SOCIEDAD › LAS MUJERES QUE RONDAN LOS 40 Y NO RESIGNAN LA MATERNIDAD AUNQUE ESTEN SIN PAREJA

Madres a toda costa

Los cambios culturales y el avance de las técnicas de fertilización asistida acompañan la posibilidad de una maternidad en solitario, una alternativa cada vez más buscada por mujeres que rompen con el esquema de la familia tradicional. Los testimonios. Las advertencias de los especialistas.

 Por Mariana Carbajal

“No quiero no ser madre: de eso estoy segura”, dice Elena. Y los ojos se le humedecen de la emoción. Es un tema que la sensibiliza. En tres meses cumplirá 41 años y el reloj biológico la apremia. Sin pareja con quien compartir la maternidad, de pronto tomó conciencia de que su fertilidad se está agotando. A fin de año averiguó para congelar sus óvulos con la intención de usarlos más adelante cuando aparezca el amor de su vida. Pero se vio obligada a descartar esa opción: los especialistas le advirtieron que por su edad, sus óvulos ya están demasiado viejos para ser guardados. También le dieron un ultimátum: si quiere ser madre tiene que apurarse porque las chances de lograr un embarazo disminuyen abruptamente a partir de los 40 años, una información que pocas mujeres manejan con claridad. Por estos días, Elena analiza la posibilidad de recurrir a un banco de esperma y a la fertilización in vitro para iniciar la búsqueda de un embarazo. Como ella, cada vez más mujeres que rondan los 40 años consultan en centros de fertilización asistida para convertirse en madres solas por elección –con semen de un donante anónimo o de un amigo–, un fenómeno emergente aquí como en países de- sarrollados, en un contexto social con menos prejuicios para aceptar nuevas formas de familias.

Madres solas hubo siempre: porque enfrentaban un divorcio, la muerte del cónyuge o la no implicación de una pareja. Estas han sido las circunstancias que con más frecuencia, históricamente, han dado lugar a la conformación de familias monoparentales. Las tecnologías reproductivas permiten en la actualidad otras alternativas.

“La cuestión de la edad me pone en una situación de tener que decidir lo antes posible. Siempre pensé que iba a tener un hijo después de conformar una pareja estable. Pero de pronto caí en la cuenta, a medida que empecé a averiguar sobre el tema, de que con 40 años no me queda mucho tiempo. Siempre tuve deseo de tener hijos y formar una familia. Pero me tengo que desembarazar de la idea de que voy a ser mamá al lado de un hombre”, dice Elena. Es secretaria ejecutiva en una empresa multinacional y vive en el barrio porteño de Belgrano. Y es una más de las mujeres que se plantean ser madres solas a través de la fertilización asistida.

No se trata, claro, de una tendencia. Pero las consultas han crecido en los últimos cinco años, en distintos centros de reproducción asistida del país, confirma la médica ginecóloga y obstetra, especializada en Medicina Reproductiva Laura Kopcow, codirectora de Pregna Medicina Reproductiva, un instituto con varias sedes en la ciudad de Buenos Aires y el conurbano. Este tipo de consulta, afirmó, “aumentó de manera considerable”. “Hace un tiempo era extremadamente infrecuente una consulta de este tipo, y una mujer que decidiera encarar un embarazo sola era considerada ‘rara’. Hoy existen distintos tipos de esquemas familiares”, agregó. “En general este tipo de consultas las realizan mujeres de más de 38 años, debido a que comienzan a ver que su fertilidad se agota y la pareja no llega. Suelen tener un trabajo estable y, sobre todo, mucho apoyo familiar”, señaló otro especialista en el rubro, Fernando Neuspiller, director de la Clínica IVI Buenos Aires, una cadena de centros médicos que tienen sedes en España, Portugal, India y varios países de América latina.

Decisión muy meditada

Si bien la mayoría de las mujeres que consultan por este motivo deciden encarar la maternidad sin estar en pareja, no siempre es así. “Muchas de estas pacientes no quieren formar una pareja con el único objetivo de tener un hijo, y prefieren encarar el proyecto reproductivo solas. Por lo general llegan a esta decisión muy seguras, luego de haber meditado mucho el proyecto de maternidad. La mayoría cuenta con el apoyo familiar o de amigos. Hay pacientes que consultan estando en pareja. Por distintas circunstancias sus parejas no quieren tener más hijos. Particularmente he tratado pacientes en esta situación, y han mantenido sus parejas, luego de profundos diálogos y tomas de decisiones”, detalló Kopcow.

Esa es la situación de Laura, una arquitecta de 42 años, que vive en el barrio porteño de Nuñez. Durante 2013 realizó cuatro tratamientos de fertilización asistida de baja complejidad, sin éxito, y ya tiene fecha para realizarse, en pocas semanas, un intento de mayor complejidad a través del método ICSI. Su pareja es 20 años mayor que ella y tiene tres hijas adolescentes. “El no quiere tener más hijos. Pero me dijo: ‘Yo no tengo derecho a decirte que no sigas adelante con tu idea’. Le costó muchísimo pero ahora me acompaña en esta decisión”, cuenta Laura. “Mi deseo de la maternidad lo tengo desde los 27 años, pero nunca encontré un compañero para llevarlo adelante. Estuve casada 14 años, pero él no quería tener hijos”, sigue. Aceptó dar su testimonio para contribuir a “romper el tabú que hay en torno del tema” y para que se sepa más sobre las alternativas que tienen mujeres como ella y Elena para ser madres cerca de los 40, cuando no tienen una pareja que las acompañe. Laura tiene óvulos congelados. En su caso, el donante del esperma es muy amigo suyo, que no tiene hijos ni está en pareja, que vive en Londres y que aceptó su propuesta de tener un hijo juntos. Hace un año dejó las muestras en un banco de esperma en Buenos Aires. “La maternidad se construye de distintas formas. Yo fui la primera más prejuiciosa”, reconoce Laura. En Internet, páginas y blogs de lesbianas la ayudaron a conocer más sobre las técnicas reproductivas a las que podía recurrir: formas más caseras con la ayuda de una jeringa, o en institutos especializados.

Desfasaje

Elena no está todavía convencida de elegir el camino de la maternidad por esa vía, pero también sabe que no le quedan muchas otras chances si no quiere resignar su deseo de tener un hijo. “Una se siente joven, activa y no podés compatibilizar esa idea con el hecho de que tu vida reproductiva envejece. No es un tema del que se tenga tanta información”, señala. Claramente hay un desfasaje en los cambios culturales y sociales experimentados por las mujeres en las últimas décadas y su capacidad reproductiva. El cuerpo femenino no se adecuó: a los doce años una nena puede quedar embarazada, pero a esa edad es recomendable que juegue y estudie; entre los 30 y los 40 años, cuando muchas mujeres están abocadas a desarrollar sus carreras profesionales y laborales, antes que a cambiar pañales, se van consumiendo abruptamente sus chances de lograr una gestación, sin que se den cuenta. “La fertilidad de la mujer presenta su máximo potencial entre los 18 y 24 años. Luego disminuye muy lentamente hasta los 35 años. A partir de allí disminuye el potencial reproductivo en forma más marcada, acentuándose este proceso a partir de los 37 y más aún a partir de los 40 años”, señala Kopcow. Y agrega: “En los últimos 10 o 15 años se ha incrementado la edad en la que las mujeres buscan su primer embarazo. Las abuelas de ahora buscaron embarazo entre los 20 y 25 años. Hoy la mayoría de las mujeres comienza a buscar embarazo a los 35 años. Esto es consecuencia de la vida moderna, de que las mujeres estudian, trabajan y suelen formar pareja estable a mayor edad. Es importante que las mujeres tomen conciencia del impacto de la edad sobre la fertilidad. Y que sepan que no es cierto que tener menstruaciones regulares quiere decir que el potencial reproductivo está conservado”.

Tanto Elena como Laura sabían que su capacidad reproductiva se iba gastando a medida que se acercaban a los 40 años, pero desconocían que las chances descendían de forma tan exponencial. “La edad de la consulta es cada vez más tardía. Las mujeres creen que la ciencia es todopoderosa, que todo lo puede. Y al mismo tiempo hay muy baja formación en reproducción. Incluso también en médicos ginecólogos”, coincide la politóloga y doctora en Ciencias Sociales Cecilia Straw, investigadora del Instituto Gino Germani de la UBA. Straw investigó la temática para su tesis doctoral titulada “Lo público y lo privado en la reproducción asistida: Una oposición permanente en mujeres con dificultades reproductivas”, donde entrevistó a mujeres heterosexuales, de sectores populares y medios, entre ellas, solteras que eligieron un donante anónimo en un banco de esperma.

El tema de la edad es uno de los “más preocupantes” en medicina reproductiva en la actualidad, apuntó Neuspiller. “La capacidad reproductiva empeora año a año en la mujer a partir de los 35 años, pero a partir de los 39-40 la caída es vertiginosa. Esta disminución es debida a que durante la vida reproductiva se van usando los mejores óvulos y en el ovario va quedando una proporción menor de óvulos buenos para ser usados. Existen ya múltiples estudios que demuestran que el 70 por ciento de los óvulos que usa una mujer a los 40 años son genéticamente anormales, esta es la causa de la menor tasa de gestación y de la mayor tasa de aborto que presentan”, explicó.

–¿Qué chances tienen de lograr un embarazo a partir de los 40 años en cada intento de fertilización in vitro? –le preguntó Página/12 a Neuspiller.

–La realidad es que a partir de los 39 años, un año es mucho tiempo en términos de probabilidades reproductivas, sobre los 40 años las chances de tener un hijo con esta técnica es cercana al 14 por ciento y a los 45 años la probabilidad de tener un hijo es del uno por ciento. Esto realizando un tratamiento de fecundación in vitro, pero si estudiamos el componente genético de los embriones, las probabilidades aumentan significativamente.

–¿Se puede saber cuántos años tiene una mujer de fertilidad o cuál es la calidad de sus óvulos?

–Podemos investigar la edad reproductiva de una mujer en términos cronológicos y de reserva; ese estudio es un sencillo análisis de sangre. Lamentablemente no podemos evaluar las condiciones reproductivas de un óvulo antes de utilizarlo en un tratamiento, podemos decir que es morfológicamente bueno u óptimo, pero esto no asegura que ese óvulo generará un niño en casa.

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