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Domingo, 17 de febrero de 2002

AUGE DE LAS OPERACIONES DE “TRUEQUE”

Economía de subsistencia

La crisis provocó un crecimiento explosivo de las redes de trueque como respuesta de sectores excluidos del circuito productivo y de consumo. Pero ese subsistema también tiene sus debilidades que merecen analizarlas.

 Por Claudio Scaletta

Desde un liberalismo estricto podría afirmarse que no fue necesaria la intervención del Estado. La mano invisible del mercado generó por sí sola los anticuerpos. Individuos marginados del sistema económico por la recesión pudieron poner en marcha nuevamente sus capacidades productivas y acceder al consumo. También podría decirse que frente al colapso de “este” Estado, la respuesta fue la organización comunitaria y la recuperación de lazos cooperativos. Interpretaciones al margen, lo cierto es que hoy el auge de las redes de trueque constituye un emergente social de un sistema económico que ha perdido su capacidad para satisfacer las necesidades mínimas de la población y que expulsa a una suma creciente de sus integrantes.
En la Argentina se estima que existen hoy alrededor de 1,5 millón de personas vinculadas en forma permanente a las redes de trueque. Además de unos pocos núcleos independientes, existen dos organizaciones principales: la Red Global del Trueque, la más grande y extendida originada en las ex fábrica La Bernalesa, y la Red del Trueque Solidario.
¿Pero por qué una sociedad capitalista avanzada regenera en sus márgenes relaciones mercantiles propias de su etapa originaria? Tanto en la tradición de la economía clásica como en la base de cualquier receta keynesiana está implícita la afirmación de que “el capital es el trabajo”. La paradoja de las depresiones de los ciclos económicos está dada por la imposibilidad de poner dicho trabajo en movimiento. Como resultado, existe una gran masa de desocupados que, si no lo estuviesen, podrían producir los bienes que demandan para su subsistencia. En una sociedad que ya superó el 20 por ciento de desocupación abierta y los 15 millones de pobres –y donde la magnitud de estas cifras no es coyuntural sino estructural–, las redes de trueque se convirtieron en una respuesta creativa a dicha paradoja.
El economista Jorge Marchini –quien actualmente coordina un grupo interdisciplinario de la Universidad de Buenos Aires que analiza el funcionamiento de las redes de trueque– considera que uno de los agravantes de la crisis actual está dado por el carácter urbano de la población excluida del sistema. “A diferencia de las sociedades rurales, donde existe la contención de familias más extensas y de la producción para el autoconsumo, en las ciudades nada se obtiene sin dinero. La ausencia de circulante se vuelve entonces una cuestión crítica”, destacó a Cash. Dado que la sociedad carece de mecanismos anticíclicos, por ejemplo un seguro de desempleo acumulado en épocas de bonanza, “el trueque, que no tiene nada de romántico y que en algún punto representa una involución, puede ser una solución para cubrir necesidades de sectores cuya vuelta al sistema formal demandará mucho tiempo”, agrega.
¿Cómo se desarrolla la economía del trueque? Primero –reseña Marchini– quien ingresa al sistema puede contar con un “capital inicial” por dos vías: una es desprenderse de objetos acumulados en períodos anteriores y otra recibir directamente una suma inicial. En el caso de la Red Global, 50 créditos equivalentes a unos 50 pesos, entrega que no se devuelve porque se la considera el instrumento para introducir “liquidez” al sistema. Luego, quien participa del intercambio, comienza a percibir cuál es la demanda del otro, proceso que induce la transformación del consumidor también en productor de nuevos bienes, es decir en “prosumidor”. Un ejemplo micro lo muestra la oferta de pizzas en los nodos de intercambio. Como inicialmente había escasez de productos alimenticios, rápidamente se generó esta oferta de mercancías “elaboradas”.
Para el antropólogo Luis Liberman, que colabora con la Red del Trueque Solidario, la conversión del desocupado en prosumidor genera también beneficios no directamente económicos, como la recuperación de la dignidad que otorga el trabajo y que no podría obtenerse del mero asistencialismo.Además, en tanto espacio de encuentro de personas que comparten una realidad similar, se gesta una identidad común que da lugar a vínculos solidarios y no sólo competitivos.
Pero a pesar de los avances, el sistema todavía no alcanza a cubrir todos los productos de la canasta familiar. Parte de las mercancías que ingresan desde el mercado formal, sobre todo bajo la forma de insumos, se adquieren en forma irracional. Compras que hoy se realizan individualmente, por ejemplo la harina de las pizzas, podrían organizarse cooperativamente, posibilitando incluso incorporar a pymes proveedoras que recibirían a cambio moneda de trueque. En paralelo, esta creación de “empresas” con base en el trueque podría convertirse en el nexo con la economía formal, pues estas firmas también venderían a cambio de dinero de curso legal. Para el equipo interdisciplinario de la UBA, en este nexo se encuentra también otra clave: el trueque puede servir como espacio de aprendizaje para la reinserción de trabajadores y empresas en el mercado formal.
Llegado este punto, no obstante, comienzan a generarse problemas que corresponden a una etapa superior a la actual. Entre ellos destacan los propios de una “economía informal”. Por ejemplo, el trabajo en negro y la existencia de una moneda paralela sin control de emisión. Cabe destacar que la magnitud que alcanzó el mercado de trueque ya dio lugar a la creación espontánea de pequeñas empresas. Y en tanto subsistema de una sociedad capitalista, también comienzan a aparecer las relaciones de poder de mercado y la acumulación de “créditos” (moneda) en pocas manos. Una situación que seguramente irá en detrimento de la imagen lírica que a muchos inspira el trueque.

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Se entregan créditos, que no se devuelven, para introducir “liquidez” al sistema.
 
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