SOCIEDAD › OPINIóN

Veinte mil muertes

 Por Saúl Drajer *

La primera causa de muerte en la Argentina no recibe la atención que merece: la muerte por paro cardíaco produce más víctimas que la suma de los muertos por cáncer, traumas por el tránsito, sida, heridas de armas de fuego y enfermedades estacionales todas juntas. En países de concentración urbana como el nuestro, la tasa de muertes por paro cardíaco está alrededor del 0,5 por mil por año: son, por lo menos, 20 mil muertes por año; 54 muertos por día, algo más de dos muertos por hora.

Este azote carece de la difusión que amerita, quizá porque parece “natural” que la gente se muera de paro cardíaco. La verdad es que algunas de estas víctimas tienen corazones demasiado buenos para morir: corazones que retoman su actividad normal cuando se los revierte del trastorno que los llevó al paro. No es “natural” que la gente se muera de paro cardíaco como causa primaria de defunción.

La mayoría de los paros cardíacos callejeros se deben a una desorganización de los latidos (fibrilación ventricular), que se resuelve con un choque eléctrico dado a tiempo. Asistir a una víctima de paro requiere saber hacer las maniobras de apoyo vital (masaje cardíaco externo y ventilación pulmonar), cosa que puede aprender cualquiera con sólo tres horas de entrenamiento en resucitación cardiopulmonar (RCP) y el uso de un desfibrilador no más allá de los 5 minutos de producido el episodio.

Para que eso ocurra debe haber mucha gente voluntaria entrenada en RCP y disponerse de desfibriladores externos automáticos (DEA), equipos que diagnostican la causa del paro e indican si hace o no falta un choque eléctrico, sin necesidad de que el rescatador sepa nada sobre arritmias o electrocardiografía. Estas unidades deben estar en todos los lugares donde se concentra gente (donde hay más personas, hay mayor probabilidad de estos episodios): estaciones de ómnibus, de ferrocarril, aeropuertos, estadios deportivos, centros de compras, casinos, etcétera. En muchos países ya está legislada la formación de rescatadores y la necesidad de contar con DEA en lugares de concentración de personas.

No se trata sólo de países del primer mundo. San Pablo y otros estados de Brasil tienen leyes similares desde hace años. La República Oriental del Uruguay aprobó, el año pasado, una ley de desfibrilación de acceso público, que establece el entrenamiento de personal y la disposición de DEA en lugares donde se concentren más de mil personas. La ley, que está en pleno proceso de reglamentación, prevé un lapso de cinco años para que los sitios respectivos implementen estas medidas.

Desde hace nueve años, el Consejo Argentino de Resucitación trabaja por la aprobación de una legislación como la comentada. Hace dos años, la Cámara de Diputados de la Nación aprobó por unanimidad un proyecto que contó con nuestro apoyo. El proyecto de ley pasó al Senado donde, lamentablemente, no fue considerado y perdió estado legislativo, lo que obliga a volver a Diputados para recomenzar la gestión.

En la Argentina ya existen empresas, gimnasios, clubes de fútbol, hoteles, que han dispuesto entrenar a su personal y disponer de DEA. El Aeroparque Metropolitano y el Aeropuerto Internacional de Ezeiza están terminando de instalar el sistema. Desde principios de 2008, Aerolíneas Argentinas dispone de DEA en los vuelos de larga distancia. Pero es imprescindible un marco legal que fije la responsabilidad de los lugares donde concurre mucha gente y que, también, sea protectivo de los rescatadores, para que puedan operar con respaldo.

El Consejo Argentino de Resucitación está a disposición de las autoridades legislativas y de Salud para aportar su conocimiento a la solución de este drama, asordinado, que suma víctimas día tras día.

* Jefe del Comité de Atención Cardiovascular de Emergencia de la Fundación Interamericana del Corazón.

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