ESPECTáCULOS › CHARLY GARCIA, ANTES DE CERRAR LA EDICION 2002 DE “COSQUIN ROCK”

“Esto es rock argentino, no rock nacional”

“Generalmente no ensayo para hacer un show, pero quiero que Cosquín sea algo bien especial”, admite el músico en esta entrevista. García será así el broche de oro de un festival que, a plaza llena, demuestra la vitalidad del rock made in Argentina (“nacional suena a nazi”) más allá de la crisis.

 Por Roque Casciero

“Para mí, cerrar Cosquín Rock será como plantar una banderita: aquí estoy yo. Ojalá que todo lo que se dice de mí o no lo digan más o me lo paguen (risas). No sé, pongámonos un poco serios: yo estudié música, chicos”, dice Charly García mientras pone su mejor máscara irónica. El cantante no tiene muchas ganas de charlar con la prensa ni de que le saquen fotos, pero está en llamas por volver a tocar, a ensayar el set que presentará en la ciudad cordobesa. El descanso en el ensayo se le está haciendo demasiado largo y, pese a que sus músicos todavía están comiendo, se sube al escenario del bar Say No More y se pone a buscar sonidos en un flamante teclado. En las paredes del lugar hay colgados otros de épocas no tan lejanas, todos (des)prolijamente destrozados y pintarrajeados. “Estamos ensayando el show, porque quiero que sea algo especial. Generalmente no ensayo para hacer un show, pero ahora cambié el repertorio y me interesa que salga todo bien”, le confiesa a Página/12, e inmediatamente vuelve a ensimismarse con sus instrumentos.
García dice que Cosquín es un lugar muy importante para él, porque la única vez que subió al escenario de la plaza Próspero Molina estuvo cargada de significados. “Fui porque me llamó Mercedes Sosa y tenía todo en contra para ir: una serie de problemas internos, managers, el país, etcétera”, recuerda el cantante. “Y terminé yendo con un amigo de ella, Vaguito, a un spa no sé dónde, con una cosa de seguridad increíble. Esa noche mataron a Cabezas, se notaba todo, y dimos vuelta Cosquín. Realmente fue como un símbolo. Y fue más que un símbolo. Lo que a mí me gustaría es que en el futuro este festival sea de música. Eso sería muy piola. Dentro del folklore, Cosquín siempre fue que Mahárbiz sí, que Mahárbiz no, que está esto, que sube el otro. Y a la música nadie le da ni cinco de pelota. Hasta el punto de que hasta Mercedes es resistida. Por eso me llamó a mí, para romperle las bolas a todo el mundo. En el folklore no hay nadie más grande que Mercedes, ella nunca hace música berreta. Ella canta temas míos, hicimos un disco juntos y los estilos se desvanecen. Y sale esa cosa que por ahí es medio inclasificable. Mercedes cantando “Cerca de la revolución”, ¿qué es eso? ¿Es rock? ¿Es folklore? No sé, quizá sea la música argentina”.
Embalado, García la emprende contra el presente del rock local: “Antes, ser rockero era como ser aristócrata. Y ahora es ser un chabón. No sé, en la época de La Máquina de Hacer Pájaros estaba Videla tirando tiros por ahí, pero nosotros salíamos en una limusina descapotable y éramos, no sé, Eric Clapton. Y no nos importaba salir en la televisión todo el tiempo, ni ser famosos ni todo eso. Ahora parece que cualquiera es músico, cualquiera es modelo, cualquiera es cualquier cosa. Si el rock nacional es eso, que se vayan a cagar. Quédense con el rock nacional... No, no se lo queden nada, pero tendría que llamarse rock argentino, porque nacional suena medio nazi. El rock no es comercial, no trata de parecerse a ‘Gran Hermano’: es mucho más duro que eso”.
–Hace poco dijo que quería invitar a Mercedes Sosa y a Diego Maradona a subir con usted al escenario de Cosquín...
–(Interrumpe.) Sí, pero no encontré a nadie (risas). Tuve la visión de hacer un VIP de gente que quiero y respeto mucho, que se ha bancado todas, igual que yo. Todos nosotros nos tiramos del noveno piso. Creo que la música o lo que hace Diego tienen más poder que la política, por eso, en un momento tan horrible, quería apostar a poner las esperanzas en otras cosas. No en que Diego y yo seamos presidentes, sino en que seamos lo que somos. Y que la gente empiece a escuchar música y a ver fútbol. Todo lo que viene después de eso es el precio de la fama. Y es un precio que, para mí, lo tiene que pagar la gente, no yo (se ríe).
–¿Cree que ya lo pagó demasiado?
–Es que eso no existe. ¿Por qué todos tenemos que terminar muertos porque tenemos éxito? Tener éxito significa también que te esforzaste más o que por ahí sos más inteligente, entonces no podés pagar un precio por eso.
–A propósito del show de Cosquín, se dijo que usted entrará con una capa con los colores de la bandera argentina.
–No, no diga nada de eso.
–Bueno, ya salió publicado.
–¿Ah, sí? Bueno, voy a tratar de hacer una resistencia en favor del rock argentino, para que la gente que tiene esperanzas en eso vea que ahí hay vida inteligente. Voy a hacer una mezcla de canciones que apuntan a recordar cosas que pasamos y que nos están pasando, y que quizá podamos cambiar.
–Se lo nota preocupado por la situación del país. En una entrevista reciente habló mucho de política.
–Cuando al país le va peor, a mí me va mejor (se ríe). Muchas veces pasa eso. No sé, en estos últimos días tiré muchas pálidas, dije que la gente era muy vaga y qué sé yo, pero eso es porque los periodistas me preguntan siempre lo mismo. Para mí, la focalización de la culpa en los políticos es muuuuuuy fácil. Y, además, se veía venir hace tiempo. A mí, con lo de Charly and Charly en Olivos, los mismos que me gastaron ahora me aplauden: están totalmente locos de la cabeza. Ya nos pasó una cosa horrible con la dictadura, toda la gente muerta, fue lo peor del mundo. Ahora nos afanaron la guita, pero no murió nadie, más o menos...
–Murieron veintiocho personas.
–Por eso, más o menos. Pero nunca vi a nadie muerto de hambre en la calle, mientras que en otros lugares vi a la gente con los huesos para afuera y moscas dándole vueltas. Acá es todo muy clase media, muy medio pelo: les sacan un poco de guita y se ponen locos. ¿Para qué lo votaron? No lo entiendo.

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García recuerda con emoción su participación en el Cosquín folklórico junto a Mercedes Sosa.
“Esa noche mataron a Cabezas y dimos vuelta Cosquín. Realmente fue como un símbolo”, explica.
 
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