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Apostillas

- Lo primero es la familia

La Presidenta primero fue recibida en el Salón Azul por una comisión de senadores y diputados. Firmó el libro de honor y se encaminó hacia el recinto. Apenas ingresó en el salón se encontró con la imagen que la acompaña en cada acto importante. Justo delante, en el balcón preferencial, se encontraban su madre, Ofelia Wilhelm, y su hermana, Giselle Fernández. Unos minutos después, al hablar de la educación, la Presidenta le dedicaría una frase a su familia. “Siendo hija de trabajadores, he podido llegar acá por el tipo de formación que tuvimos nosotros”, dijo. La frase fue festejada con una lluvia de papelitos. Eran volantes firmados por La Cámpora, la agrupación que fundó su hijo Máximo. Los jóvenes de esa agrupación estaban sentados debajo del estrado, en unas sillas que se habían puesto sobre el pasillo. Estar cerca es muy bueno.

- La familia II

Aunque todos, Página/12 incluido, esperaban ver a Néstor Kirchner en el recinto, el ex presidente prefirió quedarse en la quinta de Olivos para seguir todo por televisión. Lo acompañó su hija Florencia, famosa en la web por su fotolog. Máximo, el hijo mayor, se había quedado en Río Gallegos. Sin vínculos de sangre pero muy cercanos a la familia, en los primeros asientos del recinto se pudo ver a la diputada santacruceña Judith Fortsmann, la directora de Documentación Miriam Quiroga y los senadores Marcelo Fuentes y Marita Perceval. La única excepción podría haber sido el diputado nacional por Santa Cruz Eduardo “Chiquito” Arnold, antes K ahora distanciado.

- Perdido en un rincón

Ya había tenido su momento estelar de protagonismo con la apertura de las sesiones en la Legislatura. Por eso, cuando ingresó en el recinto el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, debió conformarse con un asiento casi escondido en la última fila del sector reservado a los gobernadores. Estaba detrás del riojano Luis Beder Herrera y al costado del corralito destinado a los ministros: el primero era el de Trabajo, Carlos Tomada, que parecía hacer un esfuerzo por no mirarlo. En la hora y cuarto que duró el discurso a Macri sólo se lo vio conversar con el gobernador de Mendoza, Celso Jaque. “Algo protocolar”, contó Jaque a este diario.

- El amigo americano

El embajador de Estados Unidos, Earl Anthony Wayne, fue uno de los primeros diplomáticos en llegar al Congreso. Eran las 11.18 cuando ingresó por la puerta de Rivadavia, bien custodiado. Cuando CFK entró en el recinto, Wayne se encontraba en el corralito destinado a los representantes extranjeros, a la izquierda del estrado. Fue uno de los veinticuatro diplomáticos que aceptaron la invitación de la Cancillería (los acompañaron diez encargados de negocios y el nuncio apostólico Adriano Bernardini). De simpatías demócratas según sus interlocutores argentinos, Wayne pudo escuchar cómo Cristina Kirchner citaba libremente una frase famosa de Bill Clinton: “Es la economía, estúpido”.

- Borocotó is alive

Primero se lo vio conversar largo y tendido con Alberto y Aníbal Fernández. Para hacerlo estiró el torso y aprovechó para saludar. Cuando terminó el discurso de la Presidenta, el diputado Eduardo “Borocotó” Lorenzo salió apurado hacia el salón de los Pasos Perdidos. Allí lo encontró Página/12. Eufórico. “Cristina habló de las enfermedades cardíacas. Es lo que yo le pedí al ex presidente Kirchner el día en que me destruyeron. Así que todos los que dijeron cosas, ¡ahora se pueden ir a la puta madre que los re parió!”, se exaltó Borocotó en diálogo con este diario. Luego pidió que se citara su declaración completa y textual.

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