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Sábado, 27 de marzo de 2010

CULTURA › JEREMY BANKS, DIRECTOR DE ANTIPIRATERíA DISCOGRáFICA

“Las leyes deben cambiar para proteger a los artistas”

En la Argentina, el 99 por ciento del mercado musical digital es ilegal, por eso la Federación Internacional de la Industria Fonográfica (IFPI) propone sistemas de “respuesta gradual” como los implementados en Francia, Corea y Tailandia.

 Por Roque Casciero

Jeremy Banks comenzó a trabajar en seguridad de información y redes para Novell mucho antes de que Internet se hiciera masiva, en la época de los bulletin boards y las conexiones dial up. Por eso, cuando la Federación Internacional de la Industria Fonográfica (IFPI, por el nombre en inglés) decidió armar su equipo contra la piratería online, a principios de la década pasada, fue lógico que contratara a este gentleman inglés, que ya conocía la problemática. Hoy, Banks es el director de Antipiratería del organismo, y asegura que, pese a que el mercado digital de la música continuará expandiéndose, las bajadas truchas afectan al crecimiento del mercado legal. “La gente quiere no sólo música, sino contenidos en formato digital, para poder llevárselos consigo y acceder a ellos cuando tenga ganas –afirma–. La música claramente abre el camino en cuanto a crecimiento digital y a modelos de negocio digitales, por eso es que hoy el 27 por ciento del mercado musical pasa a través de lo digital. Nuestro desafío es que la gente se pase a modelos donde se pague por los contenidos.”

–El equipo antipiratería online de IPFI comenzó a trabajar en 2000. ¿No cree que tardaron demasiado en armarlo?

–Para nada. Siempre hubo grandes discusiones acerca del proceso, porque Internet es como un medio ambiente en evolución para todos. Recuerde lo increíble que parecía al principio mandar un e-mail... Internet ha pasado de ser un medio ambiente muy técnico a lo que tenemos hoy en día. Por eso creo que no es una crítica que pueda hacérsele a la industria: si en 1997 hubiéramos sabido cómo es la cosa ahora, seguramente se habrían tomado decisiones diferentes. Pero eso puede decirse de cualquier aspecto de la vida. Y con respecto a la industria de la música en particular, Napster apareció a fines de 1999: ése fue un catalizador de situaciones que hoy se ven en varias áreas de Internet, tanto en medios de distribución ilegal o servicios como Myspace o Facebook. Esos servicios pasan de ser relativamente desconocidos a tener su gran auge de popularidad, y cambian el modo en que la gente piensa sobre Internet. Hace tres años, todo el mundo mandaba mensajes de texto con sus celulares; ahora, como en muchos países hay data ilimitada en los móviles, la gente se loguea a Face-book y habla a través de ese servicio. Es una evolución que hace que cambien los modelos de precios y la tecnología. Hoy en día, en el Reino Unido uno paga 15 libras por mes y tiene Facebook libre, Myspace libre y muchos otros servicios más, algunos de los cuales tienen que ver con la música, y que generan nuevas oportunidades.

–En el último reporte de IFPI sobre el mercado digital se menciona el caso de Nokia Comes With Music, un celular en el que uno puede bajarse legalmente todo lo que quiera. ¿Esa clase de servicios dominarán el mercado digital?

–La gente escucha más música que nunca antes y quiere que esa música le llegue en diferentes formatos. Comes With Music es sólo uno de los formatos, como los modelos de streaming, los modelos de live feed y los productos físicos, que todavía son muy disfrutados por la gente. Como industria de la música, nuestro trabajo es satisfacer esos deseos, asegurándonos al mismo tiempo de que a nuestros artistas se les pague por sus creaciones.

–A eso apuntaba la pregunta del comienzo: ¿no tardaron mucho en darse cuenta de que tenían que satisfacer al que se bajaba discos de Napster, proveyendo de buenos medios legales para hacerse de la música?

–Bueno, el tema es que uno se enfrenta a un gran desafío si como modelo de negocios tiene que competir contra algo que es gratuito...

–Sí, pero también es ilegal. Cuando apareció Napster, la gente sabía que lo que bajaba era ilegal; en cambio, ahora para muchas personas es el statu quo.

–Creo que la percepción de la gente acerca de Internet como un ambiente de contenidos gratuitos va más allá de la música. Es fantástico que en Internet haya tanto contenido disponible, y si los artistas quieren poner su material de manera gratuita, es su decisión. Pero la gente tiene que entender que si los artistas no quieren compartirlo, nosotros tenemos que ponernos en la posición de proteger sus derechos y manejarnos de la manera correspondiente. Hay un aspecto que es el educativo: tenemos que seguir haciéndole saber a la gente qué involucra crear música, cuál es el proceso y por qué es importante proteger esos derechos. Es muy alentador ver hoy en día que el proceso educativo también esté en la escuela para que la gente entienda desde muy corta edad qué es el copyright. De todos modos, no es sólo con la música que hay que aplicarlo.

–Durante estos diez años que usted lleva en IFPI, la industria tuvo distintos enfoques con el tema de la piratería online. Primero fueron los litigios con sitios como Napster y después se llevó a juicio a los que bajaban música. Ahora tienen un modo menos agresivo de encarar la cosa, en el que no llevan a juicio a sus potenciales clientes como antes.

–Es cierto que hubo distintos métodos y hay que entender que cada uno tuvo que ver con diferentes escenarios. Hay enfoques educativos, como por ejemplo el de respuesta gradual, que se aplica con buenos resultados en Francia, Corea y Tailandia. En esos países hubo cambios en las leyes apoyados por los gobiernos y por eso podemos enviarles notificaciones a los proveedores de Internet (ISP) para que ellos les informen a sus clientes que están realizando actividades ilegales. Eso es parte de un proceso educativo: esperamos que cuando alguien reciba su primera notificación, cambie su comportamiento porque entiende la situación. Fue muy alentador ver los resultados en el Reino Unido y en Nueva Zelandia, donde pudimos lograr que los ISP se involucraran con el tema. Por el contrario, es muy decepcionante que en países como la Argentina las ISP se pierdan el momentum para ir hacia adelante con este tema. Sucede que este método tiene un valor fundamental, que es que cambia el comportamiento del usuario sin necesidad de tomar acciones más serias. Siempre quisimos llegar a esta posición, pero hasta 2005 no hubo un curso de acción abierto: no teníamos la oportunidad de instalar la respuesta gradual, de enviar un mensaje educativo, de llamar la atención de la gente. Así que tuvimos que tomar otros caminos.

–Que les dieron una imagen muy negativa.

–Bueno, de todos modos van a criticarnos... Muchos de los comentarios que hizo la prensa británica, por ejemplo, decían “si se hubieran acercado a nosotros y nos hubieran dicho que esto sucedía con nuestras conexiones en casa, habríamos hecho algo al respecto”. Nuestro problema es que sólo tenemos una dirección de usuario (IP), no sabemos los detalles de quién está conectado. Por eso es que con la respuesta gradual, en los países donde se aplica, podemos enviarle una nota a la ISP para que se la reenvíe al usuario. Es un proceso educativo y esperamos que el usuario esté más tranquilo porque recibió un aviso para que pueda cambiar su comportamiento. Si no lo hace, se le envía otra notificación, y si se llega a un tercer nivel, tal vez haya una suspensión temporaria del servicio de Internet. Lo que queremos es que la gente tenga suficiente aviso. Y uno no ve notas sobre esto en la prensa, aunque sí salen sobre The Pirate Bay o Kazaa, los casos de alto perfil.

–Deezer, una de las disquerías virtuales francesas, empezó de manera ilegal, como Napster, y luego cambió su modelo. ¿Cómo encaran esos procesos?

–Involucró un volumen de avisos pidiendo que removieran el contenido. Después, las compañías trabajaron con ellos y les dijeron: “OK, ahora que pararon con eso, debido al tráfico que tenía su sitio notamos que hay hambre de música, así que queremos que ustedes sean un proveedor legítimo”. Así que se trabajó para que consiguieran las licencias para proveer música de modo legal. Ahora Napster también es un proveedor legal, así que es como si se completara el círculo: nuestros miembros están trabajando en todas las formas de tecnología y para promoverla, pero luchamos contra la distribución ilegal de los contenidos de nuestros miembros.

–La industria de la música fue la primera en verse expuesta a un problema que ahora comparte el resto de las industrias culturales y del entretenimiento: el cine, las editoriales...

–Es cierto. Si se piensa en los archivos musicales, particularmente hoy, que se consume a través de aparatos móviles, apenas pesan 3 o 4 megas cada uno, mientras que una película comprimida pesa unos 700. Entonces, existe el disfrute del contenido, porque la gente quiere música, y además se puede bajar un single muy rápido, incluso con una conexión muy lenta. Por eso la gente comenzó bajándose música cuando tenía modems de 56 kb. Ahora que el ancho de banda es mucho mayor y apareció una tecnología como el bittorrent (una forma de peer to peer o P2P), que está específicamente diseñada para permitirle a la gente que baje archivos muy grandes, en lugar de que la gente se bajara singles, pasaron a los álbumes y luego al catálogo entero de Los Beatles. Pero eso también involucró a la industria del cine dentro del conflicto por el P2P. Ahora ellos tienen el mismo desafío que nosotros enfrentamos antes, porque el bittorrent permite bajar archivos más grandes, e incluso progresa hacia métodos de bajada directa como rapidshare o megaupload.

–El crecimiento de la piratería online, ¿hizo decrecer a las copias truchas?

–En la Argentina, cerca del 60 por ciento del mercado físico es pirata, y el 99 por ciento del digital. Pero es interesante que, particularmente en Buenos Aires, cuando subieron las tasas de transferencia de la banda ancha, bajó la venta de discos piratas en la calle. Por eso es que nuestra operación online es tan fundamental: si la gente cambia de hábitos de esa manera, incluso en países con el desa-rrollo de la Argentina, tenemos que tener una representación que nos permita combatir eso antes de que el mercado cambie y la piratería online se generalice totalmente. Sin eso, la protección del desarrollo de música local no existiría. Pero tenemos que hacerlo ya. Los números de venta online han crecido mucho en la Argentina, pero si no logramos el contacto con los ISP y tener leyes que nos permitan proteger a los artistas, el riesgo es que no se siga invirtiendo en el desarrollo de la industria musical argentina. Una de las cosas más maravillosas de esta industria es la mezcla entre cultura local e internacional. En la Argentina es más o menos un 50 por ciento para cada una en cuanto a ventas y exposición. Y también hay que considerar que la música argentina se exporta a toda América latina: uno nunca sabe qué banda argentina puede ser la que meta el próximo hit enorme.

–Pero los servicios online que hay acá son muy limitados, hay muy poca música para bajarse legalmente. No todo el mundo quiere comprar temas de Beyoncé o Madonna...

–Obviamente, necesitamos servicios comerciales legítimos para que los compradores puedan elegir. Pero hay que recordar que, cualquiera sea el modelo con el que se trabaje, no se puede competir con lo gratuito. Por eso es que tenemos que lograr que el Gobierno nos preste atención para arreglar el tema de los ISP. Si eso sucede, los proveedores legales van a llegar. También tendrá que ver con el modo en el que se desarrolle la industria de los dispositivos móviles y los servicios. Cuanto más se desarrolle, más gente se inclinará por esos aparatos para consumir la música. Y tenemos que asegurarnos de que sea con servicios legales y de alta calidad.

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Banks trabajaba en seguridad de redes desde los albores de Internet y se unió a IFPI hace una década.
Imagen: Carolina Camps
 
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