SOCIEDAD › LANZAN UN PLAN PARA PROMOVER DONANTES HABITUALES

Para no hacerse mala sangre

El Ministerio de Salud puso en marcha un programa para generar donantes de sangre voluntarios y habituales. Busca solucionar la falta de sangre y mejorar la calidad de las trasfusiones.

 Por Pedro Lipcovich

Se puso en marcha el más ambicioso programa para generar donantes voluntarios y habituales de sangre: abarcará a todas las obras sociales del país. El plan procura remediar dos carencias graves: la falta de sangre para trasfundir –muchas operaciones deben postergarse y muchos accidentados directamente mueren por esa causa– y la inferior calidad de la sangre trasfundida: datos internacionales muestran que, por más que se extremen los controles, la sangre de los donantes habituales es más segura que la de los amigos y familiares convocados de apuro. El programa que lanzó ayer el Ministerio de Salud empezará por capacitar a empleados, directivos y médicos de las obras sociales para que sepan cómo promover la donación. Se prevé que, desde marzo del año que viene, el programa llegará a los afiliados, y para 2005 podría estar funcionando a pleno. La prevalencia de donantes habituales voluntarios se considera, internacionalmente, como un indicador relevante de desarrollo social, por la actitud solidaria que supone; la Argentina, en este orden, está muy retrasada.
“No hay sangre”, resume Gustavo Santero, quien organiza el Programa de Promoción de la Donación Voluntaria de Sangre de la Superintendencia de Servicios del Ministerio de Salud de la Nación. Sucede que “nos llegan expedientes de afiliados a obras sociales que deben postergar 15, 20 días cirugías ya programadas; peores son los casos de mujeres que mueren por hemorragias en partos, la gente que muere luego de accidentes en la vía pública, porque no hay sangre. Y esto, por supuesto, no vale sólo para las obras sociales sino para los hospitales públicos en general”.
Además, recuerda Santero, “la donación proveniente de familiares o allegados convocados de urgencia es insegura con relación a la que proviene de donantes voluntarios habituales”. El 27 de julio pasado, Página/12 reveló que la sangre trasfundida en la Argentina es menos segura que la de muchos otros países en cuanto a la trasmisión de enfermedades como hepatitis C y B, sífilis y otras; no por falta de controles en los bancos de sangre sino porque las infecciones tienen “períodos de ventana” durante los cuales son indetectables: la sangre más segura se brinda en países que la obtienen de donantes voluntarios habituales, y no de donaciones “compulsivas o de reposición”.
Las obras sociales tienen 14 millones de afiliados, de los cuales unos 4 millones, de entre 18 y 65 años de edad, son potenciales donantes. Daniel Fontana, titular del Plan Nacional de Sangre, observó que “las obras sociales son en sí mismas un sistema basado en la solidaridad, y es coherente que pueda prosperar en ellas la donación solidaria de sangre.
Santero precisó que “inicialmente trabajaremos con Osplad, OSDE y Osprera (Obra Social del Personal Rural y Estibadores): lo primero va a ser concientizar y capacitar a los administrativos, a los directivos y a los médicos”. En esto colaborarán la Sociedad Argentina de Hematología y Fundaleu. Desde marzo de 2004, los afiliados recibirán información “sobre el hecho de que cada donación puede salvar varias vidas, ya que la sangre se fracciona en componentes para distintos pacientes”, comentó el especialista y anunció que “en 2005, el sistema podría funcionar a pleno”.
Los donantes serán incluidos en un padrón de alcance nacional, y las donaciones “se recibirán, en los bancos de sangre, para quienes la necesiten y no para la obra social del donante en particular”, destacó Santero y señaló que, “internacionalmente, la disposición de donantes voluntarios habituales se considera uno de los indicadores de desarrollo social, ya que depende de la actitud solidaria de la población”.
En los países desarrollados, la proporción de donaciones voluntarias habituales llega al 98 por ciento; en los de mediano desarrollo, bajan al 40 por ciento; en los de menos desarrollo, caen al 30 por ciento o menos; en la Argentina no superan el 3 (tres) por ciento. Fontana agregó que “estudios antropológicos señalan que la movilización alrededor de la donación de sangre es útil, más allá de su función inmediata, para generar una trama de vínculos diferentes, solidarios.

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La sangre que se trasfunde en Argentina es de calidad inferior que la de otros países.
 
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