SOCIEDAD › UN PARTIDO DE RUGBY ENTRE POLICíAS METROPOLITANOS Y PRESOS

El poliladrón, un clásico

Hubo bromas, juego duro, pero también caballerosidad. Un equipo de la Metropolitana se enfrentó en Bancalari con un seleccionado de la Unidad 48, de San Martín. Ganaron los presos.

 Por Carlos Rodríguez

“Te pone pila jugar este partido porque es un clásico.” Como si se tratara de un Boca-River, de un Argentina-Brasil, Sebastián, Diente para los amigos, llegó eufórico al campo de deportes del Virreyes Rugby Club, en Bancalari, para disputar una competencia que tiene su tradición desde la infancia: el poliladrón, pero esta vez de verdad. De un lado se alinearon los 15 tigres de la Policía Metropolitana. Implecables, enfundados en sus camisetas negras con vivos rojos y una leyenda identificatoria sobre el pecho. Llegaron temprano a la cita e hicieron un precalentamiento de casi dos horas. Del otro lado estuvieron los 15 leones de la Unidad Penitenciaria 48 de San Martín. Un grupo de presos que aprendieron a jugar al rugby en el patio del penal y que ayer, con Diente a la cabeza, llegaron sobre la hora, se cambiaron a la vista de todos y trotaron un rato antes de empezar el test match. Ellos lucieron la gloriosa casaca del SIC (San Isidro Club), aunque acompañada por pantaloncitos y medias de todos los colores. Los internos ganaron 14 a 12 un partido que se jugó con fiereza y extrema caballerosidad.

Pegado a la línea, siguiendo con interés el juego, a veces como linesman, otras como uno de los responsables técnicos del equipo de rugby de la Metropolitana, estuvo su jefe, Guillermo Montenegro, sin traje ni corbata, luciendo una coqueta gorrita con visera. Montenegro fue uno de los promotores del partido, junto con el verdadero hacedor del milagro de los presos disfrutando del deporte y de una tarde de sol al aire libre: Eduardo “Coco” Oderigo, ex jugador del SIC. Desde hace dos años, Coco, que jugó –y muy bien– para el equipo de la Unidad 48, viene entrenando a los internos, todos los martes, en el “campo de deportes” del penal.

“Es una propuesta que se me ocurrió a mí y que los muchachos tomaron muy bien. Todos los martes nos reunimos en el penal y de vez en cuando jugamos algún partido”, explicó Oderigo a Página/12. Juan, uno de los internos, que ayer por primera vez integró el equipo de la Unidad 48, dijo que el lugar donde se entrenan “es un piso de tosca, duro, pero igual está bueno porque tenemos la oportunidad de aprender un deporte que la mayoría desconocía por completo, pero que ahora nos gusta mucho y a la vez nos permite salir de vez en cuando. Es algo que nos hace muy bien”. Este año jugaron partidos en Mar del Plata y en 2011 repetirán la experiencia.

La tercera pata, indispensable para la realización del partido, la puso el anfitrión, el Virreyes Rugby Club, una institución barrial a la que concurren 600 niños y jóvenes, la mayoría de ellos vecinos de la villa Fate, ubicada enfrente del campo de deportes. Además de alentar la participación de los jóvenes en la práctica deportiva, se planifica la autoconstrucción de viviendas por parte de los vecinos.

Los internos de la Unidad 48 llegaron retrasados, pero de muy buen humor. “Un chorro me robó la billetera. ¿Cuál de todos ustedes fue?”, bromeó uno de ellos, una fiera en la cancha al que todos llamaban irónicamente Pequeño, porque es un gigantón de más de cien kilos de peso. “Nos dieron el uniforme de presos”, se quejó entre risas otro de ellos, en alusión a la camiseta del SIC, a rayas negras y blancas, como antaño vestían los que estaban privados de la libertad.

Después, luego del triunfo, Coco Oderigo les anunció que las 15 casacas del SIC ahora les pertenecen y que esos colores, en el rugby nacional, “están llenos de gloria por todos los campeonatos ganados”. El partido se disputó entre tackle y tackle, a cara de perro, con un despliegue físico extraordinario por parte de los 30 jugadores de campo y los que iban entrando como relevos durante los tres tiempos de 25 minutos que se jugaron. No se dieron tregua, pero fue un juego entre caballeros, aunque uno de los internos, Agustín, tuvo que ser llevado a un hospital cercano porque sufrió un golpe serio en la rodilla derecha.

Empezaron ganando los de la Metropolitana 5 a 0, con un try, aunque erraron el disparo posterior. Luego los de la Unidad 48 se pusieron arriba 7 a 5, tras un lucido try que tuvo a Coco por protagonista. Los de la Metropolitana se pusieron de nuevo arriba, por 12 a 7, hasta que al final los internos volvieron a desnivelar a su favor. Todo terminó con un cerrado 14 a 12. Luego del try final de los de la Unidad 48, uno de los detenidos, Maximiliano, acertó el disparo posterior, pese a que tropezó cuando tomaba carrera. La secuencia fue parecida a la de aquel famoso penal que Martín Palermo convirtió impulsando la pelota con los dos pies.

Los festejos por el triunfo fueron importantes, compartidos con los familiares y amigos de los internos –y de los policías metropolitanos– que se habían acercado al club para aportar el aliento necesario y para compartir unas horas en un lugar agradable, al aire libre. Algunos de los jugadores que esperan su libertad aprovechaban cualquier interrupción del juego para salir de la cancha y besar –y abrazar– a sus hijos, esposas, madres y abuelas.

Las escenas, conmovedoras, quedaron registradas en cientos y cientos de fotografías. Los abrazos finales unieron a todos, antes de que una parte volviera a sus casas y los ganadores, de nuevo al penal. “A muchos nos falta poco. A mí unos dos años, tal vez un poco menos. Espero que podamos salir con esta misma sonrisa”, fue el mensaje final de Diente.

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Imagen: Bernardino Avila
 
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