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Miércoles, 7 de octubre de 2015

FOTOGRAFIA › UNA IMPERDIBLE MUESTRA DE OSCAR BALDUCCI EN EL CCK

Un hombre a la búsqueda de “el disparo feliz de la foto”

Las 150 fotografías que componen la muestra Actrices, actores y algunas leyendas son resultado de un monumental trabajo de curaduría encabezado por Lucía Balducci y Cecilia Rossetto: “Estas son muchas de las fotos que adoraba. Las que transmitían naturalidad”.

 Por María Daniela Yaccar

El polifacético Oscar Balducci falleció en septiembre de 2012. Tiempo después, su hija Lucía y quien fue su compañera, Cecilia Rossetto, encararon una tarea titánica: organizar su archivo, lleno de tesoros y secretos. Tras dos años de trabajo, Lucía Balducci y Rossetto presentan una extraordinaria muestra en el Centro Cultural Kirchner, de la cual son curadoras. En las paredes de la sala 603 se exhiben 150 fotografías, entre las que hay retratos de actores y actrices –algunas en tamaño gigante, impresionantes– e imágenes de obras de teatro y ensayos, aparte de copias originales. La exposición se podrá visitar hasta el 1º de noviembre y se llama Fotografías de Oscar Balducci. Actrices, actores y algunas leyendas. Según Rossetto, “éstas son muchas de las fotos que adoraba Balducci. Las que transmitían naturalidad”.

Las fotos de Balducci –además poeta y dramaturgo– tienen verdad. Se ve la juventud de los que hoy son actores emblema y de los que lo siguen siendo, pero ya no están. La muestra es un viaje en el tiempo: la mayoría de las fotografías corresponden a las décadas del 70 y 80 y son en blanco y negro. A fines de los 90 Balducci escribió un texto que revela la clave para hallar tanta naturalidad en el universo de la ficción. “Ante el malestar que experimenta la gente cuando tiene que posar para el fotógrafo tal cual es, encontré, aunque no me era explícito, el auxilio de los sombreros, los trajes; la puesta, en fin, para que el actor pudiera volver a ser él mismo en su imposible lógica. Sólo la poesía, dice Cocteau, permite esos disfraces súbitos: un hombre habla tranquilamente de sí, como todos los hombres; de pronto empieza a pavonearse, eleva el tono o lo baja, se viste con el gesto, pierde o encuentra el alma pero llena su disfraz, ocupa íntegramente su espacio único. Es ése el instante del disparo feliz, de la foto; a veces nos adelantamos una décima, otras veces llegamos una décima tarde pero en algunas ocasiones, raras, Narciso y Minerva salen juntos.”

Fotografías de Oscar Balducci se divide en tres salas. En la principal hay muchísimos retratos, algunos icónicos. Luego hay un anexo en el que están las copias originales, hechas por él mismo. Y finalmente, en un segundo anexo hay imágenes de personajes y de escenas. Imposible mencionar a todo el mundo, pero entre tanta gente aparecen Alfredo Alcón, Carlos Carella, Nélida Lobato (a quien le hizo la última sesión de fotos de su vida), Duilio Marzio, Niní Marshall, Tita Merello, Ulises Dumont, Hugo Midón, Tincho Zabala, Tato Bores, Inda Ledesma, María Rosa Gallo, Alicia Zanka, Roberto Goyeneche, Leonor Manso... la lista es extensísima.

“Aun como fotógrafo de teatro, actividad a la que me dediqué mucho tiempo, mi interés se centraba en las expresiones de los actores, más que en la generalidad de la escena”, escribió Balducci. Cuando organizaban el archivo, Rossetto y su hija se toparon con fotos de espectáculos y de ensayos que él nunca había ampliado. Algunas son de El señor Galíndez, de principios de los 70, en las que aparece un jovencísimo Tato Pavlovsky. Otra retrata un descanso de un ensayo de Fedra: con el vestuario encima, María Rosa Gallo se toma un mate. Atrás se ve alguien sosteniendo un termo. Y en una foto de 1969, Luis Brandoni y Norman Briski comparten escena en el San Martín, en la obra Rosencrantz y Guildenstern han muerto, de Tom Stoppard. Incluso haciendo fotos de escena, Balducci imprimía su propia mirada, posibilidad que atribuía a la amistad que tenía con la gente del ámbito. Solía tomar fotos entre cajas y desde el fondo del escenario, para encontrar la luz de manera distinta. Incluso se trepaba a las butacas.

La exposición abarca las otras facetas que hacían a Balducci: fragmentos de su poesía completan los retratos. En una vitrina se podrán ver objetos personales. Su libro de cabecera, de Chéjov, sus lentes, fotos en las que el retratado es él. También algunos de sus textos teatrales y libros de poesía (publicó cinco libros de poemas y estrenó una decena de obras de teatro, entre las que se destacan los textos y canciones para los espectáculos de Rossetto, premiados en varios países). En el anexo habitado por las copias que hizo él mismo también se pueden ver los contactos fotográficos marcados con fibra: la mayoría de las imágenes que se exhiben en el CCK fueron las que él eligió. “De cada artista había cinco rollos fotográficos. Por suerte, la mayor parte de las fotos que aquí se exhiben fueron elegidas por él. Había otras, un porcentaje menor, que no estaban marcadas. Entonces con mi hija utilizamos nuestra memoria visual y afectiva y tratamos de ponernos, dentro de lo posible, en la mirada de Balducci”, dice Rossetto.

A la cantante, actriz y directora le importa aclarar que la tarea que culmina en esta exposición constó de tres etapas y que tuvieron en el productor Pablo Enríquez un colaborador fundamental. La primera etapa consistió en el desarme del estudio de Balducci. De esto se encargó en soledad su hija Lucía. “Era un departamento grande, antiguo, de doble altura. Mi papá había hecho bauleras a lo alto. Todo su archivo estaba ahí. Y no estaba organizado, la verdad...”, dice Lucía. En el último tramo de su vida Balducci había contratado a una secretaria para que lo ayudara a ordenar tanto material. Pero enfermó y no pudo terminar con eso. Entonces, su hija vio cajas y cajas que decían “negativos”. Un archivo enorme sin clasificar. Compró un buen escáner y luego acudió a su madre, porque ella era fundamental para catalogar las fotos: quiénes aparecían, cuándo, dónde.

Después llegó el momento de organizar el material. El escáner fue instalado en casa de Rossetto. Madre e hija separaron rubros. Había de todo: mucho del universo del arte plástico, porque Balducci hizo setenta catálogos de grandes pintores y además compartió amistad con muchos, como Luis Felipe Noé o León Ferrari. Había fotos publicitarias, del universo del flamenco, rincones de la ciudad que exploraba en su tiempo libre. Y claro: infinidades de retratos de actores. La tercera y última etapa fue organizar la muestra Flamenco en la Argentina, en la Casa del Bicentenario. “Fue un evento fantástico. Mi hija donó fotos a Cristina Hoyos, que las llevó al Museo del Baile Flamenco de Sevilla. Es lo que él más hubiese querido. Adoraba a la gente del mundo del flamenco, a los gitanos”, dice Rossetto. Antes se había hecho otra exposición en el Palais de Glace, que Oscar Balducci había pautado con Oscar Smoje. Tras la presentación de su último libro de poemas, La resaca de los vientos, se incorporó al equipo Pablo Enríquez. Y con ganas: se llevó la máquina a su casa y escaneó 11 mil negativos.

“Todo esto se dice facilísimo. Pero entre pitos y flautas pasaron dos años. Escuché que mi hija le decía a una amiga ‘parece que mi mamá resuelve el duelo de esta manera’. El fue el autor de absolutamente todos mis espectáculos, hasta el último. Todavía no tengo la respuesta personal, íntima, de si me voy a sentir capaz, de si voy a poder armar uno nuevo sin él”, confiesa la cantante. Tanto ella como su hija se sienten felices de poder mostrar el trabajo de Balducci en una de las salas del Centro Cultural Kirchner, “con un equipo de montaje fantástico” y con el apoyo de la Sociedad Argentina de Gestión de Actores Intérpretes (Sagai) y del Ministerio de Cultura de la Nación. “Es un lugar genial. Me encanta que sea nacional, gratuito, abierto para todos. Estas fotos son parte de la cultura teatral y fotográfica del país y quiero que sean accesibles para todo el mundo”, recalca Lucía. Y sabe que no hubiera estado igual de feliz si semejantes tesoros quedaban en un depósito. Ahora todos los que gusten pueden ver las fotos de su padre, que no son otra cosa que sus ojos: “La mirada de mi papá, por siempre viva”.

* La muestra se puede visitar en Sarmiento 151 de jueves a domingo de 14 a 20.

En la muestra pueden apreciarse gigantografías de Tita Merello y Alfredo Alcón.

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María Rosa Gallo, otra de las retratadas.
 
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