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Motivos propios y motivos comunes para converger

Por C. S.

Al margen de las diferencias en sus tamaños y estructuras productivas, existe un punto en que las realidades de Brasil y Argentina se encuentran. Como consecuencia del endeudamiento público, ambos países han sufrido importantes restricciones en la autonomía de sus políticas económicas. La pérdida de grados de libertad provocó a su vez resultados similares. La sumisión a las recetas indiscriminadas de los organismos financieros no evitó la retroalimentación del endeudamiento hasta niveles incompatibles con el desarrollo económico. Sin embargo, existe también una diferencia temporal. Si bien es menos crítica, la situación actual de Brasil tiene muchos puntos de contacto con la Argentina de 2001. Como en el país anterior a la cesación de pagos, los buenos gestos de Brasil hacia “los mercados” sólo se tradujeron en freno al crecimiento y ganancias extraordinarias para el sector financiero. Con una caída del producto del 0,2 por ciento, Brasil tuvo en 2003 el peor desempeño productivo de los últimos 11 años. Mientras tanto, a pesar del increíble superávit fiscal “voluntario” del 4,5 por ciento, la ingrata relación deuda/PIB continuó agravándose hasta rozar el 60 por ciento. En un escenario de fuertes vencimientos de corto plazo, la situación es explosiva.
Argentina, en cambio, ya vivió la crisis del default. A pesar de haber realizado en los últimos dos años pagos netos a los organismos por más de 7 mil millones de dólares consiguió crecer a tasas chinas con recursos propios. No obstante, tras haber firmado en septiembre pasado un acuerdo con el FMI, cumplido a rajatabla, el Fondo y sus controlantes, los países del G-7 no aflojan el embate por más ajuste. Cada revisión presenta una nueva oportunidad. Luego de haberse asegurado el privilegio de cobrar el 100 por cien, la nueva meta es reducir la quita del 75 por ciento ofrecida a los privados.
Todo parece indicar, entonces, que para ambos países resulta imprescindible replantear su relación con los organismos. Luego del pre acuerdo de Caracas, la fecha clave será el 10 de marzo, cuando el presidente Lula reciba a Kirchner y sus ministros. Por sobre sus muchas diferencias tendrán a favor el sensible poder de contarse entre los más grandes acreedores del sistema financiero internacional, una credencial suficiente para influir en las reglas de juego.

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