ESPECIALES › MARCO AURELIO GARCIA, UNO DE LOS PRINCIPALES ASESORES DE LULA

“No vamos a ser como De la Rúa”

Es secretario de Cultura de San Pablo, donde gobierna el Partido de los Trabajadores, pero fue diez años canciller en las sombras de Luiz Inacio Lula Da Silva, el candidato presidencial del PT para el 6 de octubre. Si Lula es presidente, Marco Aurelio García podría ser su ministro. Una entrevista sobre el ALCA, el Mercosur y la supuesta derechización del PT.

 Por Martín Granovsky

Marco Aurelio García habla un castellano impecable. Lo aprendió en Chile entre 1970 y 1973, bajo el gobierno de Salvador Allende. Lo usó en una larga charla telefónica con Página/12 sobre el miedo a Lula y la estrategia del Partido de los Trabajadores para derrotarlo.
–Fernando Henrique Cardoso –critica García– dijo que si no hay un buen presidente, en el futuro Brasil puede volverse una Argentina. Es un balazo con plomo de grueso calibre, ¿no? Y toca a todos los que no son su candidato.
–Los que no son José Serra, el candidato oficialista.
–Los que no son Serra, sí.
–¿Es parte de la campaña “Téngale miedo a Lula”?
–La revista Veja tituló su última tapa “El riesgo Lula”, pero la cuestión no tiene un alcance mayor. Incluso Veja lo admite en su artículo. Sólo sirve para crear una cierta histeria, pero además puede producir un resultado inverso.
–¿Por qué?
–Pone en evidencia la interferencia de organismos internacionales, y además organismos muy poco queridos en Brasil como los bancos, en los asuntos internos del país. Por eso al menos en un primer momento la reacción de la gente del gobierno, e incluso de Serra, fue descalificar esos pronósticos. Esa descalificación obedece a dos razones. La primera es no comprometerse con una interferencia extranjera. La segunda es el reconocimiento de que en realidad quien tiene problemas hoy día no es el futuro gobierno, es el actual. Si uno empieza a gritar fuego, el problema comienza ahora.
–Y la gente cree que huele humo.
–Sí. Obvio que, por otra parte, la situación de Serra no es buena. El número de electores que dice que no cambiará su voto a Lula, que ya lo tiene bien decidido, llega al 55 por ciento. Para el resto de los candidatos el porcentaje es más bajo. Eso crea una situación muy complicada. Si no hay un hecho nuevo, yo veo una tendencia a que la situación se congele de aquí al final de la Copa del Mundo.
–Está muy optimista.
–Bueno, o de aquí hasta que termine la participación de Brasil en la Copa, sea cuando sea, porque no ignoro que en cuartos de final nos cruzamos con Francia o la Argentina.
–¿Ustedes pueden identificar a algún autor de la campaña del miedo?
–Identificar no, pero es evidente que los sectores bancarios no están muy entusiasmados.
–¿Todos son iguales?
–No. El Banco Itaú aparece fuertemente asociado a la candidatura de Serra. El otro grande, Bradesco, no. Sus directivos no fueron a la comida de recolección de fondos de Serra, y al día siguiente recibieron a uno de los encargados del equipo económico del PT.
–¿Por qué la banca, o casi toda la banca, no quiere a Lula?
–Si Lula es presidente, privilegiará al sector productivo con medidas que no dejarán encantada a la banca. Por ejemplo, la reducción de la tasa de interés, que hoy es la tercera más alta del mundo, con el 18,5 por ciento.
–Otra es la Argentina.
–Y la segunda, Polonia.
–¿Cómo bajarán la tasa?
–No hay una fórmula mágica, y si la tuviéramos lo último que haríamos sería difundirla. Variaría según distintos elementos que van desde cómo repercute la evolución argentina a cuál será el impacto de la evolución de la campaña electoral sobre la economía brasileña, pasando por las cuentas externas.
–¿El PT percibe que Washington le resulta hostil?
–Paul O’Neill hizo declaraciones infelices sobre Brasil hace un tiempo, pero en general los funcionarios de los Estados Unidos se muestran tranquilos. La embajadora en Brasil dijo que no había ningún problema, ganara quien ganara. Pero veamos el tema también al revés: en Brasil hay una percepción muy mala de los Estados Unidos tras la ley de Seguridad Agrícola recién votada, que aumenta los subsidios y perjudica nuestras exportaciones. Todos los candidatos, y no sólo Lula, están obligados a atacar la política proteccionista norteamericana y decir que es muy difícil que el ALCA se materialice.
–¿Y entonces en qué se distingue Lula de los otros?
–En que no va a condicionar su clara opción industrial, que está vinculada con una opción social, y eso es nuevo en términos de nuestro programa. El tema es el desarrollo, sea en agricultura o en expansión de la industria. En Brasil hay 53 millones de personas por debajo de la línea de pobreza.
–¿Cómo se financia?
–Atender esa demanda es algo que puede hacerse sin necesidad de inversión extranjera, con recursos internos. Los hay en la banca nacional de desarrollo económico y en el resto de la banca pública, que todavía existe. A partir de esta política tendremos un aumento de la demanda global que va a irradiarse a través de las cadenas productivas. Eso, por lo tanto, tendrá un efecto global sobre el conjunto de la economía.
–¿No creará una inflación peligrosa?
–No necesariamente. Hay otros mecanismos macro de intervención sobre los factores de inflación.
–Disculpe la pregunta argentina: ¿el dinero que se genere no irá a la compra de dólares?
–No. La idea del plan es que ese proceso puede crear un círculo virtuoso gracias a la distribución. A partir de ahí será más o menos obvio que la inversión productiva es un gran negocio. Hoy no lo es. Le doy un ejemplo que, aclaro, forma parte de un programa compensatorio, el de renta mínima de San Pablo. Por él, 100 mil familias de barrios pobres reciben una ayuda a razón de 120 reales por familia, el 70 por ciento de un sueldo mínimo, con la condición de que envíe a sus hijos a la escuela. Y es impresionante ver el impacto de la ayuda en los comercios y las ferias de los barrios. Bien. Eso es compensatorio. El PT quiere un programa de distribución con creación de empleo, por ejemplo con construcción civil, con una nueva dinámica de la economía como creó el New Deal en la década del ‘30 en los Estados Unidos. Y por supuesto habrá que tener programas especiales para apuntalar sectores industriales y agrícolas con influencia sobre la balanza comercial, y por lo tanto, sobre de la de pagos. En los últimos 8 años, los brasileños perdimos competitividad externa. Exportamos commodities, que están en caída en todo el mundo, disminuimos la participación en el comercio mundial, y en los 20 sectores más sofisticados tenemos presencia sólo en uno, la industria aeronáutica.
–¿El modelo que proponen es exportador?
–Es todo a la vez. Es estimular exportaciones y realizar un proyecto de sustitución de importaciones, por ejemplo en el sector electrónico, donde tenemos un déficit de unos 10 mil millones de dólares. Cuando se privatizó el sector de telecomunicaciones se decía que iba a haber 100 mil nuevos empleos. No hubo nuevos. Y además perdimos muchos. La industria automotriz también se desnacionalizó. Ya que estamos en esto, le digo que proponemos replantear la integración regional.
–¿Contra el ALCA?
–Nadie podía creer seriamente que el ALCA llegaría a implementarse en el 2005. Nadie quiso, tampoco, ofrecer una alternativa al ALCA. Pero existía: profundizar las relaciones en el Mercosur, no sólo como uniónaduanera o zona de libre comercio sino como espacio de convergencia de nuevas políticas industriales y agrícolas. Un nuevo gobierno en Brasil, si no hay un desplome total de la Argentina, podría establecer un puente con la Argentina y ayudarla para que salga en el corto y el mediano plazo como paso previo a un proyecto de integración regional del Mercosur, y también Chile y Bolivia. No hay un proyecto exclusivo de Brasil sin asociación con la Argentina. Incluso con Chile muchas veces fracasaron proyectos por ridículas exigencias brasileñas. Y con la Argentina deberíamos abandonar esa visión pequeña que se alegra de que una fábrica cerró en Córdoba y se mudó a San Pablo. Brasil necesita el mercado argentino, y ni qué hablar la Argentina del brasileño. Y hablo sobre todo de mercados potenciales, que deberán formar una gigantesca zona de complementariedad. Así, la inserción en el mundo será competitiva. Si no, estaremos todos los países como ahora. Somos como una cucaracha tonta que no sabe adónde va.
–¿Lula se derechizó?
–En términos de imagen tratamos de eliminar asperezas formales. Para eso existen los técnicos de televisión, de marketing político. Además, Lula asumió una postura de agenda positiva. No pierde tiempo en atacar a cualquiera. Pero siempre que hay que afirmar una posición, la afirma. El programa del PT habla de una “ruptura necesaria”. Se lo acaba de preguntar. Contestó: “Si es una ruptura, vamos a hacer una política económica radicalmente distinta”. Obvio que no es una campaña con programa socialista, pero no veo ninguna diferencia de calidad entre la política que planteamos hoy y la que planteamos en las presidenciales del ‘94 y el ‘98. Más aún: como es más refinada la idea de la estructuración del modelo económico, el programa actual es más radical que el anterior. Si efectivamente nos hubiéramos inclinado a la derecha, no habría oposición de sectores de la banca. Para que lo tenga claro: no estamos haciendo la campaña propagandística de Fernando de la Rúa, ¿eh?
–No quieren hacer el gobierno de De la Rúa, sospecho.
–¡Noooooooo! Menos.
–En la Argentina hay una discusión todavía sorda, de café...
–El problema es que ustedes tienen cafés demasiado lindos.
–Discuten algunos dentro de la izquierda y el centroizquierda. Unos dicen: una izquierda fuerte en la oposición tiene más posibilidades de influir en la vida de la gente porque pone frenos e impone temas más que si estuviera en el gobierno. Otros dicen: no querer el gobierno es una posición adolescente. ¿Qué opina?
–El PT ejerce una oposición crecientemente fuerte en los últimos años. Ahora estamos con ganas de gobernar. El riesgo de derechización siempre existe, claro, pero mi experiencia es que siempre hay rasgos premonitorios, y esos rasgos no se ven en la campaña actual. Sólo hay moderación del lenguaje. Pero ni Lula ni el PT perdieron su sustancia. Tan verdadero es eso que estamos en una situación de aislamiento desde el punto de vista de las alianzas políticas. Con la más absoluta tranquilidad, no me preocupa esa supuesta inflexión hacia la derecha. No existe. Y queremos gobernar. No vamos a renunciar a hacerlo.

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