ESPECTáCULOS

Una plegaria de sikus y campanas

La Fiesta del Tantanakuy, en Humahuaca, tuvo momentos de gran emoción, como la actuación del compositor Ricardo Vilca.

 Por Karina Micheletto

Durante tres días que antecedieron a la celebración del Carnaval, Humahuaca vivió su fiesta del Tantanakuy, o “encuentro, reunión de unos con otros por mutua citación”, según su traducción en quechua. Creado en 1975 por Jaime Torres, junto a gente como Jaime Dávalos, Jorge Calvetti o Héctor Tizón, el encuentro se reanudó tras una interrupción de ocho años, con una programación heterogénea en cuanto a géneros y estilos, y algunos cruces verdaderamente interesantes, como el de una cuadrilla de copleras y dos payadores profesionales. Estuvieron Antonio Tarragó Ros, Melania Pérez, el tanguero Cardenal Domínguez, el grupo Me Darás Mil Hijos, la Negra Chagra, la coplera Mariana Carrizo, y músicos de la región como Ricardo Vilca, Tomás Lipán, Fortunato Ramos, Tukuta Gordillo, Bicho Díaz, Coya Mercado y las Hermanas Cari, entre muchos otros.
Uno de los momentos más emotivos del Tantanakuy fue el que protagonizó el músico y compositor Ricardo Vilca. A las doce en punto de la noche, Vilca arrancó con su tema Plegaria de sikus y campanas (tomado por León Gieco, quien le puso letra y nuevo nombre, Rey mago de las nubes), acompañado por las campanas que sonaban al otro lado de la plaza. Para Vilca, estas campanas tienen mucho que ver con la musicalidad con la que están dotados todos los habitantes de Humahuaca, que “escuchan y aman este sonido desde que están en la panza de las guaguas”, según explica. El cierre de su actuación fue con Guanuqueando (dedicado a su amigo, el instrumentista Carlos Guanuco, y grabado por Divididos, entre otros grupos), cantado a coro por las miles de personas que colmaban las escalinatas del Monumento a la Independencia, en el corazón de Humahuaca. Los temas de Vilca no son para hacer palmas o saltinquear, y tampoco tienen acordes sencillos. Más bien invitan a la escucha atenta y a un dejarse llevar por esa escucha, y la gente los siguió como en una ceremonia, generando un clima diferente del de la algarabía festivalera.
También brillaron las Hermanas Cari, Candelaria y Ernestina, de 66 y 67 años, respectivamente, toda una institución en Humahuaca. Las hijas más famosas de una nutrida familia de artistas (son diecisiete hermanos, todos cantores) alzan sus voces finitas hilvanando las coplas que dotan de identidad al Carnaval. Pero además, con sus monólogos en los que reproducen una charla de vereda que se estira entre comadres, hacen de cada una de sus actuaciones un espectáculo más cercano a lo teatral. Es cierto que parecen sacadas de una postal turística, vestidas con sus trajes típicos, pero lo suyo se asemeja bastante a un vodevil de la Puna. Los comentarios entre las “comadritas” llegan a ser tiernos o ácidos, según el caso, y no excluyen algún que otro dardo punzante que puede ir dirigido al FMI (“un hombre gordo que no trabaja”, según la visión de las Cari) o al intendente de Humahuaca, que se toma su tiempo para arreglar los pozos de las calles: “Ya se va a poner el Sosa, así despacioso como es para hablar, así despacioso es para hacer las cosas, comadrita”, arrojan, por ejemplo.
Cierto espíritu de Humahuaca está muy bien resumido en el slogan turístico del pueblo: “Un lugar sin tiempo”. Y es que el tiempo no parece encontrar una unidad de medida del todo eficaz aquí, como tampoco aparenta ser un bien plausible de acumular o de ganar. Algo que algunos de los que vienen de afuera perciben como una virtud cultural diferencial, y otros (generalmente, los que tienen que concretar algún trabajo que involucre a los humahuaqueños) como un defecto problemático. Lo único que parece funcionar a tiempo es el famoso santito del cabildo, que sale puntualmente a las doce del mediodía a echar su bendición, para alegría del turista fotógrafo. Esto tiene su explicación: el santito está guiado por un sofisticado y preciso mecanismo de relojería alemán.
Además del espacio del Tantanakuy, la música fluye en Humahuaca en todos los lugares posibles, sobre todo en época de Carnaval. En sus peñas y clubes es posible escuchar, por ejemplo, a Bicho Díaz y su Eléctrica-Folklórica, con un carnavalito funk o un huayno de guitarrazos Pink Floyd, o propuestas más intimistas como la de Ricardo Vilca. El amplio espacio musical se completa con lugares que conforman el off Humahuaca, donde mochileros y hippies varios, nacionales y del primer mundo, se trenzan en extrañas danzas y zapadas con músicos y bailarines locales.
Hay que admitir que este choque cultural no provoca ruidos molestos, y el turismo parece haber sido muy bien incorporado por algunos habitantes de la Quebrada. En cualquier bodegón de esos que se llaman “pintorescos”, puede ocurrir que el más coya de los coyas, sikus en mano, se levante con facilidad a una chica del Palermo más Hollywood, vestida para la ocasión con ropa de feria americana. Aquí también se compra exotismo puneño, y hay quienes vienen a buscar emociones fuertes, aunque los folletos turísticos aún no las promocionen.

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Las Hermanas Cari hicieron algo así como un vodevil de la Puna.
 
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