ESPECTáCULOS › HOY COMIENZA LA QUINTA TEMPORADA DE “EL CHALUPAZO”

La asamblea popular de los payasos

El encuentro, que se realiza los primeros sábados de cada mes en el Circuito Barracas, se basa en el contacto de vecinos y artistas.

 Por Silvina Friera

La muletilla “dejáte de hacer payasadas” es una suerte de estigma contra el que vienen luchando los payasos. “Las nuevas generaciones son más ácidas porque la vida en nuestro país se ha vuelto más heavy. Esa necesidad de bordear los límites de las cosas es producto de lo que nos está pasando”, explica Ricardo Talento en la entrevista con Página/12. El director del grupo de teatro ambulante Los calandracas y coordinador del circuito sostiene que los payasos “siempre vencen las dificultades, nunca se amilanan”. Una prueba visceral de que no se dejan amedrentar con facilidad es “El chalupazo”, encuentro de payasos con la gente, que desde hace cinco años todos los primeros sábados de cada mes, de abril a diciembre, se viene desarrollando en el Circuito Cultural Barracas, Iriarte 2165, con la modalidad de pasar la gorra y la oportuna choriceada, sello de identidad que define esta convocatoria popular. Hoy a las 22 se inaugurará la quinta temporada con Termocupla, Martín Vásquez, De Puro Payasos, La Campañata y los Payasos del Circuito.
Cuando el aroma del café con leche y las medialunas se impregnan en las narices de muchos vecinos de otros barrios, la calle Iriarte, varias cuadras antes del Circuito Cultural Barracas, seduce con el humo de choripanes y su escenografía de pequeña ciudad detenida en el tiempo. Tal vez, esa alquimia sea la prueba más tangible de los restos de un mundo que se resiste a morir y que se erige con orgullo en la denominada “capital del choripán”. Para Talento, El chalupazo (nombre que proviene de la chalupa, esos enormes zapatones del payaso), el título no es casual. “La idea es realizar una tarea comunitaria a través de lo artístico. A los payasos los podías encontrar en el circo o en espectáculos especiales. Pero era difícil reunirlos mostrando sus trabajos en una sala de barrio. Los vecinos saben que el primer sábado de cada mes se hace El chalupazo, y se arma una especie de asamblea de payasos con la gente”, dice Talento.
Como la sala del Circuito quedó chica para albergar a las más de 500 personas que habitualmente se juntan, el boulevar de la calle Iriarte desborda de familias que no quieren perderse la oportunidad de reírse. Muchas ya lo hicieron con Enrique Federman, los hermanos Videla, Cañito y Firulete, Marcelo Katz, Los Kelonios y Chacovachi, entre otros prestigiosos artistas. “Mucha gente se acerca con los chicos y entonces el payaso también muestra trabajos que son para adultos. Con esto se rompen los esquemas del payasito para las fiestas de cumpleaños.” Rafael Zicarelli, coordinador del área de payasos, comenta que, en el transcurso de estos años, El chalupazo se fue transformando en un espacio de referencia de la gente que utiliza el lenguaje del clown.
Para las vecinas de Barracas, hay una payasa entrañable que se niega a renunciar a los sueños y que demuestra la importancia de “saborear la vida”. Mariana Brodiano, integrante de Los Calandracas y encargada del área de la murga del Circuito, transformó a su payasa vieja y melancólica en un verdadero clásico de El chalupazo. La simpática Sarita Fernández viuda de Longipietri Piccinini irrumpe en la escena con un montón de payasitos y oficia como anfitriona de los espectáculos. Con un lenguaje impregnado por la nostalgia, Sarita funciona como una bisagra que une a las distintas generaciones de payasos. “Es muy interesante lo generacional. Los payasos muy viejos, con números que parecen extraídos de las carpas de circo, se mezclan con artistas de las nuevas generaciones, que tienen otra formación y bagaje cultural. Esta combinación hace que nada de lo que se ofrece resulte descartable”, subraya Brodiano. Cuando Martín Vásquez se enteró de El chalupazo, decidió presentar su número de clown, un personaje influenciado por los tres años que Vásquez vivió en Londres. En 1993 Vásquez estudió zancos con el grupo Catalinas Sur, los hermanos cercanos de Los calandracas, por la proximidad de la geografía barrial –la Boca y Barracas, respectivamente– y por la forma de generar un lenguaje propio. “Técnicamente me parece que la diferencia entre el payaso y el clown es una cuestión cultural en la formación. El clown utiliza los recursos del mimo y del circo –opina Vásquez–. En cambio, los viejos payasos tenían que salir a entretener al público y tal vez no tenían el tiempo suficiente para ahondar en nuevas búsquedas estéticas.”
–Los escraches fueron asumiendo la forma de pequeñas dramatizaciones. ¿Por qué se fue consolidando este fenómeno de unir la protesta con el arte?
Ricardo Talento: –Hace poco un espectador me dijo que Los calandracas hace años que estamos caceroleando. Para mí fue un elogio. El vecino es protagonista del hecho cultural, no es exclusivamente receptor de otro artista. Esta esencia es similar a las de las asambleas: recuperar el protagonismo en el hacer, frente a la mala representación de la clase política. Por eso las asambleas tienen esta teatralidad. Una forma de comunicar que me estafaron es acostarme en la puerta del banco y rebelarme contra esa situación. Nos están llamando a Adhemar (Bianchi) y a mí como referentes del teatro comunitario porque los vecinos de Mataderos y de Flores se preguntan cómo seguir avanzando en sus comisiones de cultura. Yo como vecino me puedo comunicar cantando, bailando o actuando. ¡Se imaginan lo que sería Buenos Aires con 10 grupos de teatro comunitario surgidos con las características del grupo Catalinas y Los calandracas, que no imitamos formas de teatro dominante sino que generamos nuestros propios lenguajes!
Rafael Zicarelli: –No hay lucha que no se gane si es con alegría. Si perdemos la risa y la alegría estamos derrotados.
Mariana Brodiano: –Incluso en situaciones de guerra, en los momentos más límites y dramáticos de la existencia, la risa es salvadora.
R.T.: –Lo más hermoso que tiene el ser humano es la capacidad de imaginar. No casualmente esa capacidad, peligrosa porque escapa a todo tipo de control, es la que intentan coartar continuamente.

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“El chalupazo” es ya un encuentro tradicional para la gente de la zona sur de Buenos Aires.
 
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