EL PAíS › IKONICOFF Y SU HISTORIA CON LA TRIPLE A

La versión de Moisés

Defiende a Domingo Perón, a quien conoció en 1969 cuando era marxista y antiperonista. “Me mantuvo contra viento y marea contra las internas, contra los milicos”, dice. Isabel y la causa sobre la Triple A.

 Por Alejandra Dandan

La reapertura de la causa de la Triple A abrió un debate en el peronismo sobre la intervención de Juan Perón en la creación de las bandas de la ultraderecha conducidas por su secretario privado, José López Rega. La semana pasada, el debate sumó a un antiguo secretario técnico del General que dio detalles de una reunión de gabinete en la que se pedía el alejamiento de los “funcionarios marxistas del gobierno”. Entre ellos, de dos: Julio Troxler y Moisés Ikonicoff. A Ikonicoff se lo reconoce ahora como a un intelectual del menemismo, pero entonces era un marxista de armas llevar que había vivido en París entrenando a los grupos guerrilleros del Tercer Mundo. En los últimos años, él conoció una parte de esa historia y de aquella reunión de gabinete. Ahora lo cuenta para Página/12.

“Yo puedo afirmar con los ojos cerrados –dice– que Perón no tuvo nada que ver, porque si hubiese tenido un mínimo de macartismo o de sospecha, al primer tipo que hubiese expulsado es a mí: un marxista.”

El nombre de Ikonicoff empezó a rondar la causa de la Triple A la semana pasada, luego de una entrevista publicada por la revista Debate y replicada por otros medios a Gustavo Caraballo, ex secretario técnico de Perón y parte de su círculo de colaboradores estrechos.

En la entrevista, Caraballo resituó los términos de una vieja reunión de gabinete con Isabel Perón y López Rega. La versión conocida hasta ahora indicaba que en aquel encuentro, el ministro pidió la eliminación física de Julio Troxler, por entonces jefe de policía de la provincia de Buenos Aires y de Rodolfo Ortega Peña, abogado y diputado. Siempre se dijo que él mismo, con un punzón en la mano, señaló unas diapositivas con sus imágenes y que aquello se convirtió en una sentencia de muerte porque la Triple A mató a ambos inmediatamente.

La versión de Caraballo no es la misma. Cambian los personajes y fundamentalmente, cambia la época. Pero conserva la sustancia. “No es verdad que López Rega mostró en una pantalla los candidatos a ser asesinados,”, dijo en Debate. “La lista no fue presentada como de personas a matar sino de funcionarios del gobierno supuestamente marxistas, para determinar su alejamiento del gobierno, si el presidente compartía los argumentos.” La charla con diapositivas, pero sin fotos, según su versión, estuvo a cargo “de un sujeto incompetente como era el general Morello, a quien se rescató del archivo de retirado y se lo mandó a la Secretaría de la SIDE, por ser suegro del jefe de la Casa Militar, el coronel Corral”.

De acuerdo con los datos, esa reunión se hizo cuando Perón estaba vivo. Pero según el testimonio de los familiares de las víctimas, hubo otros encuentros después de la muerte del presidente, como aquella del 8 de agosto de 1973 en la que se decidió el asesinato de Troxler y Ortega Peña. Ikonicoff conoció parte de la historia años después a partir de varios relatos, entre ellos de Caraballo. Con esos datos, más su propia relación con Perón y los acuerdos políticos establecidos, intenta explicar aquel episodio sobre el que aún hay preguntas abiertas.

“Conocí a Perón en 1969; me buscó después de un artículo que publiqué en Nouvelle Observateur como Ecología y Tercer Mundo; y a través de esa gente que viajaba permanentemente entre París y Madrid concertamos una entrevista.” Las charlas de ecología, el Tercer Mundo y los Movimientos de Liberación Nacional convivían con estadías en Torre Molinos, donde Ikonicoff pasó algunas vacaciones con Perón aunque nunca fue peronista.

Metido entre los militantes católicos que se entrenaban en los sótanos de las iglesias para derrocar al peronismo, en 1955 festejó el golpe de la Revolución Libertadora entre banderas y exaltado en medio de la Plaza de Mayo.

–Desde el primer día le aclaré a Perón quién era yo –dice–, para que no quedara ninguna duda.

–¿Qué le dijo?

–Le dije: “Mire General, yo fui militante antiperonista, comando civil en la Plaza del ’55, estuve preso en Devoto y salí con la Libertadora, y después fui militante de extrema izquierda, presidente del Centro de Derecho, presidente de FUBA. Y tuve un encontronazo duro, razón por la cual me exilié en Francia”.

En Francia estudió pero su experiencia más importante la hizo como coordinador del Instituto de Estudios de Desarrollo Económico y Social, donde se formaban los cuadros políticos del Tercer Mundo de los países recién descolonizados. Eran cuadros de Argelia, de Marruecos y algunos latinoamericanos que se inscribían en una línea que podía coincidir con el proyecto de Perón. En el relato de Ikonicoff, era el Perón del retorno. Aquel que buscaba un proyecto “normalizador” para Argentina.

“‘Mire –le dijo yo–, yo no estoy con las organizaciones armadas, yo estaba antes con ellas, pero desde que vine a Francia me puse en relación con los movimientos de liberación nacional; además de tener esos alumnos, vamos a ser claros, yo tengo una estrecha relación con los movimientos de todos los países.” La Teoría de la Dependencia era uno de sus pilares. “Eso y mi experiencia en Argelia donde creé los institutos de Tecnología –agrega– me llevaron a la convicción de que en países como Argentina, le dije a Perón, esto del foquismo es un absurdo.”

Perón lo aceptó. Cuando ganó las elecciones lo llamó a Buenos Aires para proponerle la formación de un instituto al estilo francés. “Cuando me llegó el telegrama, dejé la cama sin hacer, viajé y lo veo a Perón a los tres días –cuenta–. Y cuando me vio, me preguntó: ¿Qué le parece un instituto como el que usted hizo en Argelia?”

El Instituto Nacional de Administración Pública (INAP) nació en ese momento. Era la combinación de su experiencia en Argelia y de la Escuela Nacional de Administración de Francia donde daba clases. Cuando todo estuvo listo, la autorización del proyecto empezó a demorarse.

–En tanto, ¿se reunía con Perón?

–Tuvimos una reunión más. Perón cayó enfermo con un edema de pulmón, nadie sabía nada de nada. No se sabía si iba a vivir o iba a morir. Y en ese período estuve varias veces con Gelbard que me invitaba a las reuniones del gabinete económico. En una me hace un aparte y me dice: “Vea Ikonicoff, hay una gran ofensiva de los militares hacia usted. Yo creo que el General lo apoya, pero sépalo”. Bueno, a partir de eso yo empecé a dudar de que me quisieran nombrar.

–¿La reunión de gabinete se hizo en ese momento?

–No. Fue después. Con el tiempo supe que apenas mandaron mi proyecto de nombramiento, que fue rápido, el general Morello pidió una reunión con Perón y le dijo que yo era un peligro para la Patria.

–¿Por qué Morello?

–Todos los nombramientos pasaban por la SIDE. Morello le llevó mi expediente de la SIDE a Perón donde yo era poco menos que Bakunin. Estos son burócratas: me habían sacado en Rusia, en Argelia. Perón dijo que no era marxista y que yo no estaba con la lucha armada.

–¿La reunión, entonces, se hizo después?

–Se restablece Perón, ahí y se hace esa reunión. Y este hijo de puta de Morello va a incriminarme de nuevo como el principal marxista: como un peligro de la patria. Yo y Troxler. No era Ortega Peña porque no era funcionario. Ahí, Perón le dice de vuelta que no. No está de acuerdo. Se va. Y este, Morello, le sigue mandando permanente informes, hasta que finalmente me nombraron.

Ikonicoff dice que trabajó libremente hasta la muerte de Perón. Tres meses después dejo el país para exiliarse, amenazado por la Triple A.

–¿Qué piensa del rol de Perón y de Isabel en la Triple A?

–Yo tengo muy claro: estoy seguro de que Perón no tuvo nada que ver y lo sé porque el primer tipo a liquidar era yo: y Perón no sólo no me mandó matar sino que me mantuvo contra viento y marea contra las internas peronistas, contra los milicos. No me rajaron a la mierda, porque vivía Perón. Porque él personalmente tomó mi defensa, pero otro más abajo de Perón como Gelbrad no respondía.

–¿Isabel?

–De acuerdo con mi experiencia era una presencia inexistente mientras vivía Perón. No es que podía decir que era la jefe de la línea de derecha dentro del gobierno. No es verdad. Ese era López Rega. Y era Morello y estos que eran los jefes.

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Moisés Ikonicoff, intelectual del menemismo, recuerda sus épocas de marxista y da su versión sobre el último gobierno de Perón.
 
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