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Viernes, 9 de abril de 2010

MUSICA › CESAR DOMINICI, GAMEXANE Y EL REGRESO DE LA SOBRECARGA

“De golpe, todo puede pasar”

En los ’80 fueron protagonistas del mismo movimiento under que parió a Sumo, Fricción y Soda Stereo, pero no tuvieron la misma suerte. Ahora, el grupo de Trenque Lauquen vuelve no sólo para recordar sus dos discos, sino también para mirar el futuro.

 Por Juan Ignacio Provéndola

En 1986 y 1987, La Sobrecarga grabó los notables Sentidos congelados y Mentirse y creerse.

La efeméride es concluyente: La Sobrecarga volvió a tocar el 2 de enero y, de esa forma, podrían jactarse de haber protagonizado el primer regreso de la década. Sin embargo, César Dominici prefiere descolgarse la medalla. “Nunca nos fuimos, porque siempre estamos, sólo tardamos en volver entre presentación y presentación.” En rigor, el cantante y guitarrista está en lo cierto: desde su temprana desaparición en 1988, La Sobrecarga fue y vino varias veces y con diversas formaciones, aunque siempre se trató más de esfuerzos efímeros que de propuestas a largo plazo.

“En 1995 hicimos sólo dos actuaciones y la de 2001 fue más pro porque teníamos una productora que nos apoyaba. Pero la realidad nefasta del momento se cruzó y nos desbarrancamos”, recuerda Dominici. ¿Qué es, entonces, lo que hace diferente a este nuevo regreso? “Después del show del 2 de enero en un festival de Trenque Lauquen, vimos la repercusión que generamos y decidimos continuar para ver cómo seguía la cosa. Queremos aprovechar este envión para lanzar un EP y mostrar material nuevo, ya que hay gente interesada en grabarnos”, señala la voz cantante, y el dato no es menor. Es que, pese a tantos años de idas y vueltas, la vida discográfica de La Sobrecarga se circunscribe a 1986 y 1987, tiempo en el que editaron Sentidos congelados y Mentirse y creerse por Sony. El escaso apoyo que recibieron de la compañía melló los ánimos y diluyó el esfuerzo.

Así las cosas, el guitarrista Horacio Gamexane Villafañe se dedicó full time a Todos Tus Muertos y los demás reacomodaron sus rumbos entre las esquirlas de Sumo: Dominici se autoexilió en España y formó Mate en la Casa junto a Tito Fargo (integrante de la Hurlingham Reggae Band, apéndice experimental de Luca Prodan y compañía), Gustavo Collado fue el primer baterista al servicio de Ricardo Mollo y Diego Arnedo en Divididos y Willy Robles estuvo en Las Pelotas el tiempo suficiente para grabar Corpiños en la madrugada, el disco debut. Si la historia de La Sobrecarga fue un libro, Sumo se encargó entonces no sólo del epílogo, sino también del prólogo, ya que hicieron su primer desembarco porteño firme –desde su Trenque Lauquen natal– como soportes de ellos. Hasta ese entonces, su única experiencia en Capital había sido en un homenaje a John Lennon interrumpido por una violenta razzia en 1981 y ante la mirada de Miguel Abuelo, su primer fanático de renombre.

Esos pocos años les sirvieron para inscribir su nombre entre los principales promotores de la renovación sonora del rock local junto a Sumo, Fricción y Soda Stereo, grupos con los que compartieron el incipiente movimiento under por bares y pubs. Lo demás es historia antigua y un legado que pretenden recuperar Dominici, Collado y Gamexane. Willy Robles, esta vez, no será de la partida: “Dejó el bajo y vive en Grecia, donde se dedica al tráfico de malambo enseñando folklore”, dice entre risas el guitarrista, también inmerso en diversos proyectos que involucran a Todos Tus Muertos y Los Laxantes, sus otras bandas históricas.

“Sé que muchos reconocen el aporte que hicimos como grupo, pero tuvimos mala suerte y muchos obstáculos a la hora de pretender crecer y progresar como banda. Creo que pudimos haber dado mucho más y ésta es una muy buena oportunidad de poder demostrarlo”, afirma el mismo cantante que poco tiempo atrás revivió Igoagrio, agrupación trenquelauquense de fines de los ’70 por la que pasaron Collado y Robles y que fue algo así como el germen de La Sobrecarga. Por su cuenta, además, editó el año pasado un disco con PH Pampa, proyecto individual en el que resumió todos sus esfuerzos posteriores y también reversionó algunos viejos clásicos de La Sobrecarga como “Cabeza rota” y “Viajando hacia el este”.

Pero no todo tiempo pasado fue mejor. “Estamos compenetrados en el futuro con más intensidad, por eso queremos mirar adelante grabando un nuevo material”, defiende Gamexane. “Estamos ensayando nuevos temas y trabajando en cosas viejas que nunca se editaron, pero ahora la cosa tomó un calibre mayor y no sólo se trata de tocar y ensayar más, sino también de afilar la puntería acerca del modo de trabajo a seguir.” Alguna muestra de esa voluntad podrá verse hoy el Teatro La Cova de Martínez (Av. del Libertador 13.900).

–¿Hacia dónde fueron sus inquietudes musicales en estas dos décadas?

G.: –Yo siempre fui un tipo pluralista. Puedo escuchar a Sinatra, Moris, The Class, Kiss, Los Tigres del Norte, Beethoven, Dead Kennedys, Julio Sosa o Massacre. Aunque actualmente estoy muy copado con Pescado Rabioso y lo que hizo Gilardo Gilardi, mi tío bisabuelo, quien compuso músicas de películas como Los Isleros e hizo obras que se presentaron en el Colón.

C. D.: –Sigo escuchando la música que nos inspiró a hacer lo que hicimos, aunque en Ibiza descubrí música electrónica experimental de gran calidad, tipo Plastikman o Vulkano, y ahora estoy recuperando la vena folklórica de Yupanqui, Chango Spasiuk, Liliana Herrero, Raly Barrionuevo y Doña María. De rock escucho poco: Catupecu Machu, Las Pelotas, Gran Martell y Ovejas. Lo demás es muy del club de clones...

–En su corta historia vivieron muchos momentos interesantes. ¿Qué recuerdan de haber teloneado a The Cure en 1987?

C. D.: –Esos dos conciertos estuvieron maravillosos y fueron una experiencia única, aunque un poco empañados por los disturbios. Antes de tocar nos reunimos en el camarín, tipo fogón, a tomar mate. Ellos estaban muy protegidos, aunque pude darle una remera y un disco a Robert Smith en la prueba de sonido.

G.: –Con quien tuve más comunicación fue con Simon Gallup, porque al ser tartamudo fragmentaba su inglés, así que se podía conversar. Con el resto de los músicos también vivimos momentos intensos, porque en el primer show se desbordó la cosa ante el descontrol de la gente y tuvimos que atrincherarnos en los vestuarios de Ferro.

–¿Qué se puede esperar de esta nueva versión de La Sobrecarga?

G.: –Somos como una banda aliada donde nada pasa y, de golpe, todo puede pasar. Pero agárrense, porque estamos resurgiendo como el Ave Fénix.

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