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Martes, 17 de marzo de 2009

TEATRO › EL FANTASMA DE LA OPERA, EN UNA PUESTA PARA EL ASOMBRO

“Cada día de ensayo fue sagrado”

Los supervisores extranjeros y los responsables locales de la puesta dicen que la enormidad de la producción lleva a que todos “se pongan la camiseta”, y explican que “no se puede dudar con un monstruo como éste: donde dudás, se cae”.

 Por Alina Mazzaferro

Entrar en el teatro Opera en estos días es una aventura. Se escucha hablar inglés por los pasillos, pues varios extranjeros han llegado para montar uno de los musicales más famosos de todos los tiempos, El fantasma de la Opera, tal como Andrew Lloyd Webber y Harold Prince lo idearon hace más de veinte años. Porque lo que podrá verse a partir de este jueves será una fiel reproducción, con igual puesta, vestuario y escenografía, del show que tuvo lugar el 9 de octubre de 1986 en Londres, día del nacimiento de este mito teatral. La cita será de miércoles a viernes a las 20.30, los sábados a las 18 y a las 22 y los domingos a las 19, en Corrientes 860.

Ingresar en la sala es viajar en el tiempo. Un imponente arco de proscenio dorado, réplica del de la Opera de París, decora el frente del escenario. Pero esto es sólo un detalle en un show que promete ser puro despliegue visual y técnico. Sobre las butacas cuelga una araña de tres metros de ancho, seis mil caireles y una tonelada de peso –otro símil de la que se encuentra en el Palacio Garnier–, que caerá inesperadamente en la mitad de la función a causa de la ira del fantasma. Además, el escenario se convertirá en un efervescente lago por donde se deslizará la góndola del protagonista: para lograr semejante efecto visual, el equipo técnico utilizará diez máquinas de humo y 250 kilogramos de hielo seco. Con sólo seguir revisando algunas cifras, El fantasma... amenaza pasarle el trapo a la mayoría de los musicales. Son 130 las personas –actores, músicos y técnicos– que participan en cada representación. El despliegue de vestuario, con una confección digna de los mejores teatros de ópera del mundo, incluye recargados y adorables motivos venecianos y carnavalescos entre los 230 trajes que desfilan en cada función. También la escenografía es opulenta: sólo las velas utilizadas por noche son más de 280.

Los números continúan: ochenta millones de personas en el mundo vieron la obra, en 127 ciudades de veintisiete países. En 2006, El fantasma... se convirtió en el espectáculo con más tiempo en cartel en Broadway (se estrenó en Nueva York en 1988). Un equipo de expertos se ocupa de que la versión porteña siga las estrictas normas de calidad exigidas por la firma que lleva. El director asociado Arthur Masella, la supervisora musical Kirsten Blodgette y la coreógrafa asociada Denny Barry son los miembros de ese equipo en el que Andrew Lloyd Webber depositó la responsabilidad de reponer su obra tal como la concibió. Hace más de veinte años que estos tres profesionales se encargan de viajar por el mundo y contagiar a los artistas y técnicos locales del espíritu de El fantasma..., además de enseñarles tácticas y estrategias para abordar una megaproducción musical como ésta.

De este modo, no importa en qué parte del planeta se encuentre, El fantasma... es siempre el mismo, porque Masella cuida de que la dirección siga los pasos dictado por el maestro Harold Prince, director de la puesta y experto en musicales (Evita y Cabaret, entre muchas otras, también estuvieron bajo su mando); Blodgette se encarga de que las indicaciones musicales de Webber se cumplan a rajatabla y Barry se ocupa de reponer la coreografía original de Gillian Lyne. Toda una misión curatorial la de estos extranjeros, que pasarán la posta tras el estreno al equipo argentino, que tiene a la cabeza a Rocío Rodríguez Conway, directora residente del proyecto (participó en el área técnica de muchísimas puestas nacionales de musicales como La bella y la bestia, Chicago, Los miserables y Cabaret), y Gerardo Gardelín, su director musical, de una sólida trayectoria en el género.

Tanto los extranjeros como los argentinos involucrados en este megaemprendimiento teatral coinciden en que El fantasma... es el más difícil de los musicales. “Todas las obras de Andrew Lloyd Webber implican un desafío. Pero ésta es musicalmente una de las más complejas, porque los intérpretes necesitan una formación clásica. Y la orquesta, como toda la producción, es más grande respecto de lo que se ve en estos días en Broadway”, explica Blodgette. Para Gardelín, acostumbrado tanto a dirigir sus propias obras como a acomodarse a los requerimientos de estos gigantescos proyectos, esta pieza fue especialmente compleja porque “es una ópera en una comedia musical o una comedia musical en una ópera. Musicalmente no es convencional, porque tiene elementos de música clásica. Acá no hay batería en la cual apoyarse, es más parecido a la ópera. Hay percusión sinfónica, el ritmo es humano”, anticipa.

Pero El fantasma... se las trae no sólo musicalmente. Para que todo salga como debe ser, las áreas técnicas deben funcionar como piezas de relojería. “Por eso ensayamos sin parar durante dos meses hasta la noche del estreno; hay mucho que enseñar a todo el staff, y no sólo a los actores”, explica Masella. Si hay tanto que aprender, es porque los musicales de las ligas mayores dejan muy poco espacio para la improvisación y la libertad propia del campo teatral. “Acá priman la rigurosidad y la disciplina –cuenta Gardelín–. Lo primero que aprendés es a correr el ego de lado y estar al servicio de otra persona que está al comando. Son absolutamente estrictos: al día de hoy, en cada ensayo, seguimos recibiendo notas en nuestras partituras que nos indican qué estuvo bien y qué hay que modificar. Mi deber es seguir exactamente esas indicaciones para que la versión sea la misma de la supervisora que la montó en Nueva York.”

No solamente los anglosajones son estrictos en lo que respecta a la dirección musical. También los movimientos “están completamente coreografiados, hasta el más pequeño detalle. Lo que hace el fantasma aquí es lo mismo que hace el de Londres o Nueva York”, anticipa la coreógrafa Benny Derry. Sorprendentemente, los argentinos expresan gratitud ante tanta disciplina, pues El fantasma..., más que un trabajo, ha sido para ellos una lección magistral en materia de comedia musical. Así lo expresa Rocío Rodríguez Conway: “Para los norteamericanos y los ingleses el género musical ya es una religión, tienen muy claro lo que quieren y saben cómo lograrlo. Ese fue nuestro mayor aprendizaje, descubrir cómo trabajar con los actores para encontrar lo que se quiere en cada escena. Sin embargo, a pesar de que la puesta está totalmente coreografiada, cada actor tuvo la oportunidad de darle su color personal a su personaje. Carlos Vittori y Juan Pablo Skrt son dos fantasmas totalmente distintos porque son dos seres humanos y dos intérpretes distintos. Aquí se respetó la puesta original de Londres, pero estamos viendo a artistas argentinos ejecutar esos roles y eso es maravilloso.”

Algo que llama la atención, teniendo en cuenta las últimas producciones de musicales foráneos que llegaron a la Argentina, es que –para regocijo de los amantes del género– no hay nombres populares y televisivos encabezando el cartel de calle Corrientes. “El objetivo es siempre seleccionar a la gente más talentosa; si sucede que además son famosos, está bien, pero eso no es primordial para esta obra –explica Masella–. El famoso aquí es el fantasma, el es la estrella.” Así, los tenores Carlos Vittori y Juan Pablo Skrt fueron elegidos para interpretar, de forma alternada, el rol del fantasma. Mientras tanto, la bella Christine, con quien el protagonista se obsesiona (papel que originalmente fue creado por Andrew Lloyd Webber para Sarah Brightman), será interpretada por la mexicana Claudia Cota, que ya se había puesto en la piel del personaje en la versión mexicana de 1998. Los acompañan otros cuarenta artistas, elegidos entre 700 personas en sucesivas audiciones realizadas desde 2007. Todo el equipo creativo coincide en que seleccionar al elenco fue una de las tareas más difíciles: “Es muy raro que, a pesar de la cantidad de gente que siempre se presenta a las audiciones, no tengamos mucha posibilidad de elección para cada personaje”, revela Masella. La dificultad reside en encontrar buenos actores con sólida técnica vocal, algunas bailarinas de ballet que puedan cantar y, para ciertos roles, a espléndidos cantantes de ópera que además se adapten al physique du rôle de cada personaje. Todo un desafío.

“La buena noticia es que luego de trabajar muy duro para seleccionar al elenco, fuimos muy afortunados de encontrar uno maravilloso, de los mejores del mundo –se anima a decir Masella–. Sé que suena como una frase hecha para los periódicos, pero es la verdad. No siempre armamos un elenco perfecto, y éste es extraordinario.” Los directores foráneos parecen fascinados con el material humano y artístico que han encontrado en la Argentina: “Me encanta la energía y el entusiasmo de esta ciudad, que se ven reflejados en el trabajo de cada ensayo. Siempre están todos dispuestos, ponen mucha emoción y voluntad en lo que hacen”, dice Masella. “Una de las cosas que distinguen al elenco argentino es que muchos de sus miembros adoraban este musical y querían formar parte de él –revela Berry–. Cada día de ensayo era sagrado. Nosotros también nos sentimos así con respecto a esta obra, amamos lo que hacemos. Trabajar con gente que tiene de antemano un respeto similar por el material es fabuloso.”

“Hay una sensación muy grande en el equipo de tener puesta la camiseta de El fantasma..., porque hace tiempo estábamos esperando hacerlo”, confiesa la directora residente. Lo cierto es que El fantasma... porteño se hizo esperar. Las audiciones fueron en 2007 con vistas a estrenar en 2008, pero “algunos planes de reformas en el teatro, problemas con los tiempos” y otras dilaciones llevaron a postergar el estreno. También en 2001 había habido otro rumor, algunas proyecciones y, con la crisis, un nuevo fallido intento de la empresa T4F de traer El fantasma... a Buenos Aires. “Esta obra implica una inversión muy grande y no podés estar en duda en ninguna de las áreas –asegura Rodríguez Conway–, no se puede dudar con un monstruo como éste porque en donde dudás se cae.” Hoy, en cambio, El fantasma... está de pie, bien plantado, esperando que le den piedra libre para hacer de las suyas en el teatro Opera.

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En cada función intervienen 130 personas, entre actores, músicos y técnicos, para una obra que ya fue vista por 80 millones.
Imagen: Fotos Lucia Grossman
 
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