SOCIEDAD › LUIS BARRIOS, MILITANTE POR LOS DERECHOS DE LOS INMIGRANTES EN ESTADOS UNIDOS

“Al tráfico humano nunca lo van a parar”

Doctor en antropología y ex sacerdote anglicano, Barrios explica cómo los empresarios estadounidenses se aprovechan de los inmigrantes ilegales. En diálogo con Página/12, da cuenta de un sistema perverso que fomenta la inmigración ilegal y a la vez expulsa a los inmigrantes. Hasta la deportación genera ganancias.

Por Cristian Alarcón
Desde Nueva York


Cuando lo expulsaron de la Iglesia Anglicana por trabajar con ilegales, prostitutas, adictos y pandilleros de Nueva York, el sacerdote y doctor en antropología Luis Barrios recibió el llamado de Arthur Cristy, uno de los abogados más prestigiosos y caros de Manhattan. El litigante había leído el caso en el New York Times. Sin preámbulos le dijo: “Mira, te seré sincero, yo no creo en esa mierda que tú haces, pero estoy viendo que te van a joder. Tuve un abuelo sacerdote episcopal, al que los obispos también se la dieron. Por eso te voy a representar”. La asesoría legal de Cristy le permitió negociar su permanencia en la iglesia, pero el obispo anglicano del distrito se negó a designarle una capilla para trabajar. Fue entonces cuando Barrios y otros sacerdotes tercermundistas crearon la Iglesia San Romero de Las Américas, un enclave de activismo en el corazón de Washington Heighs –el barrio dominicano– y uno de los lugares “de base” donde se gestan las grandes movilizaciones que acorralan a George Bush. “Canonizamos al obispo asesinado en El Salvador porque se nos dio la gana –se jacta el padre Luis– y para dar un mensaje claro. Religión no es el opio de los pueblos, en Estados Unidos en la religión se refugia la revolución.”

–Usted acaba de publicar, junto con el doctor en sociología Dave Brotherton, un libro sobre una pandilla de portorriqueños que decidió pasar a la legalidad. ¿Cómo llegó a ellos? ¿Por qué se interesó en los Latin Kings and Queens?

–Siempre he trabajado en la calle. Cuando estuve medio exiliado de la jerarquía eclesiástica nuestra, en la iglesia Santa María del West Harlem, conocí a los Latin Kings. Uno de sus líderes salió de la cárcel queriendo cambiar. Adentro se había convertido a la religión pentecostal, pero rápido entendió que Dios, solito, no iba a hacerlo todo, que había que ayudar. Ellos eran un grupo dedicado al delito, la droga y la violencia. Habían enjuiciado a King Bood (Rey Sangre), el último jefe que había mandado matar a tanta gente que yo no sé, le dieron 240 años de prisión. Era hora de cambiar. Les propuse negociar con ellos, pero si hacíamos pública la situación. Si permanecían en la clandestinidad el gobierno los perseguiría peor.

–¿Qué dificultades surgieron en ese cambio?

–La policía nos persiguió. Nos reuníamos en la iglesia, a donde la policía no podía entrar. Una vez amenazaron con allanarnos y me tuve que poner duro: “El que entra no sale. Si entran nos los comemos vivos”, les advertí. Pero todo terminó con los operativos más impresionantes que hayan hecho el FBI y varias agencias federales más, incluida Migraciones. Detuvieron a King Tone y a otros líderes bajo cargos de sedición. Fueron minando el movimiento hasta atomizarlo.

Entre otros perjuicios, el propio Barrios fue detenido tres veces por agentes del FBI. Lo acusaban de ser quien en realidad manejaba al grupo que hizo pública su legalización y su politización, aunque fue imposible probarlo y siempre quedó en libertad. Tras el operativo en el que fueron presos 153 supuestos miembros de los Latin Kings and Queens, la mayoría quedó en libertad. Sólo 40 eran reales miembros del grupo, alejados de la ilegalidad y activistas del grupo religioso de Barrios en el Bronx. Sufrieron, asegura, el mismo tipo de persecución que los supuestos miembros de la Mara Salvatrucha que han sido detenidos a lo largo de todo el país. En Nueva York los salvadoreños se concentran en las afueras, en Long Island, donde también viven miles de argentinos.

–La mara funciona como estigmatizadora para la criminalización.

–Toda la propaganda republicana contra los migrantes se basa en que son agentes del terrorismo por su simple condición de ilegales. Usan la supuesta criminalidad extrema de la mara para la persecución: cualquiera que sea salvadoreño y tenga tatuajes en el cuerpo puede ir preso y ser deportado como marero cuando en realidad no es más que una persona joven y sin papeles. Las maras son los hijos del neoliberalismo. No voy a decir que el fenómeno de la mara es correcto. Da un fenómeno de identidad colectiva donde se crean proyectos que preservan espacios que antes les fueron quitados. Fueron rechazados por todos. Si a la gente la acorralan, no se va a entregar, va a resistir.

–Los investigadores académicos hablan de una migración funcional al sistema económico. ¿Usted lo ve en su trabajo sacerdotal?

–Se agudizaron los problemas de la pobreza en Estados Unidos a partir de la falta total de inversión en desarrollo humano. Aquí, el que tiene una empresa abusa de la migración porque la ilegalidad inmediatamente reduce la paga. La persecución política comienza con los noventa. Estábamos saliendo de la era Reagan pero el fenómeno continuó con Bush padre. Después se montó el gobierno liberal de Bill Clinton. A ellos, los migrantes latinos que esperan cambios deben temerles más que a los reaccionarios. Nunca salen mal parados. Aunque ellos tienen la misma política: hacer crecer el capital pero no invertir en seres humanos. Ellos también impusieron el Tratado de Libre Comercio (TLC), que es el que impacta en el crecimiento imparable de la migración.

–Desde su trabajo en los barrios latinos ¿cuál es la causa primordial para la migración del Sur al Norte?

–Por el imperialismo cultural, todos quieren venir a la maravilla. La versión en general es la misma: “Allá tú estás jodido hermano, y acá uno se defiende”. Además mantienen a la familia en su país de origen. Esa válvula de escape resuelve, en el contexto de una globalización furiosa, el grave problema socioecomómico que tienen los países más subdesarrollados. Son millones de dólares que cada día salen de Estados Unidos para sostener la pobreza del resto del continente. En México casi llegan al 50 por ciento del PBI. En estos países, el gobierno local se roba ese dinero y son los inmigrantes los que resuelven con las remesas ese déficit. Están trabajando por dos dólares la hora. Y con esa explotación todos se benefician.

–¿Cómo se vive esa explotación en Nueva York?

–Se vive como un proceso de eliminación grave. Acá el latino está en la mira. Y el ilegal no tiene derechos humanos. En el ataque a las Torres Gemelas no se quiso investigar la cantidad de indocumentados que había en el edificio. En la comunidad nuestra identificamos 127. Pero los familiares de esas personas no tienen ni el papel que dice que murieron.

–¿Cómo evalúa el momento político después de las movilizaciones?

–Estamos dejando la actitud derrotista. Lo más preocupante es que en muchos estados existe un consenso popular alimentado por una campaña de años según la cual al terrorismo lo crean los inmigrantes. La prevención del terrorismo de los organismos federales implica el control de los inmigrantes, cuando el 90 por ciento de las acciones terroristas las cometen blancos nativos. El 97 por ciento de esas acciones son con armas cortas, en el país que más armas cortas produce en el mundo.

–Sin embargo, la migración no se detiene.

–Es increíble pero el nacionalismo paranoico que los lleva a construir un muro en la frontera con la pobreza mexicana no los deja ni siquiera entender que ocho de cada 10 migrantes indocumentados entran con papeles falsos. Ellos en el aeropuerto miran quién luce sospechoso, pero no quieren ver la cadena de corrupción millonaria que permite que todos los que quieren volver tras ser deportados lo hagan pagando miles de dólares.

–Usted está actualmente trabajando en una investigación académica sobre los latinos deportados. ¿Cuáles son las primeras conclusiones?

–Entrevisté 25 deportados. Los 25 regresaron a Estados Unidos por aeropuertos. Todos coinciden: “Pagamos por la inmigración desde allá hasta acá, en muchos lugares”.

–¿Cuántos migrantes fueron deportados en los últimos años?

–El gobierno se niega a brindar cifras sobre el tema. Es un tema secreto. Lo que sí sabemos es que los inmigrantes detenidos son los presos más caros de la industria carcelaria: 95 mil dólares al año. Esa gente, los dueños de las cárceles, se llaman los unos a los otros como si comercializara animales. “Mandame uno pa’cá!”, se dicen porque los IDC –Inmigration Detention Center– funcionan con el sistema de cama caliente.

–¿Cómo son detenidos los deportados?

–Caen en redadas regulares. O porque alguien contrató inmigrantes indocumentados. El truco de muchos es que cuando llaman a migraciones no pagan los sueldos. También se da mucho el caso de la delación por parte de las parejas en los conflictos sentimentales. O cuando el propio traficante de personas que los trajo los mantiene secuestrados y les pide mil dólares a los familiares para no entregarlos. Si no los pagan, entonces los entregan. Es el mismo prestamista que les adelantó el dinero para llegar hasta el aeropuerto.

–Usted ha intervenido en esas situaciones. ¿Cómo se actúa ante la explotación y la extorsión de los industriales que los emplean?

–Los sweat shops son modernos centros de explotación de personas que trabajan a dos dólares seis días a la semana. Están por todo el estado de Nueva York. Como a los trabajadores ilegales no les conviene moverse mucho para no caer en manos de Migraciones, se ubican al interior de las comunidades latinas, ocultos. Cuando llegamos a uno de estos lugares se tiene que negociar. Algo importante es que teniendo en cuenta su situación no queremos que pierdan el trabajo. No pueden hacer una huelga, y nosotros como líderes, no podemos conducirlos a un conflicto peor que el que viven. Yo mismo hablo con los dueños de las fábricas textiles para pedirles que les paguen un poco más, que no les exijan favores sexuales a las mujeres. Tú sabes, uno tiene que ser coherente pero no estúpido. Siempre, pero siempre, lo peor para el inmigrante es la deportación.

–¿A dónde van los deportados cuando son detenidos en una ciudad como ésta?

–Nueva York produce muchos indocumentados deportados pero no existe un centro de detención aquí. Cuando alguien no vuelve a su casa y se piensa que lo deportan toca ir a Filadelfia. Si es que no dio un nombre falso para poder volver a entrar. Suelen moverlos por distintos estados y de esa manera el ilegal genera ganancias a distintas corporaciones. Por supuesto que además no hay juicio.

–El proyecto de ley que criminaliza a los inmigrantes también lo hace con quienes los ayudan. ¿Qué es esa estrategia?

–Creen que encerrando a los que no denuncien a los inmigrantes lograrán frenar algo el problema. Están equivocados. No querían vernos antes de las marchas. Ahora es inconstrastable. Pero el censo dio oficialmente 33 mil mexicanos en Nueva York y la Asociación Tepeyac salió a la calle y registró en una semana medio millón. Para el 2050 seremos 80 millones de latinos en Estados Unidos. Es indudable que somos los que más entramos y somos los que más parimos. Pueden militarizar la frontera que no detendrán el soborno a los agentes de las aduanas. Al tráfico humano nunca lo van a parar, como a la droga, que nunca la pararon.

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Barrios, líder religioso y comunitario de la comunidad latina en Washington Heighs, Nueva York, en la puerta de su iglesia en Manhattan.
 
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