SOCIEDAD

Con ayuda telefónica, asistió a su hija en el nacimiento de su nieto

El diálogo entre el operador del 911 y el taxista-partero duró 42 minutos. “¡Nació! ¿Y ahora qué hago?”, preguntaba entre el llanto del bebé.

 Por Carlos Rodríguez

“Fue una experiencia única, la más fuerte de mi vida.” A José Herrera, de 42 años, todavía le tiemblan las piernas y la voz se le atraganta. “Me dio un poco de pudor, soy el padre, pero mi mujer estaba muy nerviosa, no podía hacer nada.” José ayer vio nacer a su sexto nieto, en vivo y en directo. Taxista de profesión, José no fue un mero espectador del milagro sino que le tocó oficiar de partero. Asistió en el alumbramiento a su hija Mariana Soledad, de 19 años, dirigido a distancia por un operador civil del 911, el número dispuesto por el Ministerio de Seguridad bonaerense para brindar ayuda ante cualquier delito o emergencia sanitaria. El joven del 911 es un estudiante de arquitectura a punto de recibirse, preparado para actuar en estos casos. Su nombre se mantuvo en reserva por cuestiones de reglamento. El audio que registró los 42 minutos que duró el diálogo entre José y su amigo invisible resume emoción, ternura, angustia. “¡Nació, nació! ¿Y ahora qué hago?” La voz de José pasa de la alegría a la incertidumbre, hasta que llega el final feliz: “Le agradezco de todo corazón, sin su ayuda no hubiera podido”, dice José. “No, usted lo hizo. Muy bien, José, lo felicito”, responde el operador. La música de fondo es el primer llanto del recién nacido.

Cerca de las diez de la noche del jueves, Mariana Soledad Herrera, acompañada por su madre, Blanca del Valle Coronel, fueron hasta el hospital Luciano Vicente de la Vega, de Moreno. La familia vive en Pilcomayo 3919, en La Reja, partido de Moreno, y estaba preocupada porque Mariana tenía los síntomas clásicos del trabajo de parto, aunque la fecha prevista para el nacimiento había sido pronosticada para dentro de dos semanas. “Los médicos le dijeron que se quedara tranquila, que todavía faltaba”, relata José y la voz, por primera vez durante la charla con Página/12, se le endurece.

“¡A usted le parece! Las hicieron venir y ellas se fueron a otro hospital, en Merlo. Le dijeron lo mismo y no tenían cama para internarla. No es bueno el hospital. Nos discriminan. Muchas veces no tenemos dónde ir”, se queja José, quien al principio estaba ajeno al problema porque dormía. Trabaja como taxista en la Capital Federal y se levanta a las 3 de la mañana para llegar temprano a retirar el auto que alquila por día.

“Estábamos tranquilos porque el parto era para dentro de 15 días, pero se adelantó.” Y cómo. Cuando vio el cuadro de su hija llorando de dolor y a su mujer nerviosa, José decidió quedarse y ante el fracaso con los hospitales, optaron por llamar al 911 para pedir que les enviaran con urgencia una ambulancia y una dotación de médicos. “Como la ambulancia no llegaba, llamé de nuevo y como nos dimos cuenta de que el chico venía, tuvimos que hacer algo. Yo no sabía qué hacer y mi mujer estaba muy nerviosa. El operador me salvó.”

Eran las cuatro y diez de la mañana de ayer cuando José y su amigo del 911 tomaron cartas en el embarazoso asunto. “Fíjese entre las piernas de la señora, José. ¿Puede ver algo? Tiene que mirar bien, para saber si el bebé viene de cabeza o de cola. No se ponga nervioso y mientras tanto prepare unas toallas para limpiar y envolver al chico cuando nazca. Tranquilo, José, tranquilo.” No fue fácil para el abuelo que debutó como obstetra. “Me temblaba todo”, recuerda.

“La mayor preocupación que teníamos con la madre es porque Mariana sufre de hipertensión arterial. Ella tiene una nena de dos años y el primer parto fue por cesárea, porque el parto natural era muy peligroso para ella.” Al escuchar el audio de la comunicación telefónica con el 911, al que tuvo acceso este diario, se advierte el dramatismo de la situación. Mientras Mariana grita de dolor, su madre trata de calmarla. “Ella la tomaba de las manos para tranquilizarla, no queríamos que le subiera la presión.” El relato queda en boca de los dos hombres: –Ponga la mano entre las piernas de la señora y trate de ver si el parto viene de cabeza o de cola. Es importante que cuando el bebé empiece a salir, usted le tenga la cabeza. No se olvide, José.

–No alcanzo a ver nada –responde José con una voz de angustia.

–Tiene que tranquilizarse José. Siga palpando la zona y dígale a la señora que comience a pujar –aconseja el operador mientras se escuchan los gritos de dolor de Mariana y la voz de su padre diciéndole “tranquila, mi amor”, “tranquila, mi bebé”.

De repente, todo se precipita: “Ya sale, ya sale”, grita José mientras pide instrucciones. “No se olvide de tenerle la cabeza”, insiste el operador. “¡Ya nació, ya nació! ¡Y ahora qué hago?”, dice José mientras se escuchan tres llantos. El del recién nacido tapa los de la hija y la esposa de José. “Limpie al bebé con las toallas y tápelo para que mantenga el calor del cuerpo. Póngalo sobre el vientre de la madre. Ahora tiene que cortar el cordón y sacar la placenta.” En ese momento llega la ambulancia y los médicos se hacen cargo del resto. Anoche, Mariana Soledad y su hijo Federico estaban internados sólo por precaución, en perfecto estado de salud. “Ojalá que salga la nota, así el dueño del taxi sabe que es verdad lo que le dije y que no me quedé a ver el partido de Argentina”, dice José, antes de decir otra vez “muchas gracias al operador del 911”.

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