EL PAíS › EL NUEVO MAPA POLITICO FORTALECE AL GOBIERNO Y CAMBIA LOS EJES DE LA OPOSICION

Kirchner tuvo la segunda vuelta

Kirchner logró el aval que buscaba. En el camino quedaron Menem y Barrionuevo, y el destino del duhaldismo no parece fácil. El triunfo de Binner abre una nueva dinámica en el centroizquierda, al igual que el de Macri para el centroderecha. Carrió y López Murphy quedaron en situación discutida.

 Por Mario Wainfeld

Néstor Kirchner consiguió lo que buscó con ahínco desde que llegó al gobierno. Transformó la legitimidad de ejercicio en aprobación electoral. Aumentó de modo notable los votos que obtuvo en la primera vuelta de 2003. Su candidata emblema obtuvo una diferencia muy amplia en la provincia de Buenos Aires. Dos adversarios de gran peso simbólico (Carlos Menem en La Rioja, Luis Barrionuevo en Catamarca) mordieron el polvo. La coalición presidencial –cuyos límites son imprecisos– es la única fuerza nacional con peso en todos los distritos. Sus adversarios mejor posicionados, los que primaron ayer (Mauricio Macri, Hermes Binner y Jorge Sobisch) son fuertes solamente en un territorio. Ningún partido opositor trasciende el 10 por ciento del total de votantes nacionales. El duhaldismo está en riesgo de consunción y cooptación. Kirchner, revalidado, puede empezar una segunda etapa de su gestión dominando el escenario político. Eso no le alcanzará para armar quórum propio en la Cámara de Diputados, pero su preeminencia en el favor ciudadano dificultará que los opositores se le pongan muy obstructivos. Las derrotas en dos distritos grandes (Capital y Santa Fe) son un llamado de atención, mitigado porque ocurren a manos de fuerzas muy diferentes. De cualquier modo, de cara a un electorado progresista que Kirchner ansía fervorosamente, esas caídas y las que ocurrieron por amplio margen en Rosario y Capital son advertencias para considerar. Si eligiera la introspección (algo que los oficialismos no suelen hacen cuando triunfan) el Gobierno debería hacerlo hoy. La noche del domingo fue para festejar. El Presidente, que puso el cuerpo en pos de un pronunciamiento electoral, goza de un consenso vasto sus adversarios están diseminados y la senadora Cristina Fernández de Kirchner, es una presidenciable.
Tras una jornada de calma y (por lo que surge de los números que se disponen al cierre de esta nota, todos provisorios) de alta participación ciudadana Kirchner sale fortalecido. Cristina ganó la madre de todas las batallas, con una brecha de cerca de 25 puntos y con un activo que orilla el 45 por ciento. Esas cifras, tanto como el acumulado que obtuvieron las surtidas representaciones del kirchnerismo a nivel nacional, hablan de un voto pluriclasista, observación que deberá enriquecerse con la una lectura más minuciosa de los sufragios obtenidos.
- Para Duhalde que lo mira por tevé: La más fuerte apuesta de Kirchner fue la ruptura en Buenos Aires, que incluía la avanzada contra el duhaldismo y la instalación de Cristina Fernández. El festejo de ayer a la noche en el Hotel Intercontinental reveló su entidad en el imaginario kirchnerista. La celebración fue toda para Cristina, pues el presidente no la acompañó en el estrado. Sí lo hizo el gobernador Felipe Solá cuya primera ofensiva contra el duhaldismo abrió una brecha que Kirchner explotó con fiereza.
Solá, que también tiene su batalla por la Legislatura provincial, debe estar orejeando el enmarañado tejido de los votos para la Legislatura bonaerense. Su ambición era desplazar al duhaldismo de su condición de primera minoría en las cámaras provinciales de senadores y diputados. Quizá pueda lograrlo. En todo caso, ganará gobernabilidad y tendrá el apoyo del gobierno nacional, que ya debe estar comenzando a pensar un candidato a gobernador para 2007. Aníbal Fernández, cuya relación con Solá es menos que fría, ya se ha anotado en esa lista.
Eduardo Duhalde dejó solita a su mujer para que musitara un sereno discurso de asunción de derrota. Chiche ya fue batida dos veces (por Graciela Fernández Meijide y Cristina Fernández), pero el gran vencido de ayer fue el ex presidente, a quien ningún dirigente peronista hizo un guiño durante toda la campaña. El justicialismo condena a los perdedores a la soledad o a la invisibilidad. Ese dato pesará en las decisiones de los intendentes bonaerenses que aún no se pasaron al Frente Para la Victoria. No hay que ser muy suspicaz para imaginar que unos cuantos, pensando en conservar sus gobiernos locales dentro de dos años, pugnarán por cruzar cuanto antes el Jordán.
- Dos para el (¿centro?) derecha: Mauricio Macri se impuso con amplitud en Capital y quedó sumamente cerca de los votos que alcanzó en la primera vuelta de la elección de 2003. Atesora un caudal interesante y sólido. La distancia respecto de Elisa Carrió y Rafael Bielsa fue muy holgada. Su discurso de anoche fue sereno y democrático. Se desplazó posicionalmente hacia centro demostrando, una vez más, que tiene muy buenos asesores que lo guionan y es muy obediente para seguirlos. Saludó a sus contendientes, eludió todo tópico propio de la derecha, incluida la seguridad, y se guardó muy bien de cuestionar al Presidente. Hace días que viene comentando que se volcará a una opción nacional mas en rigor tiene dos tácticas posibles por delante. La primera es ir por la Jefatura de Gobierno porteña, la segunda mocionarse como presidenciable. Su socio, Ricardo López Murphy, tuvo un traspié feroz en Buenos Aires y quizá no le sirva para esa empresa. Para prosperar en el padrón nacional es mucho más funcional sumar peronistas antikircheristas que ex radicales piantavotos.
Jorge Sobisch, que mantuvo su cómoda primacía en Neuquén contra una vasta alianza que urdió el kirchnerismo junto a radicales y frepasistas, es número puesto para ese espacio. Domina una provincia, tiene muchísimo dinero, apoyos empresarios y la necesaria cuota de ambición, vale decir mucha.
El centro derecha, con esos referentes y los magros resultados obtenidos por el eléctrico Luis Patti, tendrá que remar mucho para competir con chances con el oficialismo nacional en 2007. Su apuesta básica es “morder” peronistas descontentos. Esa necesidad podría incidir en las acciones futuras de Kirchner con relación a los gobernadores justicialistas ligados a la “vieja política” que esta vez lo acompañaron. O sea, respecto de todos los gobernadores peronistas que, esta vez, lo acompañaron.
- Centro izquierda: Hermes Binner logró, al fin vencer al peronismo de Santa Fe. El ex intendente de Rosario accedió tamaño logro sin abandonar (acaso merced a) su mesura. Su relación con el gobierno le permite manejar un abanico de tácticas posibles. Puede intentar liderar un espacio nacional de centro izquierda, tarea hercúlea para la cual cuenta con la ventaja de no tener contendientes a la vista. Pero también puede abroquelarse en Santa Fe e ir por la gobernación, cometido para el cual podría imaginarse hoy que lo hiciera contra o con el kirchnerismo.
El único ganador del centro izquierda es una buena moraleja de ayer, pues logra su éxito tras años de gobernar de modo distinto una gran ciudad y tras ejercitar en campaña una corrección caballeresca que fue un bálsamo respecto de las acciones de otros protagonistas.
Elisa Carrió terminó por debajo de lo que esperaba en Capital y su primera explicación acerca de los motivos (los ataques del Gobierno) pecó de incompleta. Algo más deberá revisar de sus discursos, de sus aliados, de las oscilaciones de su temperamento. Más satisfactoria, aunque tampoco fenomenal, fue la cosecha del ARI para diputados nacionales. Renovaba cinco bancas y las estimaciones al cierre (se insiste, provisorias) le otorgan 9 ingresantes, lo que le permitirá tener 14 y ser el cuarto bloque en número de la Cámara Baja.
La situación de Carrió es ambigua, bien diferente a la que plantearon su discurso y la ferocidad con que la atacó el Gobierno. Es la líder de una bancada opositora pequeña pero consistente y también una excelente parlamentaria con buena reputación y buen discurso. Pero su esfera de influencia es acotada, trasgrede muy poco la Capital y el área metropolitana. El ARI no tiene senadores ni gobernadores y apenas un par de intendentes. Suena como muy poco para ponerse por delante del oficialismo. Tal vez Lilita deba repensar sus estrategias nacionales y sus movidas futuras en la Capital, el territorio donde sigue siendo fuerte pero no predominante.
- Ya que de porteños hablamos: La lista de caídos en Capital es nutrida. la completan Rafael Bielsa, Alberto Fernández y el conjunto de partidos deizquierda o centro izquierda. El jefe de Gobierno también tiene motivos para preocuparse. Vamos por partes.
El candidato canciller y el jefe de Gabinete que le armó las listas y la campaña aparecieron juntos para bancarse el resultado. Ningún kirchnerista vencedor los acompañó en el mal trago. Fernández y Bielsa prorratearon variados errores de una campaña en la que nunca se entendieron, una falta de empatía que algo tendrá que ver en cómo les fue. Les faltó cohesión y mística, Bielsa fue poco pródigo para mostrar a sus compañeros de lista, algunos francamente estimables. Pero lo peor fue el final con una operación contra Enrique Olivera que obró el funcionario porteño Daniel Bravo. Bravo divulgó un anónimo, una maniobra denuncista de baja estofa, agravada por falta de dignidad del mentor de Bravo que no se dignó aparecer en escena. No se puede decir, hoy y aquí, que el Gobierno haya motorizado la jugada, pero es cierto que se enganchó en la movida.
El kirchnerismo tendrá un intríngulis para ir bosquejando un candidato potable para suceder a Ibarra. Bielsa traspapeló su oportunidad, el PJ porteño ha revelado sus límites, habrá que arremangarse para ir arando ese terreno.
Es verosímil inferir que Macri no embestirá contra su archirrival Ibarra en el juicio político por la tragedia de Cromañón. Cuando lo intentó, en el verano, su imagen se desagió. Posiblemente le convenga más mantener el perfil moderado y sereno que ostentó ayer. De cualquier manera, las urnas no llevaron buenas nuevas al Jefe de Gobierno. Lo suyo, de acá a 2007, es jugada única: articular con el kirchnerismo. Habrá que ver si esa coalición que se viene de cajón incluye algún desembarco K en el gobierno capitalino. Los allegados a Ibarra esperan que haya un pedido en ese sentido. Los kirchneristas no han soltado prenda al respecto y seguramente ni siquiera lo han pensado mucho, cosa que hoy comenzarán a discurrir.
Otros partidos de izquierda y centro izquierda que habían prosperado algo en 2001, perdieron votos y bancas en forma sensible. Será una pérdida para el Congreso nacional, que necesita variedad de propuestas y presencia de militantes y luchadores. Claro que ese perjuicio tiene mucho que ver con las clásicas carencias de izquierdistas y centroizquierdistas a la hora de articular y superar antagonismos o personalismos, que también cunden en su espectro.
- Resignificar la victoria: Una jornada como la ayer habilita docenas de interrogantes pero, puestos a elegir una para cerrar esta nota, digamos que el dilema esencial es qué hará Kirchner con su victoria. Habrá que ver si la considera un impulso como para iniciar una nueva etapa, acometiendo reformas, mejorando la calidad institucional, dialogando con sus adversarios, arraigando en instituciones sus nerviosas iniciativas. Tal fue el perfil de su primer año de gobierno, simplificando un poco. O si reincide en el paso a paso y la falta de novedad que caracterizó al segundo año.
Otra duda será el arco de alianzas políticas que urdirá Kirchner y, en esencia, qué hará respecto del justicialismo. Hoy es su líder, pero ni él ni sus compañeros están muy a gusto o se la creen mucho. ¿Se mantendrá ese matrimonio de conveniencia sin afecto ni mimos? ¿Serán De la Sota, Reutemann o Insfrán los nuevos Duhaldes o se repetirá la entente que tuvieron este año? Toda respuesta (en estas horas y en una línea) sería una simpleza, indigna de la importancia de la cuestión.
Parece más sencillo imaginar qué hará el Presidente respecto al radicalismo, que está en mengua progresiva pero que sigue siendo el segundo partido del país en gobernaciones, en intendencias, en senadores y en diputados nacionales. Kirchner intentará potenciar su táctica de estos años, muy favorecido por la atonía del potencial aliado. Los gobernadores serán sus interlocutores predilectos, manejo en el que se da mucha maña. Al Presidente le ha sido más fácil armar esa transversalidad “por arriba” que “por abajo”, tal como maquinaba en sus inicios. Con un aval popular que sería necio negar y que, seguramente, sería superior si él hubiera sido candidato, el Presidente se habrá dormido feliz. Hoy deberá volver a gobernar, acaso meditando sobre si el aval recibido amerita seguir sin mayores cambios o, sin traicionarse pero sin apoltronarse, intentar un salto de calidad.

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