EL PAíS › POR QUE CARLOS GOROSTIZA

El hombre y sus palabras

Carlos Gorostiza, que nació en Buenos Aires en 1920, es uno de esos referentes de los que los argentinos gustarían tener muchos más. Sin embargo, tenemos pocos y hay que usarlos, para el diálogo sobre todo. Dramaturgo y director, comenzó en el teatro como actor. Tiene una treintena de obras –agrupadas en su Teatro, cinco volúmenes de Ediciones de la Flor– que tuvieron su comienzo en 1949, con El puente, estrenado por el elenco de La Máscara y que constituyó un auténtico éxito popular. Ahí dejó los cuentos, las poesías y una novela que sólo llegó a 150 páginas. No retomó la ficción hasta 1976, cuando Los cuartos oscuros ganó el Premio Nacional, y coronó su producción con Vuelan las palomas, la novela que ganó el Premio Planeta en 1999.
Su obra pasa por toda la temática nacional, desde los militantes de Tacuara en Vivir aquí –que se dio en el San Telmo, teatro fundado en 1962 que se incendió en el invierno de 1970, cuando se ensayaba El lugar– hasta el reciente Estado de sitio. Gorostiza fue uno de los ejes de Teatro Abierto en 1981, cuando se presentó El acompañamiento y Hay que apagar el fuego. En 1994, El patio de atrás fue aclamada como la metáfora más atractiva de la realidad del país.
Gorostiza tiene un largo tránsito por la cultura latinoamericana, que lo hace integrador como pocos. Secretario de Cultura de Raúl Alfonsín, cargo que lo dejó con “un estrés espantoso”, suprimió la censura previa en el cine en febrero de 1984. A pesar de ciertas dudas, reconoce que hoy hay un movimiento de gente más joven que está buscando nuevas formas de teatro.
“Los movimientos teatrales nacen por necesidad. Hay que defenderse de algo. Leónidas Barletta (1902-75), por ejemplo, hacía malos espectáculos, pero se aventuró a poner cosas como Shakespeare y Gogol, y el Teatro delPueblo marcó una época. Así nació Teatro Abierto, en 1981, para defenderse de la comercialización y la banalización.”
“Teatro Abierto fue una reacción. En este momento no está claro ‘reacción contra qué’. Quizá falte el estímulo de una herida clara, que obliga a la defensa. Lo que hay es formal, con nuevas experiencias. Por suerte hay muchos que quieren hacer teatro y se lanzan a hacerlo.”
Este diálogo, sin tema central pero persiguiendo el eterno problema de esencias y orígenes, transcurrió en su casa, con una vista formidable sobre el Botánico y más allá el río, y donde hay plaquetas y diplomas que marcan una vida en el teatro.

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