ESPECTáCULOS › FLORENCIA DE LA V, LOLA BERTHET, “PASION DE SABADO”

Ahora la cumbia es moderna

El género ya no vive exclusivamente en los sábados de América: el Rey Sol abrió la puerta y la cumbia pide pista en la tele.

 Por Julián Gorodischer

“Allí/ tan cerca de las olas/ tu culo es una estrella fugaz...” La gracia es decirlo a lo bruto, como dicta la cumbia. Y acompañarlo del meneo que complace el pedido: “A ver, a ver, cómo mueve la colita”. Lo exigen en el escenario de Pasión de sábado, en América, ahora que hasta Emmanuel Horvilleur visita el galpón de Avellaneda para hacer su versión de Psicodélica Cumbia junto a la Tota Santillán y hasta para grabar un video de la performance. El chico cool llega al territorio cumbiero, y no lo insultan como al moderno que se entromete en Metrópolis para hacerse el vivo. “Toro”, gritan fans enloquecidas que, hace un rato, persiguieron a Sebastián Mendoza. Esta no es la escena a lo Pizza Banana, ese engendro tan de los ‘90 que consagró a Riki Maravilla en las fiestas de Punta y programó el hit de La Mona hasta en la discoteca Pachá. La nueva “cumbia cool” se ejerce con respeto –dirá el cumbiero/rockero–, no como excursión antropológica. “Ahora hay cumbieros para modernos”, asume Sebastián Cohen, ex productor de Pasión de sábado. “Es la diferencia entre un plateísta y un tipo que va a la popular.”
“Después de Menem, con Riki Maravilla tocando en Punta del Este, se rompió un límite”, dice Diego Zenobi, un antropólogo que se puso a tocar cumbia. “Ahora se trata de recuperar el pasado: en los ‘60 mi vieja escuchaba a los Wawancó, y hoy vuelven a caer las barreras musicales. A veces se lo vive como una exotización, pero yo lo encaro sin burlarme.” Entre los nuevos se podrá encontrar a Haroldo “Puteador” Rodríguez, harto de que el rock piense en el peinado a la moda y seguidor de la cumbia villera (“el hip hop argento”). En cualquier caso, se esgrime una defensa común: “La música no tiene fundamento social –dice Lucas, ex cantante funky, hoy en Macumbia– ni identidad de clase”. “Lo nuevo está mezclado, y llega a todos los estratos sociales”, agrega Washington Cucurto, autor de la novela Cosa de negros. “La cumbia no es de nadie, o es de aquel que la escucha y le gusta. Está ahí para que uno la tome y haga cosas.”
Y sucedió que a los modernos les empezó a gustar la cumbia, tal vez para compensar el aire autista que promueve toda fiesta electrónica. La cumbia se entiende bien con el roce de los cuerpos y la euforia, ahuyenta la histeria. Dick el Demasiado –un suizo enamorado de los ritmos latinos– fundó, sobre esa base, su Festival de Cumbias Experimentales (el sábado 3 de abril en el Bauen) que congrega a ex rockeros, cantantes de pop y música étnica devenidos cumbieros. Van en busca del punto en que la música abandona el gueto y se consume entre las clases medias. ¿Un principio de integración? “Los modernos le pierden el terror”, dice Javier Martínez, coorganizador. “Es la recuperación de cierta autoestima cultural que va junto con un cambio de hábitos. A los argentinos les gustaba ir a Europa, y tuvieron que descubrir un lado más barato. Ir a Metrópolis o a Radio Studio empieza a ser un plan interesante.”
El guionista de tele vio el filón cuando diseñó al Rey Sol Marquesi, en Son amores, como un cumbiero light con todos los truquitos de la escena bailantera pero ninguno de los vicios, para captar el público infantil. En jardines de infantes se gastó el estribillo (“Yo sé/ que soy/ maníaco del pelo...”), y el disco se convirtió en prueba de la pegada. En 2004, “Hilda con H” hace lo propio en Los Roldán, con Noelia, ahora que la cumbia garantiza algunas cosas: ritmo pegadizo y personaje con carisma. La tele reivindica el ritmo que antes exiliaba a las tardes de sábado y auspiciado por las marcas de la bailanta. Ahora Hilda desafina la misma melodía pegadiza en Telefé y en horario central, con avisos para el multitarget.
Dice Lola Berthet, la actriz a la que proponen una carrera como cantante: “No quiero ir más allá, no iría a una bailanta a cantar. Una tiene que respetar el lugar que ocupa. Y yo soy actriz”. Si el cumbiero sexy Mariano Martínez recreó a su Rey Sol como un objeto para groupies (piel brillosa, pelilargo, con disco “romántico”), la piba de Berthet fue diseñada por Adriana Lorenzón con otros fines: “Contar un personaje –dice la guionista– y no un estereotipo o un modelo de belleza impuesto”. La fórmula dio tan buen resultado que Florencia de la V exigió su hit personal que se llamará La Gata y repetirá: “Me dicen la gata, miau miau”. Sigue Berthet: “En un cumple de 15 la gente sale a bailar cuando ponen cumbia. Algo debe generar: no hay que dejarla de lado. Me gustaría que Hilda ayude a que se respete el lugar del cumbiero, que ama la música tanto como un cantante de ópera”.

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Dick El Demasiado, Mariana Yegrós y Manuel Schaller, cumbia cool.
 
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