ESPECTáCULOS

Un artista sobre otro

Uno de los platos fuertes de la exposición es El boxeador, pintado a mediados de la década del veinte. Se trata de una obra de gran formato, de casi dos metros y medio por tres metros, sobre la cual otro gran artista español, Eduardo Arroyo, escribió, especialmente para esta muestra, un texto alusivo: “El boxeador, que mira desafiante después de la victoria a un público de España negra –comienza el escrito de Arroyo–, Gutiérrez Solana lo pintó en 1926. Este magnífico lienzo, olvidado en una buena colección, lo podríamos calificar, por lo menos, de insólito en la obra de Solana. Un cuadro pintado desde la necesidad que el pintor sintió por el espectáculo de la vida, sin vida: prostitutas, toreros, cristos, carnavaleros, obispos...
“Dos cuidadores, armados de toallas ensangrentadas, nos ocultan el drama: un boxeador, apenas entrevisto sobre un desnudo tapiz, que ya no se puede levantar. El vencedor desafiante es injusto y se le ve poderoso. Sus puños como pesos, enfundados en guantes descomunales, caen debajo de sus muslos. Su mirada expresa algo terrible. Parece cruel, y lo es. El drama ya se ha consumado en medio de un público negro de leyenda negra. Un espectador, en primer término, nos muestra, de costadillo, una cuartilla donde aparecen dos palabras: circo y boxeo. Detrás, más allá, en la parte opuesta del cuadrilátero, se percibe, de un lado a otro de la pintura, una mermelada de caras españolas que dan miedo. Es el circo de la vida y de la muerte en penumbra, lejos de la luz de la fiesta de los otros. Una ejecución rodeada de sombras. Circo y boxeo.”

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