ESPECTáCULOS › “RABANO”, OTRA OBRA NOTABLE DE CAVIAR

De paseo en los ’40

Fiel a sí mismo, el grupo dirigido por Jean François Casanovas entrega en su espectáculo la usual sucesión de coloridos cuadros, en los que el transformismo y la fonomímica juegan un rol fundamental.

Por Cecilia Hopkins

Jean François Casanovas, actor y director francés que ya lleva más de diez años afincado en el país, acaba de concretar su habitual estreno de verano al frente de su grupo Caviar. Fiel a sí mismo como pocos, Casanovas presenta otra de sus vertiginosas colecciones de breves números de varieté, en los que la fonomímica y el transformismo son dos de sus principales recursos. El cuidado en la presentación -.la originalidad del vestuario y los accesorios que lucen los actores– es otra de las marcas de estilo que hicieron famoso al grupo, al igual que el humor desenfadado que desde su surgimiento compartió con la paracultura que se originó en los 80.
La Scarlett O’Hara de Lo que el viento se llevó fue la inspiradora del primer número de Rábano. Precisamente agitando esta misma hortaliza en una mano, se lo ve al propio Casanovas –muy de capelina y pollera plato– jurando a los cuatro vientos que su familia no volverá a sufrir hambre. Un instante después, la violencia de la Segunda Guerra (con el humo de las detonaciones y hasta mutilados que sufren la crueldad de los nazis) devuelve al espectador la imagen de una Scarlett hecha jirones. Ninguno de los números siguientes volverá a hacer alguna otra referencia política o social. Sí hay nuevas parodias construidas sobre letras de tangos y valsecitos, o por encima de voces famosas (una es la de Margarita Xirgu recitando un poema de García Lorca). Otros números presentan una competencia de lanzamiento de escupidas, una sesión de errores en un radioteatro de antaño y varios números protagonizados por desopilantes orquestas de señoritas. Montados sobre otros diálogos -.radiofónicos, televisivos o también cinematográficos–, los demás fragmentos siguen privilegiando a los años 40, a la hora de ensamblar citas musicales o de vestimenta que traen aparejados los clásicos trajecitos sastre, vestidos de soireé característicos y tocados emplumados.
En las intervenciones de Pamela Lago y Víctor Godoy, en cambio, se hace referencia a un mundo del music hall que parece escabullirse de las precisiones temporales. Con todo, no siempre esos brevísimos cuadros son interesantes. El motivo de estas apariciones queda demasiado al descubierto cuando se pasa al próximo número y se nota que los intérpretes que estaban ausentes necesitaban hacer un cambio importante de vestuario. Porque sin dudas, las estrellas son tres: el propio Casanovas, Marcelo Iglesias y Eduardo Solá, que cuando actúan juntos parecen tres caras del mismo personaje. Bailan al unísono irónicas coreografías, y aprovechan situaciones mínimas hasta el ridículo. En todo caso, siempre tienen una mirada burlona sobre sus propios personajes, sus eternas mujercitas de gesto pícaro o inocente, que a veces muestran un poco de mala entraña o callan con un rictus de resignación.

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Casanovas abre el espectáculo caracterizado como Scarlett O’Hara.
Marcelo Iglesias y Eduardo Solá completan un trío impactante.
 
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