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Martes, 24 de agosto de 2010

MUSICA › ARIEL ARDIT PRESENTó A LOS CANTORES EN EL FESTIVAL DE TANGO

Cuando hay que jugarse el resto

Aunque no estuvo en su mejor forma por una enfermedad, el cantor cordobés fue muy aplaudido en su homenaje a colegas de la época de oro del tango, junto al pianista Andrés Linetzky, una orquesta típica impecable y una pareja de bailarines.

 Por Karina Micheletto

A los cantores: así se llama el tributo que Ariel Ardit, junto al pianista y compositor Andrés Linetzky, le rinden a esas figuras que alguna vez tuvieron hinchada propia y que hoy, a pesar del buen momento creativo del tango, parecen más bien guardadas en el ámbito de la milonga, siempre propenso a cerrarse sobre sí mismo. Ardit canta a y para los cantores, y en el gesto pone el foco también en el sonido de aquellas históricas formaciones de las épocas de oro del género. Lo hace sin ahorrar esfuerzos de producción: la creación ad hoc de una impecable orquesta típica, los arreglos y dirección musical de Linetzky, el trabajo de análisis sobre los originales, el sustento fílmico y hasta la participación de los bailarines conforman un trabajo tanguero integral de gran calidad.

El domingo, el Festival de Tango fue el escenario para una nueva puesta de este espectáculo, que ya fue estrenado en el ND/Ateneo en abril pasado y presentado en el Festival de Tango de La Falda, y del que resultó un CD y DVD grabados en vivo, que acaban de ser editados. No fue la mejor noche para el cantor cordobés, que una y otra vez pidió las disculpas del caso por una garganta que no respondía como él quería: justo vino a enfermarse en una fecha como ésta. “¡No tenés orquesta, Ariel!”, le gritó desde el público un fanatizado por el ritmo. “Y con un cantor, ¡no sabés lo que sería!”, devolvió Ardit con sentido del humor. Quizás el anfitrión, con el apremio lógico de la situación que enfrentaba, no alcanzó a notar la contundencia con la que hizo sonar “Malvón” y “Porteño y bailarín”, o la impecable sutileza de un final como el que soltó en “Pregonera”. Pero desde la platea, el pullman y el superpullan sí se apreció. Y se agradeció, en forma de largos aplausos.

Angel Vargas, Enrique Campos, Raúl Berón, Alberto Podestá, Francisco Fiorentino, Jorge Durán, Floreal Ruiz, Alberto Marino, Julio Martel, Carlos Dante, Roberto Rufino, Alberto Castillo y Elba Berón son los cantores propuestos como punto de partida. Y también, claro, las grandes orquestas en las que se lucieron cada una de estas voces, y con las que dejaron sus registros sonoros. Aníbal Troilo, Ricardo Tanturi, Carlos Di Sarli, Miguel Caló y Alfredo De Angelis son algunos de los directores que aparecen implícitamente en este trabajo. No se trata de un recorrido por imitación: se parte de una impronta sonora propia –dada no sólo por Ardit, también por la orquesta que lo acompaña– para recrear cada uno de los “grandes éxitos” de los homenajeados.

Así, en el repertorio propuesto el domingo hubo tiempo para recrear “Tres esquinas”, a partir de la versión que Angel Vargas grabó con la orquesta de Angel D’Agostino; para volver a “Marioneta”, que Floreal Ruiz grabó con la orquesta de De Angelis; a “Me están sobrando las penas”, recordando la versión que hizo Alberto Marino y que dejó grabada con Troilo. Antes de “Nido gaucho”, Alberto Podestá (a quien se recuerda en la versión de este tango, que grabó con la orquesta de Di Sarli) apareció desde la pantalla gigante. Allí se lo vio pasando tips a la orquesta y al cantor, marcando las frases y los compases, hablando de la “personalidad” que necesita redondear una típica. Y concluyendo, después de tanto trabajo: “Yo no trabajé nunca. Yo canté, nomás, toda mi vida”.

La nutrida orquesta típica que se propone, con Linetzky al frente, suena redonda, precisa, y los arreglos logran resaltar la potencia rítmica de aquellas formaciones que rescatan de las grabaciones originales. Gustavo Mulé, Alejandro Schaikis (en reemplazo de Ramiro Gallo) y Pedro Pedroso en violines, Elizabeth Ridolfi en viola, Pablo Chaile en contrabajo y los bandoneones de Federico Pereiro, Renato Venturini, Nicolás Capsitsky y Mario Vega conforman esta típica que no tiene nombre, pero sí marca. La participación de los bailarines Julio Balmaceda y Corina de la Rosa, sembrando el compás en la milonga “Con toda la voz que tengo” y en “El vals soñador” –y haciendo además un juego con la proyección en video–, sumó encanto a la puesta.

Al final, ya enojado consigo mismo o con su garganta (“nunca pensé que iba a decir esto en un escenario: no doy más”), Ardit dio por terminado el show. El público quedó pidiendo “Mariposita”, el tema que es una suerte de sello en su repertorio, y que lo coloca como un cantor que ya hizo sus propios grandes éxitos. Pero Ardit eligió largar con las últimas fuerzas otro que venía justo, la milonga “Cachirliando”: “Disculpen si me presento, así nomás, como quiera (...) Yo soy un hombre modesto, sin ningunas pretensiones. Aunque en ciertas ocasiones, me gusta jugarme el resto”.

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El gesto de Ardit pone el foco en el sonido de las orquestas de la época de oro del tango.
Imagen: Jorge Larrosa
 
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