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Periodismo científico

Nicolás Carmargo Lescano aborda el mismo tema y con una perspectiva similar, pero desde el problema de los alcances y objetivos del periodismo científico.

 Por Nicolás Camargo Lescano *

Si le pidiéramos, lector, que se imagine por unos segundos a un científico, ¿qué es lo primero que le viene a la mente? Seguramente la imagen de una persona con un guardapolvo, en medio de un laboratorio, que maneja tubos de ensayo y mira atentamente a través de un microscopio. O tal vez a alguien que desentierra huesos de dinosaurios o que observa las estrellas de nuestra galaxia en su telescopio.

Pero, ¿se imaginó a un sociólogo, un historiador o un antropólogo? Probablemente no. Y eso será, tal vez, porque el concepto que la sociedad tiene de ciencia está mucho más asociado a las famosas ciencias “duras” (la Física, la Matemática, la Biología) que a las ciencias “blandas”. Lo que ayer era la dicotomía de las “ciencias de la naturaleza” y “ciencias del espíritu” tal vez haya cambiado de nombre, pero el debate que las subyace parece estar lejos de resolverse.

En este sentido, la definición de ciencia como sinónimo de disciplinas “duras” ha alcanzado espacios diversos y los medios de comunicación no son la excepción a la regla. Basta ver, a modo sintomático, el escaso lugar que el periodismo científico otorga a las ciencias sociales como disciplinas científicas. La prensa ha colaborado para construir esta imagen de “ciencia” como sinónimo de Arsat, vacunas, cometas y animales, dejando a la Historia, la Filosofía y la Antropología para otras secciones como Política, Sociedad e, incluso, los suplementos culturales.

El 4º Congreso Internacional de Comunicación Pública de la Ciencia y la Tecnología, realizado en octubre pasado en la Unsam y el INTI, ha dejado pistas interesantes, no tanto por la construcción que los medios hacen de la Ciencia (acaso un complejo proceso de intereses en el que participan varios actores sociales), sino por la imagen que los mismos periodistas científicos tienen de ella. Mitos o prejuicios como que las ciencias sociales “no tienen un resultado”, que “no ofrecen datos nuevos” o que “no tienen mucho para contar”, según las respuestas obtenidas de algunos periodistas científicos invitados a ese encuentro cuando surgió el debate sobre el status científico de las Ciencias Sociales.

No es plena responsabilidad del periodista científico decidir cuánto espacio le dedicará su medio a la divulgación científica en Ciencias Sociales. Pero consideramos que es necesario volver a instalar el debate sobre los alcances y definiciones que la sociedad y los distintos sectores tienen de la ciencia, medios de comunicación incluidos. Bienvenidos sean los artículos sobre los presentes y futuros satélites argentinos, sobre vacunas o fósiles de animales prehistóricos. Pero la inclusión de notas sobre Antropología, Sociología o Semiótica –a modo de ejemplo– ayudará a complejizar y a enriquecer esos espacios de divulgación en los medios.

Algunas Ciencias Sociales adquirieron, desde su génesis, la metodología propia de las ciencias duras (observación, experimentación, confirmación) para ser reconocidas como ciencias. Llevó décadas comprender que, en realidad, debían tener sus propios métodos de producción del conocimiento, sin ser evaluadas o valoradas desde la óptica de las ciencias duras.

La otra faceta del problema es que el objeto de estudio en las ciencias sociales incluye al mismo investigador. La objetividad, estandarte que las ciencias “duras” enarbolan como una premisa esencial del proceso de producción del conocimiento, se torna así prácticamente imposible. Lo que parece difícil entender es que en las Ciencias Sociales el objeto se construye, no existe como tal en la realidad.

Nadie, entonces, puede negar la pesada carga de “status inferior” que las Ciencias Sociales sufrieron (y sufren) en distintos ámbitos. Y, sumado a los cuestionamientos señalados, asistimos al eterno desafío que enfrentan de volver a revalidarse como ciencias.

Y el problema de los alcances y objetivos del periodismo científico no es más que una extensión de este debate. Tal vez, al abordar este complejo desafío, los medios, periodistas y divulgadores científicos, desde su lugar y con sus recursos, vuelvan a poner la lupa en las investigaciones de las “ciencias blandas” o “del espíritu”. Y tal vez, en algún futuro no tan lejano, cada vez que pensemos en un científico nos imaginemos no sólo a un biólogo, un físico y un astrónomo, sino también a un lingüista, un antropólogo o un politólogo. Y eso no es poco.

* Periodista de la Agencia de Divulgación Científica CTyS, de la Universidad Nacional de La Matanza.

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