SOCIEDAD › LA IGLESIA EN CAMPAÑA CONTRA EL PROYECTO DE UNION CIVIL

La cruzada anti-gay

El proyecto se convirtió en blanco de una campaña de la Iglesia. La UCA le dedicó un documento con increíbles apreciaciones de especialistas sobre la homosexualidad. A su vez, la Fundación Argentina del Mañana llama a enviar mensajes de protesta y hasta recauda fondos para combatirlo.

¿Qué palabra más católica, desde las cruzadas o desde la evangelización homicida del continente, que “campaña”? Esta vez, a nivel nacional, una campaña de la Iglesia Católica aúna a los cristianos más retrógrados, ahora lanzados contra el proyecto de ley de unión civil entre gays o lesbianas. Tan organizada es la cruzada que tiene su ejército académico en acción tras la pontificia Universidad Católica Argentina y su batallón no gubernamental anclado en la Fundación Argentina del Mañana, la misma que combate la ley de salud reproductiva y que de tanto presionar a los anunciantes ha logrado derribar de la pantalla televisiva programas como “Cha-cha-cha”. De hecho, la ONG que titula en su página de Internet propone, tras una breve encuesta que confirma el grado de homofobia del asociado, enviar un mensaje de protesta a las comisiones de la Legislatura porteña que tienen en sus manos el proyecto. Casi una perla en medio del fragor del combate es acaso ese furcio de estos católicos que pueden cliquear en la pantalla el link “Mi participación activa”, asunto que implica sustentar la campaña con una ayuda económica. El envío de cartas a los legisladores es apenas una arista de la cruzada: 61 páginas de encendida verba homófoba de los especialistas de la UCA surgieron de unas jornadas convocadas por la UCA y presididas por su rector, Mons. Alfredo Zecca.
Para frenar lo que consideran un avance desmedido del proyecto de unión civil que cosecha un “peligroso” aval de parte de buena parte de los legisladores porteños, la UCA compaginó un cuadernillo en el que pueden leerse las más variadas, desopilantes y cavernarias apreciaciones sobre la cuestión homosexual vertidas en una jornada interdisciplinaria. “La homosexualidad es una enfermedad psiquiátrica”, “la orientación homosexual debe ser vivida en castidad o en silencio” y la terrible duda sobre si “¿no se está cambiando la tolerancia –de gays y lesbianas– por la plena aceptación social?” son apenas algunas de las tantas piedras para la honda de los cristianos de derecha que se ven a sí mismos como David combatiendo a un gigantesco Goliat homosexual. Para ofrecer otra perspectiva académica, durante setiembre se realizará una jornada en la UBA. “Convocamos a un grupo de juristas, psicólogos y sociólogos de la universidad pública y centros de investigación para reflexionar sobre la unión civil. El valor agregado de estas jornadas es su carácter pluralista y el no estar impulsados por una universidad confesional”, anunció a Página/12 Flavio Rapisardi, coordinador del Area de Estudios Queer, dependiente del Centro Cultural Ricardo Rojas (ver aparte).
Pullman y preferencial
Una necesidad, podríamos llamar taxonómica, acucia a los médicos católicos disertantes en la jornada que el 19 de junio se hizo en la UCA. Carlos Velazco Suárez, citando de paso a Pablo VI, subraya en su disertación que hay homosexualidad ocasional “fruto de circunstancias particulares (cárceles, internados, épocas de la vida como la adolescencia” (sic), y otra producto de “comportamientos sexuales desordenados, frutos del mal uso por parte de los hombres”, acaso inspirado el doctor Velasco en los miles de porteños que pagan por los servicios sexuales travesti. Velasco luego abunda en la clasificación detallada que, según él, hace “la clínica”. A saber: homosexualidad preferencial adulta, pseudo homosexualidad, homosexualidad situacional, en etapas de desarrollo, forzada o de explotación, bisexualidad, o la más peligrosa de todas, la homosexualidad ideológica. “Sobre todo en militantes feministas”, indica el médico, ostentando el viejo prejuicio por el que los derechos defendidos por las mujeres incitan el deseo lésbico.
El doctor Carlos Ray parte por el comienzo, en el mismo machista sentido; marcar la diferencia entre los atributos de la mujer (“a saber: intuición, prudencia, recato, preocupación por los detalles, sensibilidad afectiva”) y del hombre (“búsqueda de nuevos horizontes, enfoque global, arrojo, espíritu de conquista y aventura, sensualidad”). Ray alza su voz para protestar por el equívoco de nombrar gays o lesbianas a los homosexuales, que “no ‘son’ sino que ‘tienen’ una orientación sexual desviada que tratar de corregir”. Así como Velasco, Ray también propone su clasificación. a) Los “sujetos que desde niños tienen preferencias, actitudes y gustos más propios del sexo opuesto”, quienes “necesitan recibir tratamiento psiquiátrico”. b) Niños y jóvenes que fueron abusados o violados y quedaron con problemas de identidad sexual. c) Quienes lleven “una vida sexual promiscua –con o sin drogadicción– que los lleva a probar y tener distintas experiencias sexuales y terminan en una vida completa o alternativamente homosexual”, lo que en el léxico sexista sería “macho no es el que la probó, sino el que la probó y no le gustó”.
Las cosas por su nombre
Para argumentar con elementos jurídicos la UCA llamó a cinco abogados a expedirse sobre el proyecto de la comunidad homosexual. En general, se horrorizan todos por el mismo motivo: la equiparación que en el texto del proyecto se haría entre las parejas homosexuales y la familia, aunque falazmente ya que en el proyecto consensuado en las comisiones de Asuntos Constitucionales y Derechos Humanos se modificaron varios de los artículos propuestos por la CHA (ver aparte). El artículo 2 de ese proyecto define a unión civil como la unión de personas mayores de edad “que conviven en una relación de afectividad estable y pública análoga a la familiar, con independencia de su sexo y orientación sexual”. Gowland Mitre considera que “la expresión ‘análoga a la familiar’ es de tal grado de equivocidad que permite todo y no tutela valores relevantes”. Son demasiadas las objeciones de tipo técnico para citarlas todas, pero quizá sea suficiente la que Mitre hace al artículo 8 que crea un Registro de Uniones Civiles de Solidaridad: “Personalmente –confiesa el letrado– estoy en contra de la reglamentación tanto como de la unión, pero si en algún momento nuestro nivel de moral social llega al punto de tener un registro de uniones homosexuales, me gustaría que se llamara por su nombre, así nadie se confunde sobre el objeto de la unión que se celebra”.
Pedro Astigueta parte por definiciones básicas, fundamentales: “La ideología del proyecto está basada en la del Gender que es la que está llevando a la gradual desestructuración cultural y humana de la institución matrimonial”. Astigueta directamente la emprende contra la Constitución de la ciudad, que prohíbe cualquier segregación por orientación sexual, noción a la que se opone, “porque presupone la adecuación de la conducta en su cauce normal, que no es el caso de los homosexuales”. El doctor alerta que las uniones entre gays o lesbianas “constituyen una deplorable distorsión de lo que deberían ser la comunión de amor y vida entre un hombre y una mujer, en recíproca donación y abierta a la vida”. Un asunto especial parece ser el de Orlando Gallo, que directamente acudió a los animales –sí, los animales– para objetar la unión civil. Gallo –vemos que su propio nombre hace honor a su razonamiento– cita el artículo 27 de la Constitución porteña: “La protección de la fauna urbana... y controla su reproducción con métodos éticos”. Lo hace con una lógica que excede a la humana, pues no termina de verse la relación que propone el jurista en el próximo párrafo: “La protección dispensada a los animales debe ser, por lo menos, de igual intensidad para los seres humanos, pero sería violatoria de los derechos humanos que fuese mayor para aquellos que para éstos”.
En el panel sociológico quizá lo más interesante sea la afirmación de la licenciada Patricia Ruiz Moreno de Cevallos: “Hay que diferenciar la homosexualidad del homosexualismo como activismo”, algo parecido a la “homosexualidad ideológica”. “La homosexualidad afecta lo individual, el homosexualismo a la estructura misma de la sociedad y su escala de valores”, dice Ruiz Moreno de Cevallos, con todas las letras. El documento, al que tuvo acceso este diario, contiene éstos y tantísimos otros desatinos, quizá propios de la “heterosexualidad ideológica”. Lo que el informe nunca incluye entre las clasificaciones supuestas de homosexualidad es la que, tal como viene a saberse este año de escándalos cristianos, se da entre los sirios, los confesionarios y las sotanas de muchos seminarios y conventos.

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