ESPECTáCULOS › DESDE MAÑANA UNA GIGANTESCA RETROSPECTIVA EN HOMENAJE A LEOPOLDO TORRE NILSSON

El cineasta de las encrucijadas argentinas

El Malba presenta desd una muestra que incluye sus trabajos, los de su padre y aquellos que lo influyeron, hasta completar un total de 44, entre ellos “La casa del ángel”, “La mano en la trampa”, “Boquitas pintadas” y “Piedra libre”.

 Por Horacio Bernades

Encarnación del artista cinematográfico por excelencia o auteur afectado y académico, esteta de la decadencia desde mediados de los años ‘50 y cineasta decadente una década más tarde, representante de un cine literario o tal vez excesivamente dependiente de lo literario, dueño de una amplia cultura y de una obra tan vasta como cambiante y difícil de encasillar, más allá de toda polémica nadie duda en atribuirle a Leopoldo Torre Nilsson (1924/1978) un sitio primordial en la historia del cine argentino. Continuando con su serie de muestras cinematográficas dedicadas a grandes realizadores locales y latinoamericanos (por allí desfilaron ya las obras completas o casi completas de Leonardo Favio, Edgardo Cozarinsky, Hugo Santiago y David José Kohon), el departamento de cine del Malba (Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires) programó para este mes –con apoyo del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales y la Filmoteca Buenos Aires, que preside el crítico, programador y coleccionista Fernando Peña– una gigantesca retrospectiva Torre Nilsson.
Con un total de 44 films que se exhibirán desde mañana hasta fin de mes y de jueves a domingo, la muestra no sólo abundará en rarezas, copias recuperadas y films poco conocidos de la obra de Nilsson sino que colocará esa obra en perspectiva, al incluir películas de otros realizadores que influyeron sobre él, films en los que pulió el oficio e incluso otros a cuya realización contribuyó, oficiando como verdadero “padrino” artístico. De todo ese complejo entramado fílmico y cultural es probable que aflore, finalmente, el esquivo perfil cinematográfico de uno de los nombres esenciales de nuestro cine.
Aunque el desarrollo de la muestra no seguirá un orden cronológico, sí será posible, para el espectador consecuente, reconstruir la trayectoria de Torre Nilsson, arrancando por alguna de las películas que más lo impactaron (y que recorren un arco tan ecléctico como el que va de Codicia, obra maestra muda de Eric von Stroheim, a Umberto D, de De Sica, pasando por una comedia hollywoodense como La canción del recuerdo, El demonio nos gobierna, de Bergman, o El, de Buñuel), siguiendo por aquellos films de su padre, Leopoldo Torres Ríos, en los que trabajó como asistente de pantalones cortos a partir de 1939, recorriendo luego la obra propia a través de varios de sus meandros (el ciclo de películas clásicas con Beatriz Guido, las vueltas, desvíos y curiosidades de los ‘60, alguna adaptación literaria de los ‘70) y abordando luego aquellos films de terceros –entre ellos Prisioneros de una noche, de Kohon, El dependiente, de Favio y Tiro de gracia, de Ricardo Becher– que, desde comienzos de los ‘60 y hasta el fin de su vida, el propio Torre Nilsson ayudó a poner en circulación.
En cuanto a la obra propia, que constituirá como es obvio el núcleo de este panorama, la muestra del Malba pondrá en pantalla 21 de sus 30 películas. Se ha privilegiado el cuerpo de obra que va desde su opera prima Días de odio (1954, adaptación del cuento Emma Zunz, de Borges) hasta mediados de los años ‘60. Ese corpus hace pie en todas las películas basadas en novelas de Beatriz Guido (desde La casa del ángel hasta La mano en la trampa), tiene una coda en Boquitas pintadas (1974) y Piedra libre (1976) y deja afuera el ciclo de las grandes y vacuas producciones épico-escolares de fines de los ‘60 (Martín Fierro, El santo de la espada, Güemes, la tierra en armas) y varias de las reconstrucciones académico-literarias de los ‘70, como La mafia, Los siete locos, El Pibe Cabeza y La guerra del cerdo.
De las películas programadas merecen destacarse algunas. La tigra, por ejemplo, a la que la censura de la época (los primeros ‘50) obligó a dejarla en el congelador hasta diez años más tarde, cuando de todos modos se estrenó con diez minutos de cortes. Cedida por Isabel Sarli (la película fue producida por Armando Bo), la copia que se proyectará en elauditorio del Malba por primera vez en Buenos Aires es la única completa que se conoce, e incluye referencias a lesbianismo y drogas, que son las que despertaron la furia censora. Hablando de Sarli, también habrá ocasión de ver Setenta veces siete, rarísima colaboración entre el icono sexual nacional y el realizador de cine de arte por excelencia, que dejó con las ganas a ambas pandillas de seguidores. Otra película muy poco vista es El protegido, donde, antes de sus films mayores, el cineasta hacía cine dentro del cine, desgranando, en tono satírico, referencias en clave a notorios personajes y anécdotas de la pantalla criolla. Después están las coproducciones de mediados de los ‘60, que nadie sabe muy bien cómo hacer encajar con el resto de la obra nilssoniana. Una de ellas es coproducción con Francia y Brasil. Se trata de Homenaje a la hora de la siesta, mixtura de drama y aventura selvática donde el protagónico queda a cargo de la mítica actriz italiana Alida Valli. Las otras tres son coproducciones con Estados Unidos, híbridos que no terminan de asumirse como puro cine de explotación: El ojo que espía, La chica del lunes (con Arthur Kennedy y Geraldine Page) y Los traidores de San Angel.
Pero la muestra incluye también un corto basado en un texto de Silvina Ocampo (Los árboles de Buenos Aires, 1957) y un telefilm filmado por encargo de la Unesco, Había una vez un tractor, que el Festival de Mar del Plata acaba de recuperar y en el que actúan Jean-Pierre Aumont, Alan Bates y Melvyn Douglas. Es tan amplia la muestra del Malba que incluye en su interior una segunda muestra, no declarada. Al programarse once películas de Leopoldo Torres Ríos, padre del realizador y todo un cineasta él mismo, el ciclo Torre Nilsson termina siendo, también, un ciclo Torres Ríos. En él habrá ocasión de repasar la obra del fundador del clan familiar, desde la temprana y excéntrica La vuelta al nido (1938) hasta su última película, Aquello que amamos, de 1959. Pero allí termina el cuadro de familia, ya que no forma parte de este ciclo ninguna película de Javier o Pablo Torre, hijos de Torre Nilsson.

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La muestra incluye, sobre un total de 44 películas, 21 de las 30 que Torre Nilsson firmó como realizador.
 
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