EL PAíS › RECONSTRUCCION DE UN OPERATIVO DE BUSQUEDA DE LOPEZ

Tras las huellas del ovejero

La Justicia investiga si hubo irregularidades en un procedimiento realizado a una semana de la desaparición del testigo. El martes serán careados los policías que participaron y el dueño del terreno.

 Por Adriana Meyer

El ovejero Kintín enloqueció cuando olfateó el jogging gris y la gorra azul que colgaban de un perchero en la casa del delegado municipal de Atalaya. Los policías que lo sostenían avanzaron hasta el baño y el perro marcó la ducha. Habían pasado apenas cinco días de la desaparición de Jorge Julio López y la Bonaerense, el Ministerio de Seguridad provincial y la Unidad Fiscal Nº 3 armaron un espectacular operativo, con los medios como invitados especiales, a partir del testimonio de un vecino que dijo haber visto al testigo caminando por ese pueblo cercano a La Plata. “Esa ropa estaba sucia de sangre porque estuvimos capando terneros, será eso lo que olieron los perros...”, especuló el dueño de casa, el delegado Rubén Durso. Sin embargo, los canes también ladraron ante un colchón que estaba en una casilla rodante del fondo de su terreno. Aquel procedimiento, que careció de actas y se interrumpió a la madrugada, no pudo determinar si López pasó o no por allí. A un año y cuatro meses de su desaparición, y a siete meses de que la querella de Justicia Ya! solicitara su reconstrucción, el enorme operativo de ayer tampoco pudo resolver la incógnita. La sospecha de que esa pista fue plantada, o frustrada, sigue en pie y quedaron más expuestas las contradicciones entre los diferentes protagonistas de este capítulo del caso López. A ellos les espera un careo el martes en el juzgado de Corazza.

Pocos kilómetros después de que la calle 122 se transforma en la Ruta 11 aparece el cartel de bienvenida a Atalaya. Allí, en pleno paraje campestre, comenzó cerca de las 9 de la mañana el despliegue de 250 efectivos policiales, cuatro buzos tácticos que buscaron en el arroyo Buñirigo –algo que la querella no pidió y a pesar de que el juez había aclarado que “no vamos a buscar a López sino a cerrar dudas”– y dos escuadrones de 24 hombres a caballo, con el apoyo de un helicóptero. Muy similar había sido el procedimiento de la noche del 23 de septiembre de 2006, ordenado a partir de los dichos de un criador de cerdos de apellido Bucetta. Un camarógrafo que participó de aquel operativo recordó el estupor que sintió cuando el jefe policial le preguntó: “¿Por dónde empezamos?”

El sol comenzaba a picar cuando el juez Corazza empezó a recorrer campos y calles, junto con el secretario de la causa, Gustavo Duró; el fiscal de Cámara, Marcelo Molina; los abogados de la querella Justicia Ya!, el letrado que representa a la familia López, y los hijos del testigo desaparecido, Rubén y Gustavo. El grupo fue guiado por cuatro efectivos policiales de la división Canes y por el ex jefe de la comisaría 3ª de Los Hornos, capitán Gustavo Zaffino. Ellos habían detectado el supuesto rastro de López allí donde comienza el Camino Blanco que conecta la salida del pueblo con la costa del Río de la Plata. Ayer, la comitiva hizo el mismo recorrido, atravesó el alambrado de un campo abandonado y caminó unos 500 metros entre los pastizales y arbustos.

El secretario Duró llamó al juez. “Hasta acá llegaron los perros”, le dijo, y señaló un claro en medio de unos matorrales al costado del camino. “Era un rastro certero”, afirmaron los policías. “¿Quién decide que, a pesar de ser un rastro certero, se retiren del lugar?”, le preguntó el abogado de la querella Aníbal Hnatiuk. “El fiscal (Marcelo) Martini”, contestó el uniformado. Ese funcionario no fue autorizado a prestar declaración por la procuradora María del Carmen Falbo.

Siguieron avanzando por el camino que el perro Kintín había marcado aquella noche, y pasaron frente a una casa pintada de azul. “Es un cabaret”, comentó un periodista local. Los que escucharon cruzaron miradas, mientras el resto doblaba por un sendero apenas marcado en medio de altos pastizales y empezaba a saltar una tranquera. “¿Quiere retratar el derrumbe de un juez?”, le preguntó el magistrado al fotógrafo de Página/12 que lo enfocaba.

“¿Una zapatilla que no se usaba desde hacía una semana puede dejar ese rastro?”, quiso saber Ruben López. “No, es casi imposible, y más con un perro de esas características”, dijo el policía Baudano, que había sido conducido por Kintín. “Lo que queremos saber es si armaron esto o no, porque se dijo que usaron la zapatilla para eso”, señaló el hijo menor del testigo desaparecido. Tras aclarar que el calzado fue usado para incentivar a los canes, recordó que a la noche hicieron el mismo recorrido, “no se veía nada y todos íbamos detrás del perro” (ver aparte).

En la tercera tranquera salió Durso a recibir a la comitiva. “Pensé que eran cazadores, les pregunté qué hacían y me dijeron que estaban buscando a López”, recordó sobre el primer encuentro que tuvo con los policías por la tarde, antes del megaoperativo nocturno, cuando los invitó a tomar mate en su casa. El abogado de los López y Hnatiuk le preguntaron luego al policía si ese paso no pudo haber dejado el rastro que más tarde enloqueció a los perros. Baudano respondió que nunca sacó la zapatilla de su bolsa, y en ese momento todos se miraron ante la contradicción con el relato de Durso, que había dicho que los policías le mostraron el calzado para explicarle cómo incentivaban al animal para la búsqueda del rastro.

“Quedó confirmado que alguien miente, y el juez tiene que establecer quién y con qué motivo, para dar, al menos, con los encubridores de la desaparición de López”, opinó Hnatiuk. “¿López estuvo en Atalaya?”, interrogó Página/12. El letrado hizo una pausa y respondió: “Nunca lo sabremos, porque ese procedimiento estuvo viciado de nulidades, quizá pasó por ahí alguien que estuvo con él”.

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La casa rodante donde los perros reconocieron el rastro de Julio López en un colchón.
Imagen: Rafael Yohai
 
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