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Sábado, 7 de marzo de 2009

MUSICA › MANU CHAO Y UNA NOCHE INOLVIDABLE EN EL CLUB CIUDAD

Cuando la vida vibra a través de las canciones

Con un Radio Bemba cuya columna vertebral aquilata 25 años de trabajo conjunto, Manu posee el sostén ideal para darle curso a la fiesta, fusionando su presente y el pasado de Mano Negra.

El recital que Manu Chao & Radio Bemba dieron el jueves en el Club Ciudad de Buenos Aires duró el mismo tiempo que lleva ver El Padrino. Y eso no es habitual para un concierto en Argentina, en Latinoamérica ni en el mundo, en verdad. Para fijar mejor la idea: en lo que duró el show que el combo vasco-francés (con su toque hispano-latino en los vientos y las teclas) ofreció frente a treinta mil personas, 17 vuelos llegaron al cercano Aeroparque, provenientes de Salta, Córdoba, Mendoza, Chubut, Neuquén, Chaco, Tucumán, Mar del Plata y Bahía Blanca. Sí, 165 minutos es mucho tiempo, ¿pero qué pasa cuando la columna vertebral de la banda –Garbancito, Gambeat y Manu– comparte escenarios hace 25 años, cuando el grupo tiene a un violero retacón que le imprime flamenco punk a todo lo que toca, y a ese conjunto lo dirige un tipo con el timing de Manu Chao? Pasa que el tiempo no es un problema y Radio Bemba termina brindando un recital sin desajustes, con todos los elementos como para ser un gran show, tan recordable como los “oficiales” que suele dar en las pampas cada cuatro años.

El cronómetro empezó a contar en 21.35 y se cortó en 0.20. En medio, un público sin restricciones –familias felices con el hijo recién nacido, un muchacho en silla de ruedas que le da mecha al recital antes que nadie, chicas de vestidos y tacos y chicos de rastas y tatuajes– toma imágenes mentales de Manu Chao rehaciendo casi toda su discografía post Mano Negra, que termina incluyendo en Clandestino a aquel grupo que entre 1987 y 1993 buscó su recoveco en la cuna de la contracultura occidental y redactó un manual de estilo para el alterlatinismo y esa contracultura urbana local un poco rasta, un poco okupa, un poco peronista y bastante propensa a las artesanías.

Clandestino, Próxima Estación: Esperanza y La Radiolina son revisados juntos, separados y batidos sobre el mismo escenario por el que un rato antes pasaron Los Umbanda y Aztecas Tupro. Del Manu Chao solista –aunque ésta sea una etapa confusa desde que Radio Bemba tomó entidad musical per se–, sólo quedó afuera Sibérie M’etait Contée (2004), el registro musical del Manu intimista. El show fue, por otra parte, la presentación de su álbum más reciente, La Radiolina, editado a mitad de camino entre aquel recital suprahormonal de casi cuatro horas en All Boys en noviembre de 2005 y este show en el Club Ciudad.

Como aquella vez, La Colifata estuvo presente. Primero en la voz del mismo artista colifato que los presentó en All Boys, presunto “loco” que con el tono vocal aleccionador de Flavio Pedemonti provocó muchos planteos contra el concepto occidental y moderno de la sanidad mental: “El mundo está manicomializado y lo tenemos que desmanicomializar. El Manucolifatismo no va a hacer ninguna revolución, ¡es la revolución!”.

“No olvidemos que hace no mucho tiempo, a menos de un kilómetro se torturaba gente”, recitó Manu, en su primera intervención más allá de los saludos, con la mirada perdida en dirección al Espacio Cultural Nuestros Hijos (ex ESMA). Ya habían sonado la habitual introducción que cruza “El hoyo”, “Machine gun” y “Sr. Matanza”, luego “Peligro”; y “Casa Babylon” y “Mamá perfecta” en medley. En “Mr. Bobby”, los que calcularon mal empezaron a pedir sedas entre los cercanos. Y los siete músicos y el aforo empezaron a comulgar por obra y gracia de los “uoio, uoioioioio” de “El hoyo”, que se inmiscuyeron en todas partes.

Con “La primavera” y “Me gustas tú” se aflojaron las cinturas, hasta entonces duras para resistir embates en el pogo tremendo que arma Radio Bemba en cada visita a Argentina (esta vez, tocaron en Mendoza y Rosario; y repiten hoy y mañana en el Luna Park). El segundo momento colifato fue para el Maestro Beatnik: el “George Walker Bush, asesino de conciencias, devolvenos la primavera”, en español y un inglés que haría parecer improvisados a varios presentadores de noticias, se hizo eco en 30 mil voces y tomó fuerza de las 30 mil ausentes, dejando la redonda bajo el pie de Manu, que clavó un “Politik kills” al ángulo.

Después, con profesionalismo y un timing admirable para no sólo medirse a sí mismo, sino también a su banda y al público, que ocupó desde las vallas hasta los baños del lateral opuesto al escenario, Manu Chao frenó la pelota en el medio con su habitual crossover entre “Bienvenido a Tijuana” y “Welcome to Tijuana” –en rigor, dos temas distintos– y besó el anillo después de un segundo gol: el recitado de “Me cago en el amor”, de Tonino Carotone, con saludo para el italiano.

No en vano a Madjid lo llaman “Magic”. El pequeño violero de cara aniñada y canas efervescentes satisface por igual en la eléctrica para una versión de “The Monkey” con sonido Manchester o en la guitarra flamenca que le regaló su padre, con “El viento”; encripta folklores de Europa occidental, Medio Oriente, Mesoamérica, Londres y Nueva York; y es imprevisiblemente performático sobre el escenario. No en vano, tampoco, se ganó su lugar en la estima popular argentina. De hecho, su club de fans local creó para él el sitio www.madjid.com.ar.

“Clandestino” y “Desaparecido” se tocan pegados, según la discografía de Manu Chao, pero el enganchado toma sentidos especiales en vistas de la perspectiva histórica que ofrece, a pocas cuadras, la ex ESMA. “Minha galera”, tal vez la canción de amor más linda que haya escrito, cala hondo en las parejas. Los solteros tienen su contrafestejo y se deshacen del exceso de testosterona en “Rumba de Barcelona”. No es la primera rumba y ya sonó bastante reggae, ska, flamenco, hardcore, punk y trash. Y ya reclamaron Barcelona, Bagdad, Buenos Aires y Managua.

Siguen con “La despedida”, “Rainin’ in Paradize”, “La vacaloca”, “Hamburguer fields” y “Merry blues”, en la progresión que es costumbre en su Tómbola Tour. A esta altura, Garbancito tuvo varias instancias para demostrar la posibilidad melódica de la percusión, y Gambeat (que grabó para Fermín Muguruza, Karamelo Santo y ¡Color Humano!) revalidó el espíritu hardcore de Mano Negra, aún latente en la indumentaria de la banda (salvo en Manu Chao, que parece compartir vestuarista con el Chavo del 8) y en los instrumentos que eligen para presentarse en vivo.

Para alivianar el calor de un recital frenético que fue del baile al pogo, luego al arrumaco y de ahí a la reflexión, tocan “Tristeza, maleza” (pronunciando la “sh” argentina en “y lloré y lloré y lloré”) y “Día Luna... día pena”. “Me llaman calle” es un aviso: “Se fuerza la máquina, de noche y de día”. Si la máquina es Radio Bemba, que el Gobierno saque un plan de facilidades para llevarse una de estas máquinas a casa, súper aceitada, precisa y efectiva. A las 23.15 llega el corte que anuncia los bises, pero vuelven eufóricos con “Machine gun”, se ponen melodramáticos pero son francos con su público durante “Volver, volver” y hacen su denuncia histórica mediante “El dorado”.

A partir de “Mala vida”, el show entra en un estado indescifrable donde cada canción no es más que segmento y cada segmento se mezcla aleatoriamente con otro, revelando en un megamix de veinte minutos todas las posibilidades sonoras del septeto. Garbancito, corista, toma la voz principal para la explosiva “Sidi H’bibi”. Manu vuelve al micrófono en “King Kong Five” y “Si me das a elegir”, antes de mostrar nuevamente el buen gusto de su poética romántica en “Mi vida”. Y homenajea, finalmente, a Maradona con “La vida tómbola”. No hacen “Santa Maradona”, “Sr. Matanza”, “Love & Hate” ni “Drives me crazy”, y a pesar de la ametralladora de temas algunos lamentan la ausencia de esas tremendas canciones. Los últimos diez minutos son como reproducir, rebobinar y volver a reproducir las mejores escenas del recital. Así, aparecen alternadas la comunión intensa de “El hoyo”, la liberación energética de “Bala perdida” y el esfuerzo gozoso del artista de “Me llaman calle” (del músico argentino de rumba Gato López), que Chao & Bemba tocan hasta poder domarlas, una y otra y otra vez, cada vez más y más al palo.

Son arrolladores, incendiarios y todos esos conceptos que utilizan los críticos de rock. Obligan a expandir el vocabulario para definir un show sin percances, que tuvo una entrega total por parte de músicos que, trabajando como traductores, recaudarían más que con su arte. Aunque en un momento pareció que jamás lo harían, Manu Chao & Radio Bemba salen finalmente de escena veinte minutos después de la medianoche. En el mismo momento, alguien saca El Padrino de su reproductor de DVD. El resultado es el mismo: la sensación narcótica de haber disfrutado durante 165 minutos de una singular obra de arte en movimiento y, aun así, estar dispuesto a volver a reproducirla.

10-MANU CHAO & RADIO BEMBA

Presentación de La Radiolina.

Músicos: Manu Chao (voces y guitarra), Madjid “Magic” Fahem (guitarra), Gambeat (bajo), Philippe “Garbancito” Teboul (percusión), David Bourguignon (batería), Angelo Mancini (trompeta), Julio Lobos (teclados).

Público: 30.000 personas.

Duración: 165 minutos.

Jueves 5, Club Ciudad de Buenos Aires. Repite esta noche y mañana en el estadio Luna Park.

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Imagen: Pablo Piovano
 
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