EL PAíS › PANORAMA POLITICO

MISIONEROS

 Por J. M. Pasquini Durán

Tanto el Poder Ejecutivo nacional como las autoridades episcopales de los católicos, a partir del lunes, tendrán que realizar esfuerzos especiales para abrir canales públicos de diálogo a fin de evitar que los resultados de la votación en Misiones se conviertan en una polarización política nacional sin sentido, una repetición grotesca de la división entre el Gobierno y la Iglesia de 1955. Los que conocen de cerca al presidente Néstor Kirchner y al cardenal Jorge Bergoglio hablan de personalidades fuertes y similares temperamentos, y ambos ejercen responsabilidades institucionales muy elevadas, aunque de jerarquías y liderazgos diferentes, pero cuya altura demanda templanza y obliga a la tolerancia y aun a la magnanimidad. Hasta aquí las circunstancias no han mostrado diálogo fácil entre ellos, pero en los últimos meses un debate que debió circunscribirse al ámbito provincial, ya que se trataba de una reforma constitucional en Misiones sobre los plazos del mandato de gobernador, desbordó ese territorio para nacionalizarse.

El gobierno nacional sostiene una compleja urdimbre de alianzas tendientes a consolidar una gobernabilidad que comenzó muy débil y, tal vez, esa dinámica de acuerdos recíprocos lo comprometió de manera exagerada en una causa local, cuyo propósito central –la facultad para la reelección indefinida– tiene aristas que lastiman la percepción de quienes piensan, sobre todo después de la crisis del sistema de representación en el año 2001, que el país necesita de una vigorosa renovación política y que la continuidad de los mandatos debe regirse por normas razonables. Los opositores al proyecto del gobernador Rovira, que van desde el peronista de derecha Ramón Puerta y los clásicos antiperonistas hasta luchadores sociales como la CTA misionera, lo más probable es que no hubieran podido encontrar un punto de confluencia sin el compromiso del obispo de Iguazú, Joaquín Piña, que aceptó encabezar la lista opositora para la constituyente contando, además, con el consentimiento de Bergoglio, que no se despegó en público ni después que el Vaticano se apresuró a retirar al obispo misionero, “por razones de edad”, y reemplazarlo por un cordobés de histórica relación con el cardenal Primatesta. Dado que la Casa Rosada ni el cardenal tomaron distancia del pleito, rápidamente otras figuras de repercusión nacional, de una y otra vereda, también terciaron en las campañas.

La oposición acumuló denuncias de fraude y manipulación de votantes, todas con el aval de la reconocida honestidad del candidato Piña y los curas y las monjas que lo están acompañando en la cruzada, que alimentaron la voracidad del escándalo mediático en Buenos Aires, cuyos exaltados relatores en las últimas horas ya hablaban de triunfo o derrota del presidente Kirchner, sin que el aludido hiciera ninguna mención de equidistancia desde su renombrado atril cotidiano, mientras altos funcionarios nacionales, entre ellos Alicia Kirchner, titular de Acción Social, y el director de la Anses, participaban de los repartos asistenciales de Rovira. Del lado opositor llegaron desde Juan Carlos Blumberg hasta Adolfo Pérez Esquivel, desde luego con intenciones y mensajes diferentes. Los veteranos de la prensa y la política saben que algunas de las prácticas clientelísticas son parte de la mala tradición en las provincias, en particular las más pequeñas y empobrecidas, donde persiste una relación semifeudal entre los poderes y los ciudadanos, una rémora que traba el indispensable avance de la democracia moderna y participativa. Para colmo, el incendio de una modesta capilla católica, que se presume intencional, contribuyó en las últimas horas de la campaña a torcer todavía más la competencia, disolviendo los indispensables límites entre política y religiosidad.

A pesar de que hoy están enfrentados, Ramón Puerta, que ocupó la Presidencia de la República por un rato en la vorágine del 2001/02, fue el mentor partidario del actual gobernador Carlos Rovira, pero ahora aquél se alinea con Lavagna para hacer de puente con Macri y éste con Kirchner para salvaguardar su continuidad. Salvo estas alineaciones, no hay suficientes datos públicos que permitan distinguir la vieja y la nueva política en Misiones, lo mismo que en buena parte de las provincias y hasta en los ámbitos nacionales, ya que el concepto de novedad todavía tiene mucho de teoría más que de práctica. Para muestra allí está la corporación sindical, una de las que jamás hizo una autocrítica de su papel durante la última dictadura militar y que hasta ahora parece gozar de una impunidad que debería haber desaparecido, según la teoría de la nueva política, barrida por la libertad sindical. Otra vez, la trama de alianzas del Frente para la Victoria parece anclar en la playa oficial la imagen de Hugo Moyano, así sea para evitar su relevo por otros demonios que no son del palo de la “nueva política”.

Los que conocen al obispo Piña están dispuestos a poner las manos en el fuego por la honestidad de su compromiso libertario y su visión de una democracia al servicio de los pobres, pero todos aluden a su insuficiente noción política como para tomar conciencia de la repercusión extraprovincial de sus palabras y sus actos o para apreciar, con la astucia debida, los intereses diversos de los que se han refugiado detrás de su figura. Será así, pero quienes han tenido acceso a estas horas del borrador de la homilía que el obispo-candidato leerá mañana, domingo, no pueden menos que pensar en una cierta dosis de dogmatismo que puede confundirse, sin esfuerzo, con irresponsabilidad política. El texto, donde el sacerdote se despide del episcopado, reitera que puede retirarse tranquilo porque siempre procuró estar del lado de los pobres y desde allí salió a combatir a los señores feudales y a las dictaduras, a todos los que desean emular a Stroessner que cada cinco años era reelegido con el noventa por ciento de los votos y hasta parece que menciona a los mandarines del celeste imperio, en tren de comparaciones. Aunque los que siguen de cerca el trámite misionero dudan que haya nadie que morigere el tono fervoroso y excedido, y mucho menos que le impida usar el púlpito de la catedral como tribuna republicana, lo que es una desmesura. Nadie duda que los clérigos tienen derecho y a veces el deber de compartir el destino de su grey, pero cuando tienen que actuar en política deberían hacerlo en el escenario cívico adecuado.

Si la homilía es leída tal como fue bocetada, sus alcances, pese a que el obispo Piña no lo piense, llegarán hasta Buenos Aires y podrían aterrizar como un sapo en la mesa dominical del Presidente. Será el momento de recordar que la templanza del estadista debe sobreponerse al impulso replicante del político. Será una contribución directa a despejar el ambiente, no importa cuál sea el resultado por ahora imprevisible del escrutinio, ya que en la segunda semana de noviembre se reunirá el plenario de la asamblea episcopal y allí hay más de un ánimo prudente dispuesto a recordar que la Iglesia tiene otras misiones pastorales y a impedir que se deslice algún pronunciamiento colectivo que ratifique esa fogosidad circunstancial provinciana. La discreción de ambas partes, en el nivel nacional, será un primer paso decisivo para recrear el buen clima y para desarmar las expectativas de la derecha civil que añora los tiempos en que sus jóvenes comandos pintaban una cruz abrazada por la letra mayúscula “V”, que podía ser leída con literalidad como “Cristo vence” pero que en 1955 también era el código de los “gorilas”. Las lecciones de la historia no son para repetir de memoria.

La presión mediática será fuerte, sin duda, sobre todos los protagonistas, pero en todo caso hay que evitar las conclusiones fáciles, como las que acaban de exponer algunos voceros del gobierno francés que atribuyeron a la última movilización de jóvenes descendientes de inmigrantes que volvieron a manifestar en las calles, con algunos actos de violencia incluidos, un año después de aquellas tres semanas en las que ardió Francia. Según la interpretación de tales voceros, el espacio que los medios dedicaron al aniversario “instigó” a miles de jóvenes a repetir las protestas, pese a que los manifestantes aseguraron a quien quisiera escuchar que estaban otra vez en la calle porque nada cambió en el año transcurrido. Ninguna persona más o menos avisada puede dudar de los poderes mediáticos, pero nada puede más que la realidad misma.

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