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Lunes, 31 de agosto de 2009

MUSICA › DAVID LEBON HABLA DE DéJà VU, SU NUEVO DISCO

“Uno es su propio instrumento”

Como en El tiempo es veloz, el guitarrista buscó un álbum “orgánico, solito y con violas acústicas, con estribillos y poca cuerda”. De regreso en Buenos Aires, Lebon no puede menos que preguntarse por qué debería pagar derecho de piso.

 Por Cristian Vitale

“Parezco un oso en invierno.” David Lebon (56 años) baja de la habitación de un hotel de Villa Urquiza con los brazos cruzados. Como si tuviera escalofríos. Acusa una larga gripe, moquea levemente y se excusa por las fotos: “No... mirá cómo estoy. Prefiero otro día”. Congestión tiene. También una carraspera insistente, cierta debilidad para caminar –lo hace casi arrastrando los pies– y los ojos caídos, pero la causa es insuficiente para evitar que se siente en un sillón, se desabrace y se despache a gusto sobre el decimotercer disco de su devenir solista, exceptuando, claro, los que grabó con Pappo’s Blues, Color Humano, La Pesada, Pescado Rabioso, Polifemo y Seru Giran. Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa, ¿no?, y Déjà Vu –el disco– es otra cosa. Haciendo a un lado la versión “revancha” de “Viernes 3 AM”, las once canciones restantes son –compartidas o no– suyas. “La música es como el agua... no se puede agarrar: viene cuando quiere. Y a mí me vino ahora. Lo compuse de un toque”, dice él.

–¿Por qué “Viernes 3 AM”?

–Bueno, me quise dar el gusto porque cuando se grabó la original yo miré de costado (risas). La hicieron Pedro, Charly y Moro... yo no. Eso por un lado. Por otro, me parece una canción bellísima: si yo me quisiera suicidar, lo haría como el personaje de ese tema... El tipo está como feliz, agradecido.

Es un decir, claro. El ruso-yanqui que le puso solos de guitarra –de los mejores– a la historia del rock argentino nunca pensó en la posibilidad real de apretar los dientes y disparar, pero sí sabe de tormentos internos. “Como muchos, ¿no? He tenido momentos jodidos, de mucha depresión. Tomaba alcohol más que nadie y bueh... Pero jamás pensé en el suicidio, porque matarse es más fácil que vivir. Sí lloré y pensé varias veces en dejar de tocar, porque en la Argentina parece que estás todo el tiempo pagando derecho de piso... No sé, a mí no me podés inventar más nada. No soy un gran vendedor de discos, pero soy un clásico, que tuvo la suerte de tocar en los mejores grupos de acá.”

–¿Siente que le faltan el respeto?

–No sé, pero cada vez que empiezo algo, tengo que remarla tremendamente. Es agotador.

–Igual le fue bien cuando encaró el disco doble y el ciclo de recitales con Pedro Aznar en el ND Ateneo.

–Porque el mejor marketing es cuando las cosas se dan solas. Nos invitaron a reabrir el Ateneo, y de repente nos quedamos un año. Pedro y yo somos muy distintos de carácter, pero a la vez él tiene lo que me falta a mí y viceversa. Vamos a grabar un disco dentro de poco.

El hotel de Villa Urquiza es su casa. Lebon ya no vive en Mendoza, donde pasó 12 años de su vida, primero en Chacras de Coria y después en Dorrego, un barrio de los suburbios de la capital. Cuenta que una noche fue a tocar y se quedó. “Mendoza me sirvió para dejar el alcohol... me fui a tocar una noche y jamás volví: todos me preguntaban qué hacía ahí y no entendía... tomaba muchísimo, era el que más tomaba... Pero, de a poco, el lugar fue superando mi mambo con el alcohol. La paz me hizo cortar el vicio.” Allí estaba, hace siete años, cuando editó Yo lo soñé (2002); allí tuvo nietos y allí parió los primeros esbozos de Déjà Vu, que se iba a llamar Desnuque II, una especie de continuación de aquel emblemático disco de 1984. “Incluso ‘El tigre y el dragón’ –track 5 de Déjà Vu– lo traje desde allá. Pero hay una cosa medio rara con el tema de las provincias: parece que todo tendría que hacerse en Buenos Aires si querés que salga bien. No sé, en un momento me cortaron la luz, el cable, no tenía agencia... Era como si hubiese desaparecido del planeta. Una vez Fito Páez le preguntó a mi hijo qué pasaba conmigo, por qué no aparecía y Tayda le dijo: ‘Lo que pasa es que mi viejo no transa’ (risas). Es cierto, yo siempre cuidé mi música y quiero seguir cuidándola... Prefiero dos personas que entiendan lo que hago y no ser moda.”

Pero no es Desnuque, al cabo, el ejemplo histórico que reengancha en Déjà Vu. Es, según Lebon, El tiempo es veloz, grabado meses después de la separación de Seru, en 1982. “Pensé en un disco orgánico, solito y con violas acústicas... con estribillos y poca cuerda. Pero la relación con El tiempo... es también porque lo grabé con Gustavo Gauvry, y porque los dibujos de la tapa me los hizo Spinetta”, dice. El cuento salió de un sueño. “Más bien de una pesadilla”, ríe Lebon. “Soñé que estábamos en una fiesta con Luis y yo me le acerqué para pedirle que me dibujara la tapa; pero cuando me mira, me arrepiento y me voy. A los dos días me llamó, ¿lo podés creer? Es cierto que con Luis somos como hermanos... Vivimos juntos en la casa de mi hermana, compartimos Pescado Rabioso, pero lo veo y me causa mucho respeto... Soy fana suyo, y por eso me daba vergüenza pedirle una tapa.” Y Spinetta le entregó 766 dibujos. Eran círculos de contenido abstracto y de todos los colores. “Estuve como dos meses viendo redondeles por todos lados... cerraba los ojos y no sabía cuál elegir. Al final opté por el más suave”, se ríe.

–El disco parece una larga canción que gira sobre el monotema del amor, y sus circunstancias...

–Casi todos mis discos son así. En éste, excepto “Déjennos vivir”, que habla del país, todos hablan del amor entre los seres humanos y son simples. Yo no soy un poeta, no me gustan las frases célebres. Trato de explicar simplemente lo que me pasa, lo que veo... nada más. Por ejemplo, uno es un ser humano y tiene una familia grande, ¿no? Entonces mis hijos y mis hijas tuvieron algunas cosas privadas, y es muy difícil hablar con ellos, tratar de explicarles... Es como cuando mi viejo me decía: “No fumes más”, y yo fumaba más. Digo, no puedo darles consejos, sino simplemente decirles “tené cuidado con esto”. También hablo mucho del amor personal... Es muy importante quererse a uno mismo, porque yo soy el que más me respeto, quiero y permito... No tengo conflictos conmigo, es la gente de alrededor la que te los mete cuando empiezan con que “te veo bien, te veo mal, deberías peinarte así o adelgazar”. Pero yo aprendí a estar conmigo.

–Se nota en algunas letras un estado de soledad, pero a la vez de satisfacción, de autoestima... ¿“The Inner Light”?

–(Risas.) En realidad adentro no hay luz... Yo cierro los ojos y veo oscuro. Es como la meditación... Meditar es pensar, no es detener el pensamiento. Son todas palabras que se usan, como mística o religión, pero yo entendí que me voy a dormir y alguien me bombea de noche... Esa respiración que entra y sale es Dios, la luz, la vida, y yo la llevo a todos lados, hasta que no esté más. Y esa propia vida, eso mismo es lo que yo creo que me dio la gran posibilidad de disfrutar de lo que hago, de escucharme. Es así: si yo no abro la guitarra, no va a sonar nunca. Uno es un instrumento... Es su propio instrumento.

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“La música es como el agua... no se puede agarrar: viene cuando quiere. Y a mí me vino ahora.”
 
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