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Cantarero se negó a declarar pero dejó un escrito contra Pontaquarto

El ex senador no respondió preguntas y tampoco dio respuestas. En un texto se metió con la vida privada del ex secretario parlamentario. Igual le hicieron pericias caligráficas.

 Por Victoria Ginzberg

El ex senador Emilio Cantarero eligió como defensa descalificar al “arrepentido” Mario Pontaquarto, quien afirmó que la noche del 26 de abril de 2000 le entregó cuatro millones trescientos mil pesos provenientes de la SIDE a cambio de la aprobación de la ley de Reforma Laboral. Ayer, al presentarse ante el juez Rodolfo Canicoba Corral, el salteño no contestó las preguntas del magistrado ni de los fiscales y entregó un escrito con críticas personales al ex secretario parlamentario. Luego de una discusión escribió dos páginas que servirán para volver a comparar su letra con el papel con los apodos o apellidos de los legisladores que habrían sido sobornados.
–¿Conoce usted a Mario Pontaquarto? –le preguntó a Cantarero el secretario Marcelo Sonvico al dar comienzo a la audiencia.
–No voy a contestar preguntas del juez ni de los fiscales –respondió.
Luego, le mostraron la hoja en la que se hacía alusión a Augusto Alasino, Alberto Tell, Remo Costanzo, Julio San Millán, Beatriz Raijer, Carlos de la Rosa, Hugo Sager y José Luis Gioja. Los apodos o apellidos de los ex legisladores figuraban impresos pero los montos que supuestamente había recibido cada uno, correspondientes a miles de pesos (50, 100, 200 o 300) estaban escritos con lápiz negro, al igual que una pequeña firma u okey.
–¿Le dio a Pontaquarto ese papel en su departamento de la calle Callao la noche del 26 de abril de 2000?
–Como dije antes, me remito a mi escrito –repitió el ex senador. No fueron muchas más las palabras que dijo en la audiencia. Uno de los presentes lo describió como “contenido”.
En el documento en cuestión, Cantarero agredió al arrepentido: dijo que era jugador e hizo referencia a su vida privada. “Al parecer, como no pudo atacar el argumento, atacó a la persona”, aseguró un funcionario judicial. Sobre el hecho puntual que reveló el ex secretario parlamentario, el contador salteño afirmó que el día en que se aprobó la ley de Reforma Laboral, se sintió mal –ya que es asmático–, se retiró temprano y recibió varios llamados de personas que le preguntaron cómo estaba. A diferencia de la secretaria y el chofer del ex jefe de la SIDE Fernando de Santibañes, Cantarero no podía negar que conocía a Pontaquarto, aunque sostuvo que sólo mantenía una “relación funcional” con él, por su cargo en el Senado. También reconoció que el “arrepentido” había visitado su departamento en ocasión de festejos o reuniones, pero negó que lo hiciera la noche del 26 de abril de 2000.
Este relato le permitiría al acusado justificar el hecho de que Pontaquarto concretó satisfactoriamente una inspección a su domicilio y que las empresas telefónicas informaron de varias comunicaciones entre ambos la noche en la que se habría concretado la entrega del dinero.
En su confesión, Pontaquarto afirmó que “siempre que terminaba la sesión los senadores se retiraban rápidamente pero el secretario del cuerpo, en este caso yo, debía firmar toda la documentación correspondiente de la sesión y eso lleva de cuarenta minutos a una hora más de permanencia en el Senado. Fueron reiterados los llamados a mi celular que me hacían (Remo) Costanzo y Cantarero porque me demoraba. Recuerdo hasta manifestarle enojado que tenía que finalizar con la firma de la ley y que rápidamente me iba a hacer presente en el departamento”.
Para que la Justicia pudiera obtener el “cuerpo de escritura”, Cantarero tuvo que escribir su nombre y varios números en dos carillas. La mitad de la primera la llenó con una lapicera de tinta y el resto con lápiz de grafito negro.
La medida estuvo a punto de suspenderse cuando el abogado del ex senador, Andrés Marutian, cuestionó la presencia en la audiencia del perito calígrafo de la Corte Suprema Juan José Torrente porque consideraba que podía inducirse de alguna manera al acusado. En ese momento Sonvico, enojado, le manifestó al abogado que estaba equivocado y que si pensaba de esa manera se iba a dar por concluido el trámite. Cantarero y su abogadohablaron en privado y luego este último dijo que, aunque no estaba de acuerdo, su cliente estaba dispuesto a hacer la prueba de escritura. Convocado un perito de parte, Cantarero escribió las dos carillas.
Canicoba Corral ya había dispuesto un peritaje del papel con las fichas del Senado y de la policía del ex senador, pero la Gendarmería contestó que no tenía elementos suficientes para llegar a una conclusión acerca de si Cantarero había sido el autor de esos números. Pontaquarto, sin embargo, aclaró en su declaración que no vio si el salteño escribió y firmó ese documento de su puño y letra. Sólo dijo que se lo entregó ya rubricado.
Cantarero había confesado su participación en el cobro de coimas en agosto de 2000, en una entrevista que la periodista María Fernanda Villosio publicó en La Nación. La nota había salido sin que se mencionara su nombre, pero ante su espontánea desmentida, se reveló que él había sido el reporteado. “Pensamos que iba a haber impunidad, por eso nos metimos. ¿Usted se cree que ésta es la primera vez?”, le dijo el entonces senador. También reconoció que no estaba dispuesto a hacer una denuncia ni un arrepentimiento público: “Si hice algo me la tengo que bancar, esos son los códigos”. No quiso responder dónde se llevó a cabo la operación del pago de sobornos que, según lo que ahora se sabe, habría sido en su casa. Cuando le preguntaron si había funcionarios del gobierno de la Alianza involucrados se limitó a insinuar: “Hay un Santo, cambie una letra”.

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