ESPECTáCULOS › BLUES MOTEL EN LA TRASTIENDA

“No explotamos la fórmula rollinga”

El grupo del Tigre fue precursor de la ola Stone, pero desde hace un tiempo viene buscando forjar su propia identidad.

 Por Cristian Vitale

En febrero de 1994, cuando Blues Motel despegó de su Tigre natal y debutó con su Volumen I, en Argentina existía una nutrida camada de seguidores de Los Rolling Stones, pero no había una corriente musical que la representara. Estaban sus clones argentos –Ratones Paranoicos– y un grupo naciente, la punta del iceberg que motorizaría la explosión posterior: Viejas Locas. Pero eran apenas ellos y unas pocas bandas más del under. En efecto, dado el “vacío de mercado”, se tardó muy poco en definir el primer disco del grupo del Delta como auténticamente stone. “No había diez o doce bandas rolling como ahora: era una cosa nueva, y aparecimos justo en ese contexto”, ratifica Adrián Herrera, guitarrista y fundador. Claro que el disco iniciático no sólo enlazaba con la línea Jagger-Richards-Jones, sino que también reivindicaba –y copiaba– toda una época, el segundo lustro de los sesenta, y sus diversas expresiones, de The Beatles a The Who, pasando por The Kinks o The Move. Pero para el imaginario rocker ellos eran una encarnación stone. “Es cierto que nos mantuvimos en esa línea un montón de tiempo, pero hace años la abandonamos porque no queríamos quedar pegados con eso. Siempre intentamos separarnos por más que la influencia esté y que nos gusten ellos. Nunca tratamos de que la gente se acerque a vernos por eso”, sigue Herrera.
El objetivo se concretó en discos posteriores: Un tajo en la oreja (1998) e incluso el recién editado Corazón de Buey suenan más ambiciosos y personales, tal vez bastante incómodos para los primeros fans. “Cuando la gente se volcó masivamente hacia lo stone, nos fuimos para otro lado”, sostiene el tecladista Sebastián Voyatjides. “En Un tajo dijimos ‘hagamos lo que tengamos ganas sin fijarnos en lo que se escucha o no’. Fue una decisión extrema. Rompimos los moldes, aunque después nos estabilizamos”, dice Herrera. Cumplido el riesgo, Blues Motel decidió volver a las fuentes: hoy retornarán a La Trastienda –tras llenarla el 29 de abril– para homenajear a Brian Jones, el malogrado multiinstrumentista de los Stones que tomaron como influencia desde el vamos. La banda prevé dividir el set en dos: un segmento con temas de los Stones en los que Brian fue determinante y otro con temas del disco debut, como Dame magia o Bajo la ciudad, que trascendieron bajo la misma impronta. “Rescataremos al Brian virtuoso del blues purista, al fanático de Jimmy Reed, que les imprimió esa onda a los primeros discos Stone, y también al Brian psicodélico, que antes de morir le aportó a su banda lo que George Harrison a The Beatles. Esa sigue siendo la época que más nos gusta cuando, en cambio, la actual lectura stone en Argentina arranca de Start me up”, plantea Herrera.
–¿Qué le critican a la corriente stone que prima en la escena rockera actual?
Ariel Herrera: –Lo lógico sería que las bandas evolucionen hacia otro lugar. Por naturaleza debería ser así, porque grabar diez veces el mismo tipo de música no es normal. Incluso los Stones fueron cambiando a través de los años. Si sos músico es inevitable que te muevas para otros lados.
–¿Les molestaría quedar pegados con ella?
Adrián Herrera: –No. Después de tantos años y tantos discos, creo que quedó claro qué tipo de banda somos. Por más que a veces se nos empariente con ella, hay bastante diferencia entre nosotros y otras bandas, tal vez porque abarcamos otras cosas.
Sebastián Voyatjides: –Es una cuestión de evolución, no nos quedamos con un mismo estilo nunca. Vamos probando, salga bien o mal. La idea es no quedarse con una fórmula para explotarla, sino renovarse.
El jueves 21, Blues Motel hará doblete en La Trastienda, pero con otro motivo: despedir a quien fue la guitarra rítmica de Blues Motel durante diez años, Andrés “Chancho” Casasco. “Lo que pasó con él es que dejó la banda a fin del año pasado y no hubo oportunidad de hacer un show despedida, porque la actividad del rock, como sabemos, se postergó por Cromañón”, explica el guitarrista.
–¿Por qué se fue?
A. H.: –Perdió el entusiasmo, las ganas de tocar. Blues Motel nunca fue para él un proyecto de vida como para nosotros, no tenía sentido que siguiera tocando. Lo que hace que permanezcamos tanto tiempo juntos es el disfrute, pero si todo se transforma en un trabajo, en una obligación, la cosa pierde encanto. Y creo que fue lo que le pasó a Andrés.
–¿Qué diferencia a Corazón de Buey de Malbec, el anterior?
A. H.: –Es más eléctrico. Los temas de Malbec son más de fogón. Además, lo grabamos en los estudios TNT, donde grabaron bandas históricas. Pudimos tocar todos juntos y lograr un sonido distinto, como de ensayo.
–Esto sí lo recuperan del primer disco.
A. H.: –Con la diferencia que encontramos el sonido que buscamos durante tanto tiempo. El primer disco, viéndolo a la distancia, está lejísimo de lo que queríamos sonar. Hoy dominamos mucho mejor lo que queremos.
–¿Qué método aplicaron para dominar lo que quieren?
A. H.: –La independencia. Hoy no dependemos de los tiempos de una compañía, tampoco del capricho de ciertos managers, esos que quieren asegurarse un porcentaje y nada más. Al laburar un tiempo con Mundy Epifanio, nos dimos cuenta del ensamble que tiene él con Attaque 77 y, a partir de allí, reforzamos la idea de ser una banda de amigos, con nuestro propio sonidista –Mariano Esaín–, nuestro ingeniero de grabación, nuestro manager, que era plomo y es amigo. En fin, hoy Blues Motel es una masa toda pegoteada, una plastilina que ya está tan unida, que meter alguien de afuera significaría desintegrarla. Al estar tanto tiempo juntos, ya nos conocemos las mañas, los tiempos y los pensamientos.

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“Lo lógico es evolucionar. Grabar diez veces el mismo tipo de música no es normal.”
 
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