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El género en el primer bautismo de vuelo militar

Por primera vez una mujer pilotea un avión militar. Se llama Débora Pontecorvo. El vuelo de bautismo tuvo lugar en la Escuela de Aviación Militar de Córdoba. Estuvieron presentes las tres primeras pilotos civiles.

Elvezia se puso un collar de perlas y una chalina con brillitos para la ocasión. A sus 83 años, miraba embelesada el avión Mentor. “Ella nos enaltece a todas”, se emocionó la mujer, con su bastón en la mano. Señalaba a Débora Pontecorvo, de 24, quien estaba a punto de volar sola por primera vez. Aunque fue la última de los alféreces en cumplir su bautismo, la chica era la celebridad del día: el año próximo Débora será la primera piloto militar de la Argentina. “Es un hecho trascendente: no lo llamamos hazaña porque estaríamos subestimando a la mujer argentina, que es capaz de esto y mucho más”, señaló el comodoro Atilio Záttara, jefe del Grupo Aéreo Escuela, en la celebración que se desarrolló en Córdoba.
En tierra esperaban los familiares de la joven, que siguió los pasos de los suyos en lo que ella llama “la vida militar”. Su padre es capitán retirado de la Fuerza Aérea y su hermano es piloto. “Es muy estudiosa”, se enorgullecían todos. “Ahora viene la parte más jodida: tiene que estacionar”, bromeó un hombre cuando el Mentor volvía. Débora, de 24 años, se sacó el casco blanco y escuchó el grito de sus compañeros, más pendientes que ella de las coqueterías: “¡Che, peinate!”. Después de tomar una copa de champán, cumplió el mismo ritual que todos. Una patada en el traste y a rebotar en la tela sostenida por sus compañeros. Al ser muy pequeña de físico, fue la que más voló, abriendo los brazos como si tratara de imitar su avión. Y no escapó de la manteada tradicional, con suaves patadas incluidas que no distinguieron género.
Sólo después la joven pudo abrazar a los suyos. Su padre no entraba en el saco por el orgullo: “Venga, mi palomita”, le largó adelante de todos los periodistas. Elvezia también se acercó a saludarla, plena y feliz en sus propios recuerdos. “Yo me recibí de aviadora civil en el ’48, y se me estremece el corazón de ver a Débora”, contó ante este diario. En su juventud, Elvezia solía mirar los aviones “como ahora”, recordó sin perder la expresión soñadora. Una noche soñó que volaba y se anotó en un curso de aviadora. La primera vez que estuvo en el aire, su instructor se extrañó: “¿Qué pasa, señorita, que está tan callada?”, le preguntó. “Es que yo ya vi esto en sueños”, escuchó como respuesta. En la actualidad mantiene su pasión por los aviones. “No se imagina lo que yo siento”, repetía ayer mirando el Mentor.
Débora es de Ciudad Evita, pero los últimos seis años los pasó en la Escuela de Aviación Militar de Córdoba. Los primeros dos estuvo en la Escuela de Suboficiales, pero cuando el curso de pilotaje se abrió a las mujeres, en 2001, no lo dudó y se cambió. De entrada tuvo veinte compañeras: sólo tres terminaron los cuatro años de instrucción como cadetes necesarios para empezar el curso, pero Débora fue la única que logró ingresar tras los diversos exámenes.
Ante Página/12, la chica bajó el tono a las cuestiones de género. “La vida militar no es fácil. Si la pasé mal yo, lo mismo les pasó a mis compañeros. Al principio quizás una piensa que la mentalidad de ellos es machista, pero lo cierto es que hubo una adaptación de las dos partes”, aclaró. “Para nosotros es una más”, coincidieron sus jóvenes compañeros. Débora será la primera piloto militar el año próximo. Ya contó que su objetivo es formar parte de la escuadrilla Cruz del Sur, que se caracteriza por su destreza en la acrobacia aérea.
“No nos olvidamos nunca de que sigue siendo una dama”, señaló durante la ceremonia Atilio Záttara. Sus palabras eran seguidas con atención no sólo por Elvezia. Al menos se vieron otras dos aviadoras civiles que andaban arriba de los sesenta. Una de ellas tenía unos aros colgando de las orejas que la delataban: eran un enorme par de aviones. Fue ella quien recordó el aniversario número 130 del nacimiento de Jorge Newbery. “Ah, yo no sabía”, se sorprendió un militar. La mujer le contestó, resignada: “¿Ves?, para eso también tenemos que venir nosotras”.

Informe: Daniela Bordón

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Con el bautismo, Débora Pontecorvo voló dos veces. Primero en el avión. Después, como en la foto.
 
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