ESPECTáCULOS › “ADULTERIO”, DEL ESTADOUNIDENSE JOHN CURRAN

Parejas varadas en el tiempo

 Por Luciano Monteagudo

Basada en dos relatos del escritor estadounidense Andre Dubus publicados a fines de los ’70, Adulterio es básicamente un proyecto del guionista Larry Gross, un veterano de la industria, conocido por sus eficaces trabajos para films de acción –Calles de fuego y 48 horas, de Walter Hill; Crimen verdadero, de Clint Eastwood–, pero que desde aquella época venía batallando para poder llevar a la pantalla estas escenas de la vida conyugal de dos matrimonios amigos en crisis. Por un lado están Jack y Terry Linden (Mark Ruffalo y Laura Dern) y por otro Hank y Edith Evans (Peter Krause y Naomi Watts). Los cuatro promedian los treintaypico, tienen hijos pequeños, forman parte de la comunidad universitaria de una ciudad de provincia, están aburridos de sus vidas suburbanas sin expectativas y parecen sufrir lo que la famosa película de Billy Wilder popularizó como “la comezón del séptimo año”. Pero aquí no se trata de una comedia, precisamente, sino más bien de una suerte de psicodrama a la vieja usanza, en el que los personajes van exponiendo no sólo sus deseos insatisfechos, sino también sus miedos y sus angustias existenciales.
Jack nunca dice que haya dejado de querer a Terry, pero queda claro que se ha enamorado de Edith, desde la primera escena, cuando una noche cualquiera, como tantas, están reunidos los cuatro y aprovechan una circunstancial escasez de cerveza para escaparse ellos dos solos, por un rato, como dos chicos. Hay un candor, una ingenuidad, una inmadurez en esa relación que es muy distinta a lo que sucede entre Hank y Terry, un vínculo mucho más sombrío y larvado, en primer lugar porque Hank es un adúltero vicioso, compulsivo, pero también porque Terry no sabe cómo retener a Jack, si llamando la atención con su afición a la bebida o haciéndole ver que es él quien, finalmente, la empuja a serle infiel con su mejor amigo.
A pesar de que el film transcurre en estos días, hay un cierto anacronismo en las preocupaciones que manifiesta y también en la manera de expresarlas, como si el tiempo no hubiera pasado para esos personajes, que estuvieron hibernando durante tantos años guardados en un guión. Por una parte, el film dirigido por John Curran tiene la honestidad de no aggiornarlos y de no subirse a ninguna moda, como la de convertir a Jack & Terry & Hank & Edith en swingers al uso. Pero, por otra, esa solemnidad general que preside el tono del relato, esos momentos de bravura teatral que la película guarda para cada uno de los actores, esos monólogos con los que cada personaje expone sus ambiciones y fracasos, hablan de una película que parece inexorablemente estancada en el tiempo.

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