EL PAíS › REPORTAJE A OMAR PLAINI, NEGOCIADOR DE LA UNIFICACIóN SINDICAL

“La elección la perdió el FpV por sus errores”

El dirigente del gremio de los canillitas dijo a Página/12 que “los grandes empresarios gozan de un veranito importante” y dio por segura la unificación en una sola CGT. Definiciones sobre Cristina y Moyano. La autocrítica peronista.

 Por Martín Granovsky

Diputado nacional, militante peronista y dirigente gremial, Omar Plaini fue uno de los negociadores de una ronda que terminó con éxito el último jueves, cuando los líderes sindicales agrupados hoy junto a Antonio Caló, Luis Barrionuevo y Hugo Moyano acordaron un cronograma unificador de aquí a octubre.

–La unificación de la CGT está más cerca, sin duda –dijo Plaini a este diario–. Después de la última reunión vamos a seguir trabajando fuerte los 15 designados para lograr el objetivo. Ya llegamos al acuerdo de hacer un congreso unificador en agosto para ponerle fecha al Comité Central Confederal que concretaría la unidad definitiva en octubre. Por supuesto en la último reunión discutimos la realidad actual.

–¿Cuál es la principal preocupación?

–Estamos viviendo un proceso de inflación desbocada. Hay pérdida de puestos de trabajo. Los despidos nos alarman a todos.

–¿Y Ganancias?

–También es un motivo de preocupación. Pero sin negar el problema, ni mucho menos, se trata de un tema que afecta a menos de 1.200.000 trabajadores. Hay ocho millones de trabajadores conveniados que ni siquiera acceden a la problemática. En cambio todos sienten que de noviembre para acá se dispararon los precios y comenzaron los despidos. Antonio Caló viene diciendo que a él le preocupan los despidos en el sector metalmecánico, que conoce perfectamente como dirigente de la Unión Obrera Metalúrgica. En la construcción Gerardo Martínez ya dijo que hay 40 mil trabajadores en dificultades. En el sector público siguen los despidos. Nadie puede negar que la inflación, aunque en proceso de atenuación en el 2015, venía de antes. Pero los despidos son de este gobierno. Y también sabemos que cuando el sector público despide el privado aprovecha.

–¿Cómo enfocan los dirigentes el miedo perceptible entre los trabajadores a perder el empleo?

–A nivel dirigencial estamos convencidos de que no debemos aceptar ni un solo despido. Pero tampoco estamos dispuestos a negociar paritarias a la baja a cambio de que no haya despidos. La convicción es fuerte y todos compartimos el mismo criterio. No podemos tolerar la extorsión o el canje hacia abajo. Tenemos mucha experiencia y sabemos que eso no lo podemos aceptar porque después la baja no tiene fin. Sabemos que abajo hay preocupación y que la intranquilidad es manifiesta cuando proliferan los casos de despido. Uno escucha y registra aunque no haya números.

–¿Por qué no hay números?

–En el gobierno anterior el actual director del Indec, Jorge Todesca, inventó el Indice Congreso, con datos de varias consultoras, incluida la suya. Ahora en el Indec tiene 100 personas a disposición y nos dice que recién en ocho meses estarán listos los índices. Cuando discutimos desempleo, funcionarios del Ejecutivo nos acusan de dar cifras que no son reales. Perfecto. Entonces, las reales, ¿cuáles son? No nos queda otra que ir averiguando cuántos despidos hay preguntando organización por organización y central por central. Son miles los que ya no pueden llevar ni un plato de comida a su casa.

–¿El proceso de unificación es un camino seguro?

–En mi opinión personal, que surge de la experiencia como dirigente sindical y militante peronista, cuando el peronismo es gobierno tenemos dificultades para lograr la cohesión sindical. Con un gobierno de otro sesgo se facilita la cuestión.

–¿Por qué es más difícil la cohesión con gobierno peronista?

–Porque muchos funcionarios suelen tener la vocación de intervenir en la vida sindical. Así se hace más difícil expresar el grado de autonomía que debe tener la CGT respecto del gobierno. Si se nos mete adentro la política partidaria tenemos dificultades. No pasó por primera vez en los últimos años. Y amerita un debate.

–El debate todavía es más sordo que abierto.

–El movimiento nacional justicialista se lo debe. Cuando somos gobierno se ponen los problemas debajo de la alfombra y se conduce por rayos. Desde arriba. Con la derrota aparecen las miserias humanas. Es el efecto. La causa es el cierre del debate. De John William Cooke para acá, pasando por los tiempos de Jorge Daniel Paladino o Antonio Cafiero, y menciono dirigentes tan distintos para que cualquiera tome al referente que le guste más, el movimiento justicialista solo se enriqueció cuando pudo discutir. Discutamos cómo debe ser el justicialismo en el siglo XXI, ante fenómenos como una concentración económica nunca vista antes. Yo no tengo dudas sobre la esencia del peronismo.

–¿Cuál es?

–El peronismo es una estrategia de poder de la clase trabajadora. En su última etapa el anterior gobierno, al que en general acompañamos mucho tiempo, creyó en la reconstrucción de la burguesía nacional más que en la clase trabajadora.

–¿En qué etapa exactamente?

–Sobre todo en el segundo mandato de Cristina. O quizás desde antes. El 29 de abril de 2011 la CGT organizó un acto con 600 mil personas en la avenida 9 de Julio. Nunca más hubo un acto así de apoyo al gobierno.

–¿El que tenía en el escenario las imágenes de Juan Perón, Eva Perón y Néstor Kirchner?

–Sí. La Presidenta no fue. Los desencuentros ya habían empezado. A mi juicio tenía que ver con la forma en que el Ejecutivo percibía las alianzas y cómo se apoyaba, por ejemplo, más en la UIA que en el movimiento obrero.

–¿En qué se basa para decirlo?

–Recuerdo el elogio de la ex presidenta al Vasco (Juan José) de Mendiguren mientras preguntaba en sorna por la ausencia de Hugo (Moyano), cuando el hijo de Hugo había fallecido una semana antes. Si además el gobierno no te recibe y estás en el secretariado de la CGT te empezás a preocupar. Si estás más abajo te preocupás más. Yo no sé qué pasó en la intimidad de los dirigentes más altos y de los funcionarios de mayor rango, pero sé cómo se manifestaban las diferencias. Tratamos de conformar un consejo económico y social con el sector industrial y el del gobierno porque ya veíamos cómo se agravaba la situación en el mundo. Acá se consolidaban cada vez más las cinco o seis exportadoras de cereales. La inflación iba creciendo. Las asimetrías eran grandes y no se achicaba el 35 por ciento de informalidad. Primero nos calificaron de irresponsables Después de desestabilizadores. Pero veníamos construyendo. En 2009 nació la Corriente Nacional del Sindicalismo Peronista y por primera vez la Juventud Sindical acompañó a los organismos de derechos humanos en Plaza de Mayo. Hicimos una marcha de antorchas en 2010 con el Evita, por Néstor, y un Luna Park. Todos tuvimos responsabilidades, pero nosotros no éramos gobierno. Nosotros no dijimos: “Si no les gusta, armen un partido”. A mayor jerarquía, mayor responsabilidad. Mi criterio es ése. Traigo la historia para analizar críticamente las causas.

–“Autocrítica” suena a palabra mágica. ¿Alcanzaría, supongamos, con que la ex presidenta hiciera una autocrítica? ¿El pedido de autocrítica no encubre a veces la falta de un análisis riguroso?

–La autocrítica la tendríamos que hacer todos en un congreso justicialista de por lo menos dos días. Discutamos qué pasó y qué vamos a hacer con un mundo donde 147 empresas manejan la producción, los bienes y los servicios, el 80 por ciento con accionistas norteamericanos. El capitalismo está en una fase salvaje. Habría que discutir el rol de la justicia social, la soberanía política y la independencia económica en esa fase. El debate no es secreto pero hagámoslo en un congreso, entre nosotros. Algunos se referenciarán en José Ignacio Rucci o Saúl Ubaldini. Otros hablaremos de Jorge Di Pasquale. O de Cooke. O de (Angel Federico) Robledo, no sé. No importa, juntémonos. Pensemos en la organización de los cuadros. Dejemos de guiarnos solo por los rayos, o solo por la gestión. No se puede cerrar el partido y abrirlo solo para actos eleccionarios. Por eso los sindicatos tienen ventaja. Funcionan todos los días. En Canillitas los miércoles tenemos reunión de comisión directiva ampliada con los delegados. El debate se enriquece.

–¿Qué va a votar en Diputados sobre el acuerdo con los buitres?

–Para el martes el Ejecutivo tiene que tener claro un panorama sobre qué ocurrirá con el 93 por ciento que había llegado a un acuerdo por la deuda en el 2005 y en el 2010. ¿Qué van a hacer ahora si la Argentina les paga más a los holdouts que a ellos? Que el Gobierno lo explique. Sabemos que los Estados Unidos son un país litigante. La Justicia es un lugar dinámico. No escuché a nadie que diga que el riesgo no existe. No creo que en estas condiciones hoy yo le vaya a dar mi apoyo al Gobierno. Por eso en la última reunión sindical creamos el observatorio de leyes. Y me preocupa también el endeudamiento futuro. Parecería que el gobierno tiene un solo plan: tomar nueva deuda. Pero ya en la gestión anterior existían créditos pactados con China, acuerdos con el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Mundial, o con la Corporación Andina de Fomento. ¿Esa no es una alternativa?

–¿Qué clima detectan los dirigentes sindicales entre los empresarios?

–Los grandes están contentos. Sus CEOs están en el gobierno. Hay transferencia de ingresos hacia los sectores concentrados. Por el futuro se preocupan los empresarios pequeños y medianos. Los grandes empresarios gozan de un veranito importante. Es una pena, porque en las elecciones no ganó Cambiemos: perdió el Frente para la Victoria por sus propios errores.

–¿Por ejemplo?

–Llevó a un candidato no querido por una parte del propio gobierno, sobre todo en su ala más dura. Lo apoyaron recién para la segunda vuelta pero ya era tarde. No hubo interna nacional y en cambio sí una interna provincial que nos debilitó. Además, una furibunda campaña de los grupos monopólicos de la comunicación contra el candidato nuestro. Y hasta hoy Aníbal Fernández no está imputado de nada. En la segunda vuelta Daniel Scioli puso todo, pero no alcanzaba. Si la gente vio que lo esmerilaban, también sacó la conclusión de que no habría garantías si él resultaba electo presidente.

–Dirigentes macristas y peronistas (cito el caso de Jorge Yoma) sostienen que Scioli hubiera hecho la misma política que Macri, y mencionan el apoyo del ex presidente del Banco Central Mario Blejer.

–No coincido. Por su conformación Scioli cree en el Estado como ordenador. Eso más allá de su propia gestión en la provincia de Buenos Aires, que unos pueden considerar mala, otros buena y otros regular. El actual gobierno hace al revés: mira la realidad desde el libre mercado. Además, el ministro de Economía de Scioli no estaba puesto, y lo más probable es que el puesto lo terminara teniendo Silvina Batakis, no Blejer.

–¿Habló con Diego Bossio en los últimos días?

–Me lo crucé en la cámara.

–¿Tiene opinión formada de los mensajes por WhatsApp con Nicolás Massot?

–No quiero personalizar. La corrupción cruza horizontal y verticalmente a la sociedad. El sistema capitalista corrompe y alguien a veces se deja corromper. Con una Justicia que, por otra parte, cae en grandes falencias. En términos políticos prefiero insistir en las causas y los efectos. La causa es que se cerró el debate. El efecto es que en la derrota aparecen las miserias humanas.

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Imagen: Télam
 
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