EL PAíS

Una memoria que cambió para siempre

 Por Carl Lavery *

Mi presencia en Buenos Aires es para mí un sueño cumplido, uno anclado a mi memoria infantil de ver las selecciones argentinas de los mundiales del ’74 y el ’78 y quedar fascinado por los colores de la camiseta y el largo del pelo de los jugadores. Como los holandeses, los jugadores argentinos parecían hippies, hasta rebeldes.

Mi primera camiseta de fútbol fue la argentina y cuando jugaba en las calles de Belfast en los setenta no sabía, por supuesto, que la Buenos Aires que era para mí la ciudad de festejos y de Mario Kempes, estaba tan traumatizada por las desapariciones como mi Belfast natal. Qué raro entonces llegar aquí cuarenta años después y encontrarme en un lugar que fue para mí y mis amigos de la infancia una fantasía, una utopía futbolera, un lugar a donde escapar del trauma de Irlanda. La ironía es por supuesto que Argentina no era un refugio ni un descanso del trauma de la memoria, al contrario, tiene tanta sangre derramada como Irlanda, un país de colonialismo, violencia y guerra civil. Puede ser, pienso con melancolía, que al final todo lugar sea diferente pero igual.

Lo que me llamó la atención en mi viaje de investigación a la Argentina fue la importancia de estar acá, de cuerpo presente, con un cuerpo que ve y siente. Hay, creo, una importante relación entre memoria e imaginación, y la imaginación siempre es estimulada y provocada por el encuentro con la materia. Estar en Argentina, por tanto, fue imaginar el pasado y por lo tanto recordarlo. Es lo que me llevo de este viaje. Una memoria personal es estar en el Parque de la Memoria y quitar la vista del agua barrosa y tóxica del río, mirar el estadio donde se jugó la final del ’78. Fue en un día tibio y soleado, sin una nube. Un avión bajaba en Aeroparque. Y en ese momento, de golpe y sin aviso, volví al pasado, al mismo 1978, a un partido que recuerdo bien. Argentina ganó 3 a 1 contra Holanda, Kempes creo que hizo dos goles. Pero esa memoria más o menos inocente ahora cambió para siempre y no podré pensar en el partido sino en términos del río, o mejor, de los vuelos de la muerte que se hacían mientras yo veía el hermoso mundial de ese verano tan lejano.

* Profesor de teatro y performance de la Universidad de Glasgow. Especialista en memoria, medio ambiente y trauma social y ecológico.

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