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El ministerio de los cambios

Por Mario Wainfeld

No hay mucha jurisprudencia de cambios importantes en el gabinete de Néstor Kirchner. Tal como vaticinaban quienes lo conocieron como gobernador, el hombre es desafecto a hacer relevos. En 26 meses ciertamente movidos, en un país refractario a la normalidad, del nivel ABC1 sólo se han ido dos ministros y el presidente del Banco Central. No es mucho, de acuerdo con los hábitos nativos. Curiosamente, los dos ministros, Gustavo Beliz antaño y Horacio Rosatti ayer, trajinaron la misma cartera.
Si algo se advierte en esas tres rotaciones (Rosatti por Beliz, Martín Redrado por Alfonso Prat Gay, Alberto Iribarne por Rosatti) es que el Presidente optó ante cada crisis por poner hombres más cercanos a su confianza, más dóciles que su precursor. “Soldados” aunque no fueran pingüinos. Esa apuesta a la gobernabilidad, que es también al encierro en un círculo cada vez más estrecho, implicó un riesgo común en los casos de Redrado e Iribarne. Los ingresados cargan con una historia ligada a la “vieja política” que –por lo que se ve– el Presidente consideró menos gravosa que el beneficio de su incorporación.
- Lo primero es la familia: Rosatti alegó en su renuncia motivos familiares. En Palacio se descontaba, desde hace más de un mes, que estaba de salida tras haber rehusado ser candidato a diputado nacional por Santa Fe. Se decía que era enorme el malhumor presidencial respecto del hombre que le había dicho que no. Se añadía que el jefe de Gabinete (que transmite las órdenes de Kirchner y también sus tirrias) no se privaba de hacérselo saber cotidianamente al ministro renunciante. Los dos motivos de algún modo confluyen en la explicación que dio Rosatti a sus allegados. Tras haber aducido razones personales para no ser candidato no le cabía quedarse ocupando el ministerio, razonó.
Rosatti, explicó, reniega de haber estado ya casi dos años lejos de su provincia, aislado de su familia, distante del crecimiento de sus hijos, acaso especialmente de dos mellizas de trece años cuyo ingreso a la adolescencia sigue por teléfono. Su estudio de abogado, la vida académica también figuran entre las asignaturas pendientes.
La despedida que Kirchner le dio ayer fue afectuosa, contó el ministro a gente de su confianza. Nada que ver con el maltrato que recibió Beliz. Pero el santafesino debe computar que, si resuelve reincursionar en la política de su provincia, tendrá un veto de Damocles pendiendo sobre su cabeza. Negarse a un dirigente poderoso tiene sus costos.
- Alberto, Alberto: Iribarne ha recorrido varios cargos en esta administración y es hombre de confianza de Alberto Fernández. Han militado juntos por añares en el peronismo porteño, armaron juntos el grupo Calafate y han concebido juntos el desembarco del jefe de Gabinete al frente del PJ. Iribarne fue viceministro de Carlos Corach, pero su relación política más estrecha y perdurable lo ligó a Eduardo Duhalde, con el que conserva buen trato. Queda claro que si Kirchner lo nombró conociendo esos antecedentes, es porque piensa que dejará de lado sus pertenencias pasadas y sabrá amoldarse a la lógica de su gobierno.
El perfil de Iribarne seguramente será valorado de modo bastante diferente por los peronistas y por quienes no lo son. Militante peronista desde fines de los ’60, de valiente presencia en tiempos de la dictadura y elenco estable en los sucesivos gobiernos justicialistas, para sus compañeros es un político avezado, sensato, de bajo perfil. En otras tiendas, incluido el arisco electorado progresista porteño, será difícil desligar su imagen de quienes fueron sus aliados recientes.
Iribarne será un relevante issue en la, de por sí, compleja relación entre Rafael Bielsa y el PJ, de quien es candidato pero no afiliado y cuya marcha hace gala de no cantar. Un dato más en la intrincada relación entre el canciller y el jefe de Gabinete, que también comanda la campaña metropolitana.
- Méritos, tareas: Los pingüinos, de ordinario muy kirchnercéntricos, despotricaban últimamente mucho contra Rosatti a quien le achacaban falta de garra no sólo como candidato, sino también como ministro. Pero hasta sus detractores le reconocen que la defensa de Argentina en el Ciadi un punto alto en la trayectoria de Rosatti.
Como labores pendientes en su cartera –y para nada por su exclusiva responsabilidad– queda la de la limpieza del fuero federal con la que el gobierno amenazó un par de veces pero que viene dilatando. Y revisar o reactivar un par de licitaciones para construir cárceles en Coronda y en Mercedes. Están frenadas tras una observación de la Oficina Anticorrupción por haberse reclamado precios superiores a los autorizados.
Rosatti no quiso generarle ruido al Presidente en la semana del aniversario del atentado a la AMIA. Pero ayer, todo lo indica, le aceleró los tiempos. Kirchner reaccionó veloz porque aborrece el vacío.
No todo se puede en política. Avaro con los cambios, Kirchner tendrá que hacer varios (más de los que metió en dos años) en los próximos meses. Quizás el más acuciante sea sustituir o al menos licenciar al canciller, quien cada día luce más necesitado de dedicarse full time a una campaña que se las trae.

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