SOCIEDAD

“Es la primera vez que una central obrera se ocupa de la discapacidad”

La CTA realiza hoy un encuentro para debatir políticas públicas que favorezcan la integración de personas con discapacidad. Más del 90 por ciento no tiene trabajo. El dirigente Carlos Ferreres, paralítico desde los 18 años, analiza cómo vive un discapacitado en el país.

 Por Mariana Carbajal

A los 18 años quedó paralítico y estuvo más de media década encerrado en su casa, primero por las secuelas del accidente y después, porque no tenía adónde ir ni cómo ir, por las dificultades de trasladarse en la ciudad en una silla de ruedas. Trabajó 14 años en una empresa familiar hasta que, en 1995, quebró y quedó en la calle. Así descubrió la hostilidad del mercado laboral hacia las personas con discapacidad. Nunca más pudo conseguir otro empleo. “En los lugares donde podía trabajar había escaleras o ascensores en los que no entraba con mi silla, o directamente me veían y me decían que no.” Finalmente, Carlos Ferreres convirtió su condición en militancia: encabeza el Departamento de Discapacidad de la CTA, que hoy realiza un Encuentro de Profesionales, Docentes y Trabajadores para discutir y hacer visible la problemática de los discapacitados en el país (ver aparte). “Es la primera vez que una central de trabajadores toma esta temática con tanta fuerza”, destaca en una entrevista con Página/12. Se calcula que, al menos, 9 de cada 10 discapacitados en edad de trabajar están desocupados. Pero el tema central para la CTA son los casi 8 millones de chicos bajo la línea de pobreza: “El hambre es muerte, pero antes es discapacidad. Si no se toman medidas urgentes, esos chicos van a tener lesiones cerebrales que los van a poner en un lugar distinto al resto de la gente”, advierte Ferreres.
Basta acompañarlo unos metros para palpar la hostilidad del medio con las personas con discapacidad motriz. En las esquinas que rodean a la sede de la CTA (Independencia 766) no hay rampas y Ferreres tiene que andar con su silla de ruedas –más metros de los necesarios– hasta encontrar una entrada de vehículos que le permita bajar a la calle. Para entrar al bar donde se hará la entrevista, en Independencia y Piedras, a unos treinta metros de la CTA, pide ayuda porque solo no puede sortear el escalón, bastante alto, ni abrir las dos hojas de la puerta, bastante angostas. Después, tendrá que soportar la mirada hostil del mozo, al que le molesta –y no lo disimula– que haya que correr un par de sillas para que pueda acomodar su silla a batería. Ferreres está acostumbrado a enfrentar obstáculos. En diciembre se cumplirán treinta años desde que se tiró del espigón de Mar del Plata para socorrer a un hombre que se estaba ahogando y cayó mal y chocó contra rocas. Los huesos de las vértebras se le incrustaron en la médula y perdió la movilidad: no puede caminar, mueve los brazos con cierta dificultad y requiere de la ayuda de una persona para vestirse y bañarse.
–¿Cómo se repuso de semejante golpe?
–No sé si uno se puede reponer totalmente, incluso después de transcurrido tanto tiempo. Yo puedo volver a tener proyectos, a hacer cosas, en la medida en que el entorno no me lo imposibilite. Si tengo que salir a la calle y no hay rampas, si quiero ir a determinado lugar a trabajar o a estudiar y no hay colectivos accesibles, es muy difícil integrarse nuevamente.
Al quedar sin trabajo en 1995, con el quiebre de la empresa familiar, Ferreres se sumó al ejército de desocupados y no volvió a conseguir empleo. Al darse cuenta de que el trabajo era algo que tenía vedado ya no sólo como individuo sino por su condición, empezó a militar en organizaciones de personas con discapacidad. Y en 1996, con otros militantes se acercó a la CTA a proponer que la central obrera se ocupara de su problemática.
–Históricamente –dice Ferreres–, las centrales obreras no han tomado el tema de la discapacidad. Además, hay otro problema, a diferencia de la CTA, defienden a los trabajadores que están afiliados. Y lo que nosotros observábamos es que la gran cantidad de gente con discapacidad estaba sin trabajo o nunca había trabajado y, por lo tanto, no estaba afiliada. La CTA ofrece, además de un abordaje progresista, la afiliación directa: yo podía agremiarme siendo un trabajador desocupado. Recuerdo que en una reunión con Víctor De Gennaro se deciden dos cosas: que se abra elDepartamento de Discapacidad porque somos trabajadores desocupados, y que no esté en la órbita del área asistencial sino del área gremial.
–¿Cómo afecta la desocupación a las personas con discapacidad?
–Hay un dato del Ministerio de Trabajo, de mayo de 1999, es decir, de antes de la debacle del 2001, que habla de una desocupación del 91 por ciento para las personas discapacitadas en edad de trabajar. En países desarrollados es un 40 a 60 por ciento superior a la general, pero ahí cobran seguro de desempleo.
–¿Cuáles son los mayores obstáculos que favorecen el alto índice de desempleo más allá de la crisis general?
–El Estado se desentiende y abandona a la persona con discapacidad, pero también la sociedad no se hace cargo de que tiene en su seno una población importantísima que no puede acceder a su ciudadanía. Si no fuera porque la Secretaría de Transporte fue permeable al lobby de las empresas de colectivos, hoy toda la flota tendría que ser súper baja con adaptación para que puedan ingresar personas con cualquier tipo de discapacidad. Pero consiguieron sucesivas postergaciones para cumplir con el decreto 914, del ‘97, que establecía un cronograma gradual.
–¿Hay otros incumplimientos por parte del Estado?
–El Estado no cumple con la legislación vigente que, por ejemplo, obliga a que en la administración pública haya un cupo del 4 por ciento reservado para personas con discapacidad. Tampoco se cumple otra normativa que establece que en los lugares públicos como hospitales haya pequeños comercios para que los exploten personas con discapacidad. Si todas estos lugares fueran realmente ocupados por personas con discapacidad, el Estado se vería más obligado a hacer rampas en las esquinas y a que el transporte público sea accesible. El tema del transporte es casi fundamental: con el transporte se llega a la escuela, al trabajo, al hospital, a la casa de una amiga. Pero, probablemente, el mayor obstáculo es la visibilidad. No estamos en los lugares de trabajo, ni en la escuela, la gente no ve a los discapacitados. Además, hay discriminación. El hecho de que yo no pueda entrar fácilmente a un bar, que tenga que salvar obstáculos, miradas, eso es discriminación.

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Ferreres, director del Departamento de Discapacidad de la Central de Trabajadores Argentinos.
 
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