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Lunes, 9 de febrero de 2015

SERIES › BETTER CALL SAUL, EL ESPERADO SPIN-OFF DE BREAKING BAD

Los años en que Saul Goodman aún no conocía a Walter White

La serie muestra al abogado del zar de la metaanfetamina en una faceta distinta, con otro nombre pero las mismas mañas. Y aunque se ubica en un universo similar que la obra anterior de Vince Gilligan, ofrece elementos inesperados, igual de oscuros y dramáticos.

 Por Federico Lisica

Más de cinco minutos en blanco y negro, un jazz suena de fondo y Gene que trabaja como repostero. Así es el comienzo de Better Call Saul, la “nueva” apuesta de Vince Gilligan, el spinoff (producto audiovisual que se desprende de uno anterior) de Breaking Bad. Se trata de uno de los grandes estrenos audiovisuales de este 2015 y desde hoy puede verse por Netflix. ¿Quién es el bigotudo Gene? El propio Saul Goodman (Bob Odenkirk), bajo una nueva identidad y de incógnito tras el zafarrancho producido por Walter White y compañía. Es evidente que Gene añora cuando fue Saul, porque al llegar a su casa lo primero que hace es ver los videos con los spots publicitarios que lo habían hecho reconocido en Albuquerque. “Si tengo suerte, en el mejor escenario posible, me verán trabajando en un fast food de Nebraska”, había adelantado este personaje sobre el final de la serie madre. Y ahí es donde aparece el paranoico y abatido Gene, quien antes fuera un desvergonzado y pragmático hombre de ley, y alrededor de 2002 era conocido como Jimmy McGill.

En ese pasado transcurre mayormente Better Call Saul. Aunque no es estrictamente una precuela. Si Breaking Bad contaba la mutación de un hombre común en una bestia, en este caso se describirá el proceso a través del cual un abogado de segunda se vuelve un tiburón todoterreno. Es en esa previa, su presente y muy posiblemente el “durante” a las andanzas de la dupla White-Pinkman que se ubica la serie. Un juego de identidades, de cajas chinas, referencias, similitudes y novedades. Lo cual no deja de ser irónico y una apuesta muy inteligente de sus creadores. Si el cenit para la vida de los personajes ya fue visto por el espectador (y muy posiblemente también sea una vara muy alta para la ficción televisiva de esta era), ¿qué más es lo que se puede contar?

Complejo y acomplejado

Lo que proponen Gilligan y Peter Gould (responsable del episodio en el que se conoció a Goodman en la segunda temporada de Breaking Bad) es sumarle más capas a ese rol que, según los propios realizadores, empezó como un “abogado de dibujito animado”. El muy útil “alivio cómico” de la tira que culminó en 2013 es ahora alguien más conflictuado y, en definitiva, más humano. La performance de Odenkirk tiene la misma pregnancia que antes aunque haya ganado en dimensiones. No por nada la primera aparición de Odenkirk como McGill será frente a un espejo preparando un monólogo para impactar al jurado. Como si McGill se tuviera que convencer de que puede ser Saul. La labia es la misma pero su situación económica no se asemeja en absoluto. McGill anda en un coche desvencijado y a la caza de clientes, la falta de dinero es permanente (otro link con Breaking Bad), su espantosa oficina está detrás de un salón de manicura. Y algo fundamental: todavía no posee los contactos con los bajos fondos y puede que su conducta no sea tan reprochable como lo será en poco tiempo. McGill es un abogado al que le vienen tocando manos muy malas y se pregunta seriamente si la ética sirve para algo. “Es un tipo que trata de hacer lo correcto, pero tiene la facilidad, la habilidad y el talento para ser un pillo, y tal vez sea demasiado astuto. Está averiguando cómo puede sacar provecho de todo ello y obtener para sí mismo una porción de la torta. Quiere ser alguien para los demás y tal vez no sea haciendo el bien: ése puede ser su diferencial”, lo definió Odenkirk.

En una de sus defensas, pronuncia un capcioso alegato para salvar a tres adolescentes de ir a la cárcel. Segundos después, el fiscal muestra al jurado un video con lo que hizo el trío. Basta con apuntar dos palabras: morgue y fellatio. Es una de las pocas escenas realmente graciosas de los primeros dos episodios (en el sentido del humor negro, por no decir terrorífico, que caracterizó a Breaking Bad). El mismo Odenkirk señaló que Better Call Saul es puro drama con algunas pizcas de humor. Gilligan le confesó a la publicación Vox que hubo una larga discusión sobre el formato conveniente para la propuesta: “Empezamos de la manera en la que probablemente no se supone debés empezar. Fue por puro amor a este personaje, al punto que sabíamos, siendo brutalmente honestos con el proceso, que queríamos seguir poniendo palabras en su boca. Eso fue lo que nos excitó de la idea de crear un programa sobre Saul Goodman. Hubo una seria discusión sobre hacer algo de media hora, y si no era una sitcom, que fuera una comedia hecha y derecha. ¿Será una secuela? ¿Los eventos suceden al mismo tiempo que los de Breaking Bad? ¿No puede ser un poco de los tres? Barajamos todas las posibilidades bajo el sol”.

El sujeto en cuestión está cambiando las escamas pero la lengua viperina ya está allí. ¿Algunas de sus frases gancho? “Tener un abogado no te hace ver culpable, ser arrestado te hace ver así, y los inocentes son arrestados todo el tiempo.” “Contratar un abogado es como tener un seguro médico de viaje, ojalá no tengas que usarlo. Pero, ¿no contratarlo? No lo aconsejo.” “El dinero no es punto de discusión. El dinero es el punto.”

¿El mismo Albuquerque?

A diferencia de otros programas con un ADN previo (Melrose Place, Angel, la franquicia CSI), los creadores de Better Call Saul no sólo optaron por mantenerse en la ciudad de origen sino que el patentado estilo visual, los rasgos de narración, el ritmo y los detalles musicales de Breaking Bad también pueden ser apreciados en este caso. Las locaciones en Albuquerque se perciben familiares, con una puesta en escena que aprovecha la enormidad de este enclave bien estadounidense (alguien lo llamó “desierto technicolor”). En este sentido, los pequeños y ocres salones judiciales operan por contraste: como si al abandono del desierto se le sumara la opresión del sistema legal. La sátira a esa institución está allí. Aunque sus responsables se apuraron en diferenciar a esta ficción de otros programas del estilo. “Hubo programas y películas judiciales geniales, con sus grandes discursos, argumentaciones y estudios forenses, pero lo que nunca vimos es a la gente en los estrados aburridas hasta sus huesos sin decir nada, y eso es a lo que quisimos apuntar”, apuntó Gilligan. “Vamos a los de-sechos”, sintetizó Gould.

Aunque hay apariciones de viejos conocidos –la más publicitada de todas ellas es la de Mike Ehrmantraut, protagonizado por Jonathan Banks–, la serie parece tomar por una colectora a medio construir al lado de esa notable autopista llamada Breaking Bad. ¿Cuantos atajos tomarán para satisfacer a los fans? Gilligan y Gould, al menos en su comienzo, asumen el riesgo de ir por otro sitio. Una cuestión no menor, pero externa a la ficción en sí, tiene que ver con la enorme expectativa generada y la sensación de vacío tras el desenlace de Breaking Bad. “Hay algunos caramelos, si viste Breaking Bad la vas a disfrutar más, pero es un programa diferente con toda una gama de personajes nuevos”, precisó Odenkirk.

Entre los caminos laterales aparece el personaje interpretado por Michael McKean como el hermano mayor del protagonista. Chuck fue un abogado exitoso pero padece un tipo de fobia muy singular. “Es una hermosa separación entre dos hermanos varones, del tipo de relación conflictiva a las que nos tiene acostumbrados Vince Gilligan”, anticipó el comediante, todavía recordado por su papel en This is Spinal Tap. Cómo es que un abogado medio pelo y sin casos a la vista se convierte en el brazo legal del narcotráfico de Nuevo México es otro de los grandes asuntos a desentrañar. Por ahí aparece la figura de un criminal llamado Nacho Varga (Michael Mando), posiblemente el cruce que andaba necesitando Jimmy/Saul. Otra contrafigura será la de Howard Hamlin (Patrick Fabian), un próspero abogado que parece encandilar a todos salvo a él.

Para los que ansían el retorno de Walter White, por ahí está el reciente spot en el que Bryan Cranston volvió a ponerse el traje de protección químico amarillo. Y para los más impacientes, acaba de ser lanzada una historieta, con la aprobación de la cadena AMC, sobre el universo de la serie. ¿Es Saul Goodman un héroe de comic? Puede apuntarse que Better Call Saul se asimila a esas obras en las que un paladín tiene que aprender a manejar su poder y aceptar su destino. Por ahora, se trata de alguien llamado Jimmy (y a veces Gene). “Es un tipo diferente. Nadie espera que triunfe. Tiene sus problemas. Ciertamente es alguien que ha sido golpeado por el mundo pero que no tiene una enfermedad terminal que lo movilice a actuar”, puntualizó Gould.

* Better Call Saul podrá verse en la Argentina a través de Netflix. El segundo episodio recién podrá verse desde mañana y los ocho restantes se alojarán cada martes a partir del 17 de febrero. Incluso antes de su première, ya se confirmó una segunda temporada para 2016 con 13 episodios más.

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“El dinero no es punto de discusión; el dinero es el punto”, es una de las frases del abogado Saul Goodman.
 
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