ESPECTáCULOS › PAGINA/12 PRESENTA MAÑANA UNA ANTOLOGIA DE FALTA Y RESTO

Ahora hay carnaval toda la vida

La más popular de las murgas uruguayas les pone letra y espíritu carnavalero a músicas originales de Jaime Roos, Lennon-McCartney, Freddy Mercury, Homero Expósito y Fito Páez, entre otros. Son catorce canciones, que reúnen lo mejor de la Falta.

 Por Fernando D´addario

El Carnaval uruguayo tiene ciertos códigos intransferibles, que Buenos Aires adopta con extraña naturalidad y –debe decirse– una sana dosis de envidia. En estos días, la ciudad de Montevideo se moviliza festivamente sin necesidad de auspicios oficiales ni decretos del Ejecutivo. La murga es parte de su vida cotidiana. Al respecto, Raúl Castro, director de Falta y Resto, suele contar una anécdota ilustrativa: hace unos años, en Estocolmo, después de un show y de su inevitable fiesta posterior, unos pocos vinos bastaron para que los invitados –había diplomáticos severos, exiliados melancólicos, músicos, tupamaros– desenterraran viejas murgas y terminaran cantando y convirtiendo todo en un jolgorio de alegrías y penas que se mezclaban.
Quizá de eso se trate la murga. La lectura porteña de ese fenómeno difícilmente alcance el mismo grado de compromiso afectivo. Pero hay una afinidad electiva que invita a acercarse a ese universo, descubrirlo y disfrutarlo. Página/12 publicará con la edición de mañana Antología, una selección con los mejores temas de Falta y Resto. El disco fue editado originariamente en 1993. Fue su primer CD, lo que reorientó de algún modo su carrera. La Falta ya llevaba publicados hasta entonces 17 álbumes (limitados al vinilo y al casete) entre 1981, año en que debutaron, y 1992. Esta Antología les pone letra y espíritu murguero a músicas originales de Jaime Roos, Homero Expósito, Lennon-McCartney, Alberto Favero, Eduardo Mateo, Freddy Mercury, César Isella y Fito Páez, entre otros.
Para muchos uruguayólogos y estudiosos de la murga en su contexto social y político, hay un antes y un después de La Falta. Su irrupción coincidió con los últimos años de la dictadura, pero su aporte al género se relaciona mejor con el retorno de la democracia. Falta y Resto fue la primera murga que comprendió la necesidad de evolucionar artísticamente, de dotar a la murga de herramientas profesionales que le permitieran crecer sin resignar su esencia. Al espíritu libertario, expresado elípticamente durante los años de plomo, era necesario agregarle un mayor cuidado en el tratamiento visual, en el trabajo coreográfico, en los arreglos vocales.
La Falta marcó un camino en ese sentido y –bancándose algunas críticas de los puristas y omisiones varias de los jurados durante algunos carnavales– extendió sus posibilidades de convocatoria. Esa amplitud facilitó su llegada a otros públicos. Varios trabajos dieron cuenta de esa evolución: Cien años de murga (en el que homenajeaban a agrupaciones de todos los tiempos, en un rescate antropológico que incluía desde los legendarios Saltimbanquis y Línea Maginot hasta la Antimurga BCG) y Gol uruguayo (con obvia referencia a la cultura futbolera, pero con un guiño a la pasión murguera, que también sabe de hinchas y rivalidades). Pero es esta Antología la que reúne, de un modo más evidente, la variedad de caminos abordada por La Falta.
Ya habían pasado los tiempos en que les tachaban todas las letras dos días antes de que empezara el carnaval. Utilizando su libertad creativa, Raúl Castro (un poeta dueño de una finísima sensibilidad barrial) hizo de los espectáculos de su grupo “un antídoto contra la realidad que nos envenena”. El rock, el bolero, el candombe, el folklore, se funden en esos auténticos editoriales; allí la realidad baja al llano asumiendo muchas veces un tono grotesco, desmesurado y satírico.
De qué otro modo tomar, si no, La falta canta, basado nada menos que en Rapsodia bohemia, aunque aquí, remedando aquel barroquismo coral de Freddy Mercury, las voces canten: “No, no, no, mama mía/ ¿dónde iremos a parar?”. Hay en la murga –y muy puntualmente en La Falta– una burla evidente a la solemnidad en todas sus formas. No es la única visita a Queen, curiosamente otra banda muy preocupada por exasperar los recursosteatrales y visuales. La antología incluye un popurrí notable (Dale alegría, que fue la despedida de 1992), por el que desfilan Love of my life (Queen), Y dale alegría a mi corazón (Fito Páez), Hey Jude (Beatles) y We are the champions (nuevamente Queen): “cuando se vaya la Falta/ cuando la olvide el carnaval/ como un recuerdo adolescente/ hacia el futuro volverá”. La murga, a diferencia de otros géneros que reservan para los bises las mayores explosiones de alegría, se despide de su gente con un dejo de melancolía, y promesas para el próximo carnaval. Es así como, a la distancia, las retiradas generan una especie de nostalgia ajena.
Los discos dan rápida revancha. No hace falta esperar el próximo carnaval. El CD otorga la chance de festejar en cualquier momento con el famoso Brindis por Pierrot, que Jaime Roos inmortalizó en 1986. La letra no derrocha alegría: “Oigan al payaso que canta/ cuántas penas en su garganta/ con su copa de licor, solo/ esta noche no tengo ni tumba/ sin embargo el que canta soy yo”. Sin embargo, invita a juntarse y cantar, en un extraño ritual de complicidad colectiva. Este tema también incluye una genial analogía futbolera, que resume varias páginas de filosofía existencial: “te largan a la cancha sin preguntarte si querés entrar/ por si fuera poco, de golero/ toda una vida tapando agujeros/ y si en una de esas salís bueno/ se tiran al suelo y te cobran penal”.
La Falta sintetizó en su reciente espectáculo, Carnaval del infierno, un curioso y movilizador juego dialéctico, en el que convivían la denuncia explícita y la banalidad, el candor y la ironía. Pero se trata de un sello de fábrica, que fue dejando en todos sus trabajos anteriores. En la Antología también se percibe esta dualidad: Rascá la cáscara, basado en música de Jorge Lazaroff, se recuesta en la picaresca, y Alerta, grabado en 1985, con el retorno de la democracia, advierte: “Mientras un sueño de futuro se acentúa/ y un país liberal se profetiza/ el tiempo de los lobos continúa/ ¡Alerta!/ Mientras la calle se viste de colores/ aún acecha el terror, sombra lunática/ y entre la gente caminan sus cultores”. La Falta sigue así, alerta, aunque lejos de toda severidad. Dice Raúl Castro, ahora sí con absoluta seriedad: “Nosotros mismos nos ponemos en payasos para ridiculizarnos. De lo contrario, te instalás en el rol del iluminado. La gente cree más en los payasos que en los esclarecidos”.

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Falta y Resto tiene más de veinte años de trayectoria y en las últimas temporadas se convirtió en un clásico de la cartelera porteña.
 
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