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Viernes, 9 de abril de 2010

CINE › PRESENTACION DE LAS TRES PELICULAS ARGENTINAS EN LA COMPETENCIA INTERNACIONAL

“Nos fuimos formando en el festival”

Eduardo de la Serna, Adriana Yurkovich y Lucas Marcheggiano, realizadores de El ambulante, Sebastián Martínez, de Centro, y Delfina Castagnino, de Lo que más quiero, hablan de sus películas y comentan sus experiencias como espectadores del festival porteño.

 Por Oscar Ranzani

Martínez, Castagnino, Yurkovich, Marcheggiano y De la Serna, en la encrucijada de caminos que significa todo estreno.
Imagen: Pablo Piovano.

Desde hace varios años, Daniel Burmeister arranca periódicamente su vehículo en Buenos Aires y no para hasta llegar a algún pueblito perdido del interior. Su objetivo no es el turismo social, sino que en cada paraje se queda un tiempo....a filmar una película. Es que Burmeister es un cineasta muy particular, se autodefine como un director “artesanal” porque en cada pueblo, además de hacer algunas changas, convoca a un elenco local, más precisamente habitantes que nunca actuaron, se calza su cámara al hombro y construye una ficción. Una vez que logra hacer partícipe a buena parte del pueblo de esta aventura cinematográfica, estrena el film allí mismo. Y asisten todos. De esta manera, se genera un ingreso y la posibilidad de ir a otro sitio a rodar una nueva ficción. Mal no le va: vive de lo que le gusta y lleva rodadas alrededor de sesenta películas. Sobre este curioso personaje posaron su mirada los documentalistas Eduardo de la Serna, Adriana Yurkovich y Lucas Marcheggiano, quienes dirigieron el documental El ambulante, uno de los tres largometrajes argentinos que participan de la Competencia Internacional del Bafici.

“El nos contó que tuvo que criar a sus hijas porque había quedado viudo, y entonces, estaba acostumbrado a hacer un poco de todo para vivir: trabajos de carpintería, plomería, incluso en una época fue cocinero. Y tenía algunas inquietudes artísticas: a veces, hacía teatro con chicos. Una vez que terminó de criar a sus hijas, dijo: ‘Bueno, ahora puedo hacer algo que me gusta. Nadie más depende de mí’”, relata Yurkovich sobre el origen de las travesías cinematográficas de Burmeister.

El trío filmó el documental en el pueblo Benjamín Gould, ubicado en el sur de la provincia de Córdoba, en dos períodos: en principio, su llegada al lugar, donde se muestra la red de contactos que Burmeister establece, el proceso de filmación, y finalmente, el momento del estreno, sin dejar de mencionar el fenómeno que se genera alrededor de su visita. “La gente se junta y se entusiasma mucho. Una persona nos decía que es muy bueno lo que hace Burmeister porque algunas personas que se cruzaban y no se saludaban, se unen, empiezan a comunicarse, y se genera un movimiento muy lindo”, dice Marcheggiano, mientras explica que lo que más le llamó la atención fue que muchas de las personas que participan, nunca fueron al cine en su vida, ya que no hay salas en los pueblos donde arriba Burmeister y que “la primera vez, van a ver una película donde actuaron ellas mismas”. “El prefiere los pueblos chicos porque es donde mejor se conecta con la gente y donde más cómodo se siente”, agrega De la Serna. Burmeister tiene la costumbre de filmar en VHS, edita en una computadora y cuando tiene algún inconveniente técnico no duda en recurrir al canal de televisión local para poder concretar su película. “Filma en quince días, o veinte como mucho; en una semana edita y luego proyecta. A lo sumo, tarda un mes en todo el proceso”, comenta De la Serna.

El microcentro
como protagonista

El segundo largometraje argentino en la Competencia Internacional del Bafici es también un documental: Centro. Como su nombre lo indica, establece su mirada sobre el sitio emblemático de la ciudad de Buenos Aires, ubicado a metros del Obelisco y limitado por el cruce de Lavalle y Florida. Su director, Sebastián Martínez, intentó desde un principio, realizar un documental de observación, tratando de intervenir lo menos posible. Martínez aclara que Centro “muestra lo cotidiano, no sale a buscar el lado oculto. Lo que pasa es que el lado oculto, lo extraño, lo ambiguo o lo desopilante aparecen porque la ciudad tiene de eso”. El cineasta –cuya ópera prima fue París-Marsella– filmó durante todo 2008, y en total, le insumió alrededor de sesenta jornadas de rodaje, distribuidas en las distintas estaciones del año.

“Entendí que iba a ser una película no muy hablada porque todo el lugar que recorre el film hay cosas que hablan, más allá de las personas y más allá de lo que se dice: hay huellas, signos y señales que pueden contar cómo la ciudad dice mucho y también calla muchas cosas”, explica el documentalista que estudió en la FUC y en universidades de Barcelona y París. Al margen de su comentario, aparecen distintos protagonistas, más allá de la ciudad: un peluquero, un pastor evangelista, un arbolito, una prostituta y una señora de la Asociación de Amigos de la calle Florida, entre otros. Martínez señala que Centro también cuenta algo del pasado, “de lo que fueron estas calles. Hoy, Florida y Lavalle no son lo que fueron y, si bien la película es presente, están las huellas de lo que pasó ahí. Y me interesaba también una idea de ciudad que se perdió en algún lugar y tenemos lo que está, lo que quedó. Y todo el tiempo están las dos cosas conviviendo”, indica.

La amistad en el dolor

Egresada de la Universidad del Cine, Delfina Castagnino trabajó como montajista en Los muertos y como asistente en Liverpool, dos de los cuatro largometrajes de Lisandro Alonso. Sobre esta experiencia, reconoce que aprendió mucho y que, tal vez, le dio “libertad como para arriesgar un poco más, y confiar en lo que uno hace”. Esa seguridad buscó transmitirla en su ópera prima, Lo que más quiero, tercer largometraje argentino en la Competencia Internacional del Bafici; en este caso, una ficción. Todo surgió en mayo de 2009 cuando la directora se fue a vivir a Bariloche, con la idea de filmar. “La película nació a raíz de ciertas preguntas que me hice: qué cine me interesa, qué es el cine para mí, en qué quiero experimentar, qué temas me tocan en lo personal”, reflexiona en la entrevista con Página/12. Castagnino comenta que su largometraje es, a la vez, una comedia y un drama que despega a partir de la relación de amistad de dos chicas. “A una de ellas se le acaba de morir el padre y la otra la va a visitar y acompañar durante ese momento. El otro personaje vive en Buenos Aires pero ambas son amigas desde hace tiempo. Trata acerca de los dramas que vive cada una y de qué es eso de reencontrarse después de un tiempo. Básicamente, son momentos de ese período de tiempo que ellas comparten”, subraya. La joven cineasta también admite que, a priori, no hay una construcción muy fuerte de los personajes que permitan trazar distintas psicologías y personalidades, pero que le interesaba mostrar “esa sutil diferencia que uno tiene cuando vive en un entorno y en otro diferente. Tal vez, la de Buenos Aires parece como un poco más superficial o que va por encima de los problemas. Y la que vive en el sur es más reacia, descreída y le cuesta conectarse afectivamente”. Sobre las actrices Pilar Gamboa y María Villar reconoce que “desde que empecé a escribir el guión, me surgió pensar en ellas. Sabía que el equipo técnico podía cambiar, las locaciones también, pero si ellas no estaban, me iba a costar mucho tomar la decisión de que fueran otras personas”.

El Bafici y todo lo demás

–¿Consideran que el Bafici es una puerta de entrada al universo del cine argentino?

Sebastián Martínez: –Yo siempre quise estar con alguna película en el Bafici. Era algo a lo que quería llegar. De todos modos, a veces, tiene que ver con los momentos en que terminás una película para que te calce con determinado festival. Pero cerrando ese paréntesis, me gustaba la idea y, además, como es una película superporteña, me parecía que era un lugar ideal para lanzarla.

–¿Creen que el público de sus películas es similar al que va al Bafici?

Delfina Castagnino: –Pensar en un público antes de proyectarla es difícil. Yo la presenté porque es un festival que me interesa desde siempre. Y siempre he trabajado en películas que después se proyectan ahí. Es un lugar de mucho movimiento, que va mucha gente y, además, es un lugar en el que se habla de cine, pero uno nunca sabe la repercusión que va a tener en el público. Al elegirla, los programadores te devuelven algo pero de ahí en más es una incógnita.

S. M.: –Hay una cosa que pasa siempre: en el Bafici te encontrás con muchas funciones agotadas de películas que te quedás sin ver, y que después, se estrenan en salas comerciales y no pasa nada. No sé qué dato concreto uno puede sacar del Bafici. Uno sabe que hay una especie de hervidero de gente para ver películas y eso está buenísimo. Ahora, eso no garantiza que, después, en salas comerciales, a la película le vaya bien.

–¿Creen que debería haber alguna constancia a lo largo del tiempo para darle mayor visibilidad a las películas que se presentan?

S. M.: –No sé, porque yo tampoco sé bien cómo funciona el circuito comercial, que tiene otras exigencias. En una sala tenés que poner la película tres o cuatro funciones. Si no, no te rinde. Creo que muchas películas que se ven en el Bafici, después no se bancan cuatro funciones diarias. Por ahí, después van al Malba, están dos veces por semana y, por lo menos, tenés la gratificación de que cuando vas a la puerta de la sala donde se proyecta tu película hay gente haciendo cola. Si no, pasás por las otras salas y hay cuatro personas. Es linda esa idea de que hay una cantidad de gente que se interesó y se metió en una sala a compartir tu película.

–¿Fueron espectadores del Bafici? ¿Se encontraron con un cine que desconocían?

Adriana Yurkovich: –Sí, yo voy regularmente a ver películas en el Bafici. Quizás elijo las menos Bafici (risas) de la programación pero porque ése es mi gusto personal.

Lucas Marcheggiano: –A mí me gusta mucho. Voy desde el primer año y he descubierto directores muy interesantes. Incluso, gracias al cine, he descubierto países que ni siquiera sabía que existían. Y esta vez en el rol de realizador, lo voy a disfrutar más.

D. C.: –Cuando cursaba primer año, empezó el Bafici. Entonces, fue como un crecimiento paralelo. Y me tocó mucho trabajar en películas que se programaron. Me gustaría que después del festival se proyectara ese tipo de películas en salas.

–¿Creen que el Bafici logró capitalizar en su programación el auge del documental que en la Argentina ya lleva varios años?

S. M.: –No soy un experto pero creo que ayudó. Desde el momento en que en Competencia Internacional hay dos documentales argentinos y otros de distintos países, le está dando espacio al documental. No sé si lo viene haciendo desde la primera edición pero fue uno de los factores que generó ese espacio propicio. Tampoco sé si será el único pero, sin duda, aportó.

A. Y.: –Yo he visto documentales maravillosos en el Bafici. Y después, los he buscado por Internet. A veces, hasta he tenido la suerte de pescar alguno en el cable y poder volver a verlo o avisarle a otra gente que iba a estar tal documental. Pero tampoco es que hay mucho espacio por fuera.

* El ambulante se exhibe el 10/4 a las 22, 11/4 a las 15.45 y el 12/4 a las 23. Centro se proyecta el 14/4 a las 20.30, el 15/4 a las 16.45 y el 18/4 a las 12.15. Lo que más quiero se exhibe el 12/4 a las 23, el 14/4 a las 18 y el 18/4 a las 21.45. Todas las funciones son en el Hoyts Abasto.

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