SOCIEDAD › UNA ASOCIACION CONTRA LA IMPUNIDAD EN LA QUE PARTICIPAN TRES SACERDOTES

Con la bendición para reclamar

Avise nació tras la muerte de un chico a manos de un custodio privado. El caso quedó impune. Ahora la conforman gente de barrio, profesionales de todo tipo y tres curas. Aquí, la historia del grupo y de los tres sacerdotes que se animaron a sumarse a esa lucha.

 Por Horacio Cecchi

Una veintena de madres, algunos padres, un grupo vocal femenino, una murga, un abogado, una psicóloga, un perito médico, dos remiseros, una profesora de yoga, una decena de comerciantes de la zona, tres curas y sus boys-couts, un grupo de estudiantes. Rosa García y Antonio González, su marido. Entre todos conforman la Asociación de Víctimas de la Impunidad Sin Esclarecer, Avise a secas, aunque en sí mismo el nombre solo dé cuenta de una ínfima parte de la historia y de lo que representa. Aunque la asociación surgió a partir de un caso –el de Maxi García, hijo de Rosa, asesinado por un custodio privado el 8 de enero del ‘99 en Caseros–, Avise es una suma de casos, una suma de reclamos contra la impunidad policial, la desidia judicial, el desinterés o la inconveniencia de los políticos. Pero con una particularidad: no todos sus integrantes son víctimas directas de la impunidad sino que cada uno suma capacidades y voces que las instituciones no suelen escuchar. Lo callado, por algún lado salta.
La primera experiencia de Rosa y Antonio en estas lides fue tremenda y con visos de insuperable. Fue cuando Maxi fue hallado muerto, asesinado de un golpe en la nuca con un objeto romo, tan romo como los bastones que custodian los ex talleres Alianza, en la localidad de Caseros. Desde ese día, Rosa supo que de las autoridades no podía esperar demasiado. Y supo que si no era ella nadie lo haría: descubrió que los testigos son citados por las fiscalías y que las fiscalías están desbordadas, por lo que los testigos no suelen aparecer por decisión propia. Aprendió a hacer volantes y pancartas con el rostro de su hijo. Repartió la imagen en las calles, en los colectivos, los pegó en las vidrieras de los comercios, siempre con la pregunta, “alguien tiene que hablar, alguien tiene que haber visto”. Un mes después, en Caseros, todos hablaban de ella y sabían qué había pasado con Maxi. Los vecinos, en el boca a boca. Los políticos locales, en voz baja y en corrillos. Nada oficial.
El viernes 23 de abril del ‘99 logró concentrar una multitud frente a los tribunales de San Martín. Al lunes siguiente, la calificación del delito había cambiado, de “muerte dudosa” a “homicidio”. Aprendió a llamar la atención de los medios. “Cuando empezamos, éramos unos pocos y pensábamos que podíamos hacer todo nosotros”, dijo Antonio. Hasta que frustraciones y puertas cerradas hicieron lo suyo. “En algún momento nos dimos cuenta de que había que convocar a otros, dejar que otros hicieran lo que más sabían y lo que pudieran”. En los primeros meses, no quedaba hueco de Caseros que no hubiera sido hurgado por Rosa y Antonio. Podría decirse que el reclamo de apoyo se transformó en el principal medio de difusión. Nadie quedó exento.
Lo pueden afirmar Carlitos José y Noel, los párrocos de las iglesias La Merced y Santa Teresita, de Caseros. A Noel, Rosa no lo conocía. Lo fue a ver porque sabía que ayudaba a los chicos de la calle. Fue con la foto de Maxi. El párroco se encontraba dando misa. Rosa esperó en el recinto. Cuando terminó la misa, Noel se retiró al interior. “Me había visto, pero creí que no volvía”, dijo Rosa a Página/12. Pero volvió. Y ya estaba enterado de lo que había pasado con su hijo. “¿Y cómo puedo ayudar?”, preguntó Noel. Terminó acompañando primero a Rosa y después a Avise a lugares donde nunca antes había ido: tribunales, comisarías, cortes de ruta. Terminó como orador en las marchas.
“La primera vez –recordó Rosa– le pedí que viniera a un corte ante Tribunales. ‘Vienen las Madres de la Plaza’, le dije. Llegó antes que yo. A las 9 estaba paradito con su Biblia y me preguntó, ‘¿y ahora qué hago?’. Le pedí que hablara de la solidaridad y de la impunidad. Al principio le temblaba la voz, ahora ya no.” Avise también pasó por la iglesia La Merced cuando Carlitos José todavía oficiaba en la José Obrero. Rosa ya había pedido apoyo al párroco anterior. “Señora –le había dicho aquel cura–, yo acá no hablo de muertos ni quiero discutirlo.” “A él también lo asesinaron”, le dijo entonces la mujer y miró al Cristo. El cura tuvo que darse vuelta porque al Cristo le daba las espaldas. Poco después, Carlitos José fue designado en La Merced. Rosa volvió. Y la respuesta fue diferente. Carlitos pegó varias fotos de Maxi en la puerta de la Iglesia, participó en cuanta marcha y festival organizó Avise y en cada ocasión sacó a los boy-scouts a la calle para correr la voz sobre todas las actividades que venían.
Mirta Volonté es psicóloga y llegó a Avise propiamente de la mano del boca a boca. Su sobrina es la dentista de Rosa, y un día le contó a Mirta que tenía una paciente cuyo hijo había sido asesinado por un guardia privado. “Necesita ayuda”, le dijo. No fue la primera vez que alguien le preguntaba a Rosa “¿con qué puedo ayudar?”. E inmediatamente salió la propuesta: el primer encuentro de Mirta con Avise fue para presentarse ante un grupo de madres y terminó en una reunión donde cada madre relató su historia. Aunque todas eran diferentes, tenían algo en común: alguno de sus familiares había sido víctima de la impunidad y todas esas madres carecían de ninguna atención ni contención más que la que se podían dar entre ellas mismas. A partir de ese momento, Mirta pasó a ser una especie de shamán.
Oscar Hernández llamó al grupo después de ver a Rosa en una entrevista en tevé en la que relató su caso y dejó un teléfono. “Nos llamó un día –dijo Rosa–, le dije que necesitaba un perito forense que nos ayudara. Nos invitó al consultorio y fuimos con Antonio. Le llevamos varias causas y le contamos cómo nos manejábamos. El nos dijo que no quería que les pasara a sus hijos lo mismo que a Maxi. Y a partir de ahí, se puso a colaborar con nosotros. Asesora en todas las causas, y en muchas interviene directamente. Ahora está con el caso de Raúl Rodríguez, un chico que asesinaron en Moreno. Fue una patota que lo molió a palos. La madre salió a investigar –dijo Rosa como si se tratara de algo habitual– y descubrió que los que lo mataron estaban vinculados con políticos. Ya tiene fecha para el juicio oral y el doctor Hernández va a declarar.”
En Avise también participa el abogado Hernán Jaureguiber. Lo conoció en la Plaza de Mayo, en alguna de las marchas de las Madres de la Plaza. Jaureguiber está vinculado a organismos de derechos humanos. La experiencia zanjó la pregunta. “Hablamos ahí mismo –dijo Rosa– y enseguida empezó a colaborar.” Jaureguiber asesora a las familias y cuando el caso es de jurisdicción porteña interviene directamente. “Está con nosotros desde hace casi tres años. Con él las madres aprendimos –explicó Rosa– que como principal damnificada podemos ver la causa nosotras mismas y sacar fotocopias. Esto y muchas otras cosas las vamos aprendiendo por el camino. Ninguna madre nació sabiendo todo lo que hay que hacer y mover porque mataron a su hijo. Eso se aprende en el camino.”
La ausencia de apoyo del Gobierno, la decisión de “no aceptar nada del poder político que no sea lo que fuimos a pedir porque el poder te devora”, como dice Antonio, la total ausencia de fondos institucionales, transformaron al grupo en lo que se transforman todos los grupos semejantes que nacen para reclamar Justicia. “La falta de medios –explicó Rosa– nos termina saliendo más caro. Gastamos un platal en llamadas de teléfono. Nos dicen que por correo electrónico sale mucho más barato. Pero si ni computadora tenemos.”
Para seguir funcionando organizan colectas, festivales de música, ferias americanas. Si deben viajar lejos, usan remís, pero no cualquier remís sino los que ofrecieron desinteresadamente Juan y Néstor, contactados por Oscar, uno de los padres de Avise. En todas estas actividades, abogados, curas, peritos, psicólogos, comerciantes, todos dejan de serlo paratransformarse en un brazo de la cadena organizadora. En los festivales son infaltables el grupo femenino Las Sonámbulas y la murga Los Caprichosos de Caseros. Pero, como el resto, ambos participan no sólo en el escenario o en las marchas en lo suyo. También forman parte de la organización. “Ya están en la calle anunciando el próximo festival con volantes y afiches –dijo Rosa–. Se hace el 17 de octubre en el Centro de Deportes Municipal en Caseros. La Sonámbula se encarga de la parte de Haedo y Los Caprichosos agarran Caseros, Sáenz Peña y Santos Lugares. El resto nos dividimos en cinco grupos de diez personas. En cada grupo hay una mamá. Nos dividimos así para evitar repetir los lugares, cada grupo toma una zona. También los curas sacan a repartir volantes a sus boys-couts.”
El festival de octubre será para empezar a reunir fondos para que Avise tenga su casa propia. Rosa apuntó que “Víctor Heredia pidió ser el padrino”. Días antes, el próximo 26 de septiembre, a las 17, en el auditorio de la Facultad de Ciencias Sociales, Uriburu 950, Nora Cortiñas, de Madres de la Plaza-Línea Fundadora, Adolfo Pérez Esquivel, Rosa García y Emiliano López, de la Facultad de Tres de Febrero, presentarán el video institucional de Avise en la materia Cultura para la Paz y los Derechos Humanos, una Cátedra de la Unesco. El video fue como tantas cosas logradas por Avise, una colaboración voluntariosa de Emiliano López y algunos amigos de la facultad. Emiliano también realizó la página Web de Avise (www.avise.org.ar)
“Aunque ya pasamos por tantos casos –explicó Rosa–, tenemos 53, lo más difícil sigue siendo cuando llega una madre llorando a su hijo. A mí me remueve todo. También es difícil explicarle, lo aprende con el tiempo, que no estamos empujando por un solo caso, que no hay ninguno más importante que otro. Y, también, a veces, explicar que nos tenemos que mover nosotros, que no podemos esperar que las cosas vengan de afuera”.

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A falta de local, los miembros de Avise se reúnen en la parroquia Santa Teresita, de Caseros.
 
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