente) se la lleva el combo devaluación-quita o rebajas en retenciones- “liberación” de la venta de divisas, supresión de subsidios y varios etcéteras.

Las designaciones a dedo en la Corte van por la plata.

El bronce premia a los anuncios combinados de “emergencia de Seguridad” y de protocolo para reglamentar la protesta en espacios públicas. Vamos por orden jerárquico.

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La alegría no tiene fin: El ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay, anunció “con alegría” el levantamiento del “cepo”. Los gestos son como las señas de truco, se dirigen solo al socio. Las palabras a veces distorsionan los hechos: no era un revival de la gran decisión de la Asamblea del año XIII contra la tortura sino un conjunto de acciones económico-financieras.

El núcleo es una devaluación cuyo alcance no terminó de definirse, entre otros motivos, por las dificultades operativas que trabaron operaciones en los días iniciales. De momento, ronda el cuarenta por ciento.

Las consecuencias de la devaluación son conocidas por los argentinos de a pie con experiencia. Prat-Gay explicó algunas sin perder jamás la sonrisa. Respecto de otras igual de evidentes pero más complicantes prometió movidas futuras que amortiguarían su impacto.

Diferenciemos lo real que ya opera respecto de lo virtual e hipotético.

La devaluación genera ganadores y perdedores desde el vamos. Los grandes beneficiarios son los productores-exportadores “del campo” que con la merma o supresión de las retenciones son considerablemente más ricos que horas antes. Ganan por todos lados.

Los inversores foráneos y el sector financiero se suman a la fiesta de algunos.

Los primeros perjudicados son los trabajadores cuyos salarios bajaron mejorando la competitividad espuria de la economía doméstica.

También los dañará la inflación que ya trepó en noviembre y diciembre. Todo indica que la escalada acompañará el verano y limará el poder adquisitivo de la mayoría de los argentinos.

Seamos avaros con las profecías sin renegar de la experiencia adquirida. En general, en el cosmos pre macrista, tales devaluaciones desencadenaron merma de la demanda interna, recesión, pérdidas de puesto de trabajo. Las secuelas se corroboran en meses o años, no en los días de “luna de miel”. Habrá que ver, ojalá que no ocurra pero con rezar no alcanza. Una broma-fábula circula por ahí: San Cayetano anunció “no me pidan milagros en los próximos cuatro años. Es imposible”.

Otros perdedores son las industrias locales ligadas al mercado interno, que quedan expuestas a aluviones de productos foráneos que estas pampas conocen y a la suba de insumos importados.

Lo que contamos ya pasó. Es un dato. Prat Gay apuntó que se trabajará para frenar o retrotraer la suba de precios, en particular de lo que comen los argentinos. Habría un Acuerdo Social en ciernes y no se admitirán excesos de los formadores de precios. No se conocen las herramientas de las que se valdrá un gobierno de derecha, visceralmente anti regulador. La única certeza es que “no somos Moreno”. La chicana alcanza para entusiasmar a las plateas de doctrina y resaltar antinomia con el kirchnerismo, un argumento que “garpa” en el Agora. Pero en boca de un funcionario de primer nivel se parece peligrosamente a la nada. Por ahora, “Alfonso” le habla al corazón de quienes acaban de llenar su billetera.

Las notas de los periodistas de la sección Economía de este diario abordan con rigor y minucia el tema y la nota de tapa de hoy identifica señas particulares de los que más prosperaron. Se aconsejan para mejorar la limitación técnica del cronista político.

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Simplemente sucede: El economista Roberto Dvoskin de la renombrada Universidad de San Andrés, inocente de cualquier atisbo populista o sentimental, explicó a Clarín que. “Toda devaluación implica una transferencia de recursos de un sector a otro. Esto no es ni bueno ni malo, es simplemente algo que sucede”. Es encantador lo de “sucede”. Sigamos escuchando al experto: “Hay un sector, el de los exportadores, que vende en dólares y los asalariados, que cobran en pesos”. Amén.

Con la quita de retenciones para las exportaciones industriales y muchas agropecuarias las patronales del campo pegan un salto cualitativo. El oficialismo declama que ese crecimiento fomentará la actividad, ayudará a crear puestos de trabajo y servirá para llegar a la “pobreza cero”. La correlación no es automática ni visible y se supone que el gobierno hará algo para catalizarla. Habrá que ver. Y esperar, que no es menudo detalle.

Para el complejo sojero es maná, beneficio que llueve del cielo. Se supone que las economías regionales, que necesitan medidas reactivadoras desde hace años, también participarán de la alegría. Es menos nítido que, simplemente, suceda. Comentan Claudio Scaletta, colega de este diario, y el economista Fernando Porta, que es muy peliagudo que crezcan exponencialmente las exportaciones de productos casi siempre primarios de provincias. Con palabras propias: la ecuación de los importadores potenciales es central.

Un mundo en crisis, empezando –para la Argentina– por Brasil no es “comprador” por definición. La disminución del precio en divisas no les basta para comprar más peras, aceitunas, manzanas, vinos, pollos y demás. El punto es que del otro lado del mostrador tienen contados euros, dólares o reales para importar. Dos puntas tiene el camino, caramba.

Prat Gay evitó las alusiones publicitarias al desarrollismo que frecuenta el presidente Mauricio Macri pero indicó un porvenir de crecimiento por todos lados. A despecho de los rótulos no da la impresión que una trepada exponencial del precio de los porotos de soja poco o nada elaborados funcione como aliciente para “agregar valor”. Volvamos a los slogans oficiales: si siendo el “granero del mundo” se la llevan con pala no hay grandes incentivos para proponerse ser “el supermercado del mundo”. Ni para que formalicen a los peones. Jamás lo hicieron en anteriores épocas de vacas o sojas gordas. ¿Para qué arriesgar si así la pasan bomba?

La narrativa es la clásica del liberalismo económico extremo. La copa desbordará, la torta crecerá, todo os será dado por añadidura. Eso sí: en el futuro, que el gobierno augura inminente y que cuesta otear en el horizonte fugitivo.

La historia económica nacional da para todo, pero no sobran ejemplos de devaluación y baja de retenciones agropecuarias simultáneas. Las razones son evidentes, aluden a las tensiones de intereses entre “el campo” y “la industria”. Tamaño sesgo hacia un sector orilla con el record histórico, lo que se calibrará con precisión con más tiempo de maduración.

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¿Unidad en la acción? ¿Qué porcentaje del combo pro campo se trasladará a los precios? Esa es la cuestión. El abogado patronalista y dirigente empresario Daniel Funes de Rioja (Copal) tranquiliza, a su manera y con su cosmovisión: no todo. Menos mal... Dios es argentino, no hay con qué darle.

La dirigencia sindical reaccionó con encuentros entre representantes de las cinco centrales obreras que son demasiadas, como ya se vio en los años precedentes. Hay reclamos de bonos de fin año, que algunas patronales pagarán y otras no.

Con tantas centrales de muy distintas composición y pelaje es lógico que los discursos sean diferentes. En un trazo general que reconoce excepciones y matices, las cúpulas cegetistas se achancharon en la propicia etapa kirchnerista. Las paritarias anuales, el crecimiento de casi todo el período los hizo descansar en las tratativas por aumentos de salarios, subvalorando beneficios más elaborados o no dinerarios.

Muchos secretarios generales se avejentaron literalmente o padecen las consecuencias del sedentarismo prolongado. Son lentos, poco adiestrados para la disputa con un gobierno ideológicamente adverso, aunque se verbalice otra cosa. El crecimiento de la izquierda en comisiones de base para arriba sucedió como lógico corolario del aburguesamiento.

Los compañeros líderes están sometidos a la disyuntiva: aggiornarse, luchar así sea un poquito. Quieras que no, las relaciones sindicales son pragmáticas y resultadistas. Los trabajadores no comen lomo pero tampoco vidrio porque su víscera más sensible es el bolsillo.

Las convenciones colectivas tienen su almanaque estacional. Hay pocas en el verano, las paritarias nacionales y provinciales docentes son centrales porque hay que cerrarlas sí o sí antes del comienzo de las clases. Una prueba de fuego, en medio del calor estival.

Las negociaciones del sector privado germinan más en otoño o en invierno. Los bancarios primerean y exploran un rebusque que puede hacer escuela: un aumento a cuenta con diferimiento de las negociaciones, un tentempié para desensillar hasta que aclare.

La pereza del núcleo sólido de las dos CGT y su desaprensión respecto de los trabajadores menos favorecidos se tradujo en la casi solitaria reivindicación: la supresión del “impuesto al trabajo”, mal nombre del pago de impuesto a las ganancias. Macri prometió abolirlo en campaña: sería excesivo. Lo (in)cumplió acotadamente mientras honró en horas todo lo concerniente a las patronales. No se descontará el gravamen a quienes ganen 30000 pesos brutos o menos. El recorte-parche que aplicó el kirchnerismo en 2014 fue más generoso, aunque similarmente imperfecto. El decreto de necesidad y urgencia macrista que haga ley la promesa no está ni en borrador.

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Paréntesis estadístico: Nada excusa el desquicio que produjo el gobierno saliente en el Indec. Repararlo era una misión necesaria para cualquier sucesor. El nuevo titular del organismo, el ex viceministro de Economía y consultor Jorge Todesca, prometió restaurar su credibilidad. Son palabras estimulantes y válidas.

Sorprende que su primera jugada tangible fuera suprimir la emisión de cualquier índice de Precios al consumidor por cuatro meses. El apagón informativo coincidirá, acaso, con el cuatrimestre más elevado desde 2003. Como poco, con un lapso con una suba espectacular.

Hay un tono de oportunidad afligente justo cuando se vienen las paritarias y los reclamos sociales.

¿Seguirá la ex oposición construyendo el “índice del Congreso” con el que batió el parche en la década superada?

¿Clamará para que se apele al índice del changuito de supermercado Hugo Moyano, Secretario de la CGT que ya no es opositora, cuyo rostro recuerda a un homónimo que supo ser combativo en el pasado?

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De la bicisenda a la City: Oíd el ruido de rotas cadenas: los dólares podrán entrar y salir a gusto de los grandes capitales. Pobres hubo siempre, bicicletas financieras también. La vastedad de medidas que las propician es gigantesca, aún cotejada con vivencias desoladoras cercanas en la memoria.

La medalla de plata es para los cortesanos designados a dedo. El tema se aborda en nota aparte.

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Un bronce que no sonríe: La emergencia en Seguridad, algo que formaba parte del “programa común” de los tres presidenciables más votados llegó también en combo. Se discurre sobre un protocolo entre el ministerio respectivo, a cargo de Patricia Bullrich y representantes del Poder Judicial. Compatibilizar el derecho a la protesta con el de circular es, de nuevo, un buen objetivo trabajoso para concretar.

Acecha el fantasma de la represión brutal, proclividad subsistente de las fuerzas uniformadas. Gerardo Milman, ex diputado que integra el equipo de Pato Bullrich, añadió grotesco al miedo. Sugiere que las movilizaciones se realicen en escenarios ajenos a las calles o rutas pero aptos para mediatizarlas. Quizá piense en los espacios verdes que fatiga el oficialismo para hacer sus anuncios. No es lo mismo.

La cuestión es intrincada porque la lesividad (es decir cierta capacidad de afectar intereses de terceros) es parte necesaria de ciertas reivindicaciones. En los años recientes hubo abusos de lesividad cometidos por los más diversos actores sociales, desde patronales a obreros, pasando por organizaciones de la sociedad civil. De ahí a mudarla a espacios verdes o no-lugares media un abismo.

Hasta acá la búsqueda es lógica y acaso necesaria. Preocupa su traducción concreta en manos de un gobierno que acaba de alterar la distribución del ingreso y la riqueza de un modo brutal. Cuando Bullrich redujo salarios y jubilaciones impiadosa e inconstitucionalmente alegó: “Es una medida muy dura pero necesaria”. Ojalá que no repita tamaña máxima justificando los abusos de poder en otra área.

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Color verde esperanza: Crónica TV cambió su placa roja por una verde. Y anunció en el momento preciso que ya todos los argentinos podrán comprar dos millones de dólares. Chapeau a la comunicación audiovisual. Acaso involuntariamente remite a la idea de “igualdad de oportunidades” propia de las derechas modernas, como el macrismo. En ese credo laico todos tienen los mismos derechos: algunos podrán mientras otros no. La justicia social es una consigna rebuscada, populista. La lucha contra la desigualdad (siempre inacabada, en cualquier ejemplo real) ni es mentada.

Una semana es poco para dar cualquier debate por terminado aunque las medidas económico-financieras dejan poco margen para cavilar. Ningún gobierno democrático es netamente blanco o negro, en buena medida porque ninguno termina de hacer lo que quiere, valioso o nocivo.

La designación de Alberto Manguel a cargo de la Biblioteca Nacional es un hecho auspicioso.

Agridulce el sabor del derrocamiento antes de asumir de Carlos Manfroni, herido por su curriculum informado en Página/12 y una carta brillante y noble de Charly García. El retroceso es mejor que una virtual confirmación pero subsiste una pregunta inquietante: ¿con qué afán se sumaba al área de Seguridad a un nazi, homofóbico, discriminador y perverso?

Todas estas historias continuarán. La referida al oro y al bronce ya cambió correlaciones de fuerzas y distribución del ingreso.

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Imagen: Leandro Teysseire
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