ESPECTáCULOS › UN REALIZADOR ESENCIAL DE LA GENERACION DEL ’60

Adiós a David José Kohon

 Por Luciano Monteagudo

“Antes de considerarlo como una profesión, el cine siempre fue para mí una vocación muy fuerte, desde la infancia”, recordaba David José Kohon en agosto de 2002, en un reportaje a Página/12, con motivo de una retrospectiva de su obra. A pesar de que los tiempos en los que le tocó hacer cine no fueron fáciles y la censura golpeaba fuerte, Kohon –fallecido el sábado pasado, a los 74 años– nunca se dejó doblegar y se convirtió en una figura clave de la llamada “Generación del ’60”, con títulos como Tres veces Ana (1961) y Breve cielo (1968), que supieron dar cuenta de las preocupaciones estéticas y sociales de su época.
En un contexto de cambios políticos y efervescencia cultural, a la que no era ajena tampoco la gente de teatro –Osvaldo Dragún, Carlos Gorostiza y Ricardo Halac también daban a conocer por entonces sus primeras obras–, Kohon regresó de un festival italiano con tres premios bajo el brazo (entre ellos el de la crítica internacional) por su primer largometraje, Prisioneros de una noche (1961), protagonizado por un actor incipiente llamado Alfredo Alcón. No era, sin embargo, su debut detrás de las cámaras. De hecho, Kohon había empezado bastante antes, con un corto experimental de su época de cineclubista (La flecha y el compás, 1950) y un documental de corte social, cuyo título, Buenos Aires (1958), ya anticipaba el que sería el escenario privilegiado de su mejor cine: la ciudad y sus márgenes. Por aquel entonces no existían las escuelas de cine, pero la frecuentación de los nuevos cines europeos –particularmente Michelangelo Antonioni y la nouvelle vague francesa– y la resistencia a los modelos anquilosados de la industria local impulsaban a distinta gente, de muy diferentes orígenes (Lautaro Murúa, Simón Feldman, Manuel Antín, Rodolfo Kuhn), a probar suerte con sus propios films. “La generación del ’60 surgió de una manera espontánea”, recordaba Kohon. “A veces se habla de un movimiento organizado, pero no fue así. Fue un brote que hizo saltar la tapa de la olla por la presión interior.”
La preocupación por el lenguaje del cine, por la expresividad de la cámara, por la atmósfera ciudadana, por el ambiente social marcan a muchos de este cine, y el de Kohon no es la excepción. Prisioneros de una noche es la historia de amor de dos desarraigados reunidos ocasionalmente en las calles lóbregas del Abasto. Su segundo largo, Tres veces Ana (1961), con una estupenda María Vaner, ya tiene otra ambición, está planteado como un tríptico sobre la mujer soñada por tres porteños arquetípicos. Los obstáculos que encuentra para su estreno la comedia Así o de otra manera (1966) anticipan las dificultades de supervivencia de ese “nuevo cine”, jaqueado tanto por las exigencias del mercado como por la férrea censura de la dictadura militar de Juan Carlos Onganía.
Sin embargo, Breve cielo(1968) le permitió a Kohon reencontrarse, como en su primer film, con otros dos seres indefensos y con una ciudad omnipresente, melancólica en la expresiva fotografía de Adelqui Camusso. El submundo de Con alma y vida (1970), las angustias existenciales de ¿Qué es el otoño? (1976) –ambas con música original de Astor Piazzolla– y la controvertida El agujero en la pared (1981) completan la obra de Kohon, que brilló particularmente en la década del ‘60, pero que no justifican el largo olvido en el que cayó su obra.

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