espectaculos

Martes, 11 de septiembre de 2012

MUSICA › MUSICA > CAMPINO, LíDER DE LOS ALEMANES DIE TOTEN HOSEN, DE GIRA POR LA ARGENTINA

“Nuestra banda se basa en la actitud, no en una canción”

Dos décadas después de su primer show aquí, describe el romance de la banda con los fans argentinos: “Nos voló la cabeza lo amistosos y abiertos que son”. El cantante dice que lo más honesto que puede hacer, a los 50 años, “es tratar de no vivir la vida con facilismo”.

 Por Luis Paz

Hoy es martes 11 de septiembre de 2012. Es probable que el lector ya esté al tanto de eso, pero a los fines eso no importa. Lo notable es que, hasta el pasado fin de semana, los Ramones fueron el grupo en lengua extranjera que más veces había tocado en la Argentina: 27 presentaciones, 24 de ellas en Buenos Aires y tres en el interior, durante su Acid Chaos Tour de 1994. Con el recital que dio en Salta el sábado 8, la banda alemana Die Toten Hosen, acoplada a la misma tradición punk, le empardó el record a la estadounidense. Y está a punto de superarla: esta noche actuará en Vorterix (Federico Lacroze y Alvarez Thomas), el jueves se presentará en GAP, de Mar del Plata; y el sábado 15 actuará en el Malvinas Argentinas de La Paternal, para rubricar el acuerdo expreso de mutua cooperación entre el grupo encabezado por Campino y el público argentino de rock. Cuando se vayan, siempre que no se les ocurra dar otro recital en la casa de algún fan, en la puerta de una galería porteña o en un bar, cosas que ya hicieron en sus diez visitas anteriores, habrán alcanzado su show número 30: 22 en Buenos Aires, dos en Rosario y en Córdoba, uno en Cipolletti, San Carlos de Bariloche, San Miguel de Tucumán y Salta. Para la lógica a la que se acostumbró el público argentino, de recibir y recibir shows internacionales, esta vez se trata de una noticia en sí misma y por fuera del mero hecho de los conciertos o los discos.

No obstante, tampoco es una curiosidad llana: Die Toten Hosen viene con un par de cuestiones a cuestas. En principio, la flamante edición local de Ballast Der Republik, vigésimo cuarta obra, si se tienen en cuenta sus compilaciones y discos en vivo. En segundo lugar, la aparición de su primera canción en español, “Días como éstos”, versión no incluida en el álbum de “Tage Wie Diese”. Y en los alrededores de eso, el aniversario número 30 del grupo, y el cumplimiento, hoy mismo, de dos décadas desde el primer show de los Hosen en la Argentina. Para una fiesta completa, en los dos últimos años aparecieron en el país el disco compilatorio en vivo Machmalauter Live in Berlin y un DVD que compiló la producción videográfica de este combo punk rockero originario de Düsseldorf.

“Nos voló la cabeza lo amistosos y abiertos que son los argentinos desde la primera vez que nos presentamos en la Argentina”, destaca Campino, el enérgico y otrora bardero cantante de DTH, con poco esfuerzo para recordar aquel debut en el boliche Halley, el 11 de septiembre de 1992 junto a Pilsen (el grupo de Pil Trafa, de Los Violadores) y Gatos Sucios. “La verdad es que no esperábamos mucho al principio, ni siquiera sabíamos qué pensar, ni si en la Argentina había música punk o ganas de escuchar a un grupo que cantaba en alemán. Nos recibieron con tanta amistad y tanto amor que fue perfecto, hermoso; y parió esta relación irrompible. Creo que la Argentina tiene mucho que ver con Alemania: la historia de ambos países es dura y está alejada del centro político del mundo actual; la gente es apasionada, ama el rock and roll y entiende la música de un modo particular.”

–¿Con qué fue que se toparon en aquella llegada, en lo que respecta al ámbito musical?

–Comprendimos rápidamente que, en la Argentina, el rock es algo relacionado con la actitud, más allá de la tradición de buena música que tienen y que han generado con bandas clásicas como lo son Metallica, AC/DC, Ramones o Los Rolling Stones. Eso me hizo sentir rodeado de gente como yo, porque para mí la actitud también es una constante, como fan de un movimiento como el punk. Nuestra banda se basa en la actitud, no en una canción. Mi español era una mierda, realmente, pero teniendo los mismos sentimientos que los argentinos, eso no fue jamás un problema para mí.

–¿Eso significa que para usted, Andi, Breiti, Kuddel y Vom, venir es placentero, además de representarles trabajo?

–Para mí sigue siendo difícil definir hacer música como un trabajo. Sigo siendo un fan de la buena música y de ver tocar a otras bandas, desde lo clásico como AC/DC, Metallica o Green Day hasta cosas nuevas. Mi hambre por encontrar música nueva no ha cambiado. Y lo mismo les pasa a los demás muchachos. En todos estos años funcionamos con la misma combinación: amigos más música. Es algo muy bueno, una gran suerte, pero también es cierto que todo el tiempo tenemos que encontrar lugar para reposar antes de reunirnos y acercarnos a las canciones. Ya sabemos que, al juntarnos, todo sencillamente ocurre; nos encanta girar, conocer gente y lugares juntos.

–Sí, por supuesto, pero por detrás de todo eso hay trabajo duro. Si algo mostró Die Toten Hosen en estos años, fue que es una banda con una constante “prepotencia de trabajo”.

–No creo que sólo sea una cuestión de trabajo duro, porque veo a músicos muy talentosos que trabajan mucho y no tienen la suerte de que pase algo con su música. En la vida se necesita algo de suerte, estar en el momento y el lugar indicados, a veces incluso pararte al lado de la persona indicada. Por supuesto que los Hosen trabajamos duro, pero sabemos que no fue el único factor.

–¿Y qué puede haber operado o ayudado para que permanezcan juntos desde hace tres décadas?

–Antes que nada, creo que fue nuestra regla suprema: nadie nos dice qué tenemos que hacer, ni cuánto tiempo tenemos que estar juntos. La segunda razón es que nadie se fue de la banda. Al mirar atrás, siento que el tiempo pasó como si nada; hasta acá fue una aventura rapidísima de amigos que se fueron convirtiendo en músicos. Y en esto pongo los instrumentos de costado: es muy difícil sobrevivir si te unís con músicos, primero, y luego te hacés amigo. Si contratás a los mejores músicos, seguramente terminen odiándose entre sí. Die Toten Hosen es sobre la amistad.

–¿Y sobre el punk?

–El punk no es lo que más me interesa hoy. No sé si alguna vez fue lo que me importaba. Hablo del plano musical; yo soy mucho más del rock clásico, del rock duro. El punk me resultó siempre muy interesante como movimiento, como sistema de ideas. La actitud del punk es lo que preferí.

–¿Y qué le pasa a usted, que fue un joven muchachito punk, y ahora forma parte de una banda de tipos de cincuenta años? ¿Estaba de acuerdo con eso de que lo viejo no sirve?

–Creo que todos los músicos deberían ser asesinados a los 18 años. ¡Estoy jodiendo! Seamos francos: hay muchos músicos jóvenes muy malos y otros viejísimos que son buenísimos. Pero los jóvenes siempre creen que llegan a un lugar a hacerlo mejor que el que estuvo antes, sienten que deben deshacerse de los viejos; y está bien. Y los viejos sostienen que tienen algo para decir y que tienen la experiencia, y está bien también. Estoy de acuerdo con que muchas bandas viven su mejor momento cuando son jóvenes, y hay un período entre los treinta y los cincuenta en el que muchos se vuelven poco interesantes, pierden su gracia y pueden decepcionar. Pero después hay viejos como el gran Johnny Cash o Nick Cave, con los que uno nunca debe preocuparse. Lemmy, de Motörhead, es jodidamente viejo y sigue ahí. Lo extrañaremos mucho cuando ya no esté acá.

–Usted cumplió cincuenta años en junio. ¿Qué tan jodido es ahora? ¿Qué tan jodido está?

–Yo no me puedo enojar con los jóvenes porque fui uno de ellos y sé cómo se sienten con este mundo. Pero algún día ellos van a ser como yo, ¿no? ¿O de qué clase de ser humano estamos hablando? Todos envejecemos y todos vamos a tener que probar para qué estamos acá y qué es lo que seguimos defendiendo, si seguimos pensando igual. A mí no me avergüenza ser un viejo. Al margen de eso, yo sigo siendo el mismo idiota curioso de todo, y sigo cagándome de risa de todo.

–¿De todo?

–De todo lo que no es realmente importante, de todo lo que no me es útil para vivir. Yo aprendí mi lección acerca de qué significa ser parte de este mundo y tuve que aceptar que no hay justicia. Es algo muy doloroso. Yo tuve suerte en la vida y todo funciona bien para mí, mi familia va muy bien. Y mis pequeñas catástrofes no son nada comparadas con las de los demás, no me puedo quejar. Hace veinte años era más idiota, pero ser padre cambió muchísimo mi vida. O sea, hombre, hay alguien que me espera cada noche, al que no le importa si no hay taxis o si tengo que tocar. Es el ciclo de la vida: ser padre hace que veas la película completa, porque siéndolo dejás de ser hijo.

–¿El mundo actual es como se lo imaginaba en 1982? O sea, usted empezó a hacer música en Düsseldorf, el centro comercial de la Alemania en reconstrucción. El muro seguía firme.

–Es loco lo que pasa. Claramente no me imaginaba un mundo como éste, esperaba que muchas cosas ya estuvieran resueltas para esta altura, cosas que tienen que ver con las sociedades y la política, con el carácter del ser humano. Indudablemente se avanzó muchísimo en lo que tiene que ver con la tecnología, pero ante muchos de esos desarrollos pasa lo mismo: aparece algo y tres meses después ya nos olvidamos cómo hacíamos para vivir sin eso. Internet es el ejemplo.

–¿Entonces?

–Los desarrollos están ocurriendo demasiado rápido, pero lo bueno es que hacen que cada vez los distintos puntos del mundo estén más cerca. Hace veinte años no sabíamos un carajo sobre Buenos Aires, ahora tenemos noticias de lo que pasa en la Argentina un segundo después de que algo suceda, y es asombroso. Hace veinte años no tenía idea de cómo era Grecia, ni de cómo era la gente griega, y ahora Grecia queda a la vuelta de la esquina para mí. No hay que olvidar que el hombre cambió a través de esos desarrollos, y en los últimos años empezamos a ver los cambios en Alemania, en la Argentina, en el Este y el Oeste; la Cortina de Hierro desapareció y de repente todo el mundo cambió completamente. Ahora países como India, China o Brasil crecen y crecen porque son importantes para el resto del mundo. Y lo mismo pasa en Medio Oriente y en Africa.

–En este mundo, ¿qué hace para ser franco, generoso y, a la vez, coherente con sus ideas?

–Nunca me compararía con el gran Joe Strummer, pero siento que tengo la misma sensación que él. No puedo andar riendo y gritando todo el día porque pasé muchos momentos difíciles, sobre todo en estos últimos años. Mi trabajo es escribir canciones de rock, y me es muy difícil salir de la mierda mediocre que primero se me ocurre, y encontrar algo útil. Crecer haciendo música fue un proceso muy complicado. Pero creo que algo bueno del grupo cada vez que intentamos hacer un nuevo disco es que nos preguntamos si realmente tenemos algo más para decir, si ya estamos satisfechos con lo que hicimos. Y también por el tipo de banda que es Die Toten Hosen. Siempre la discusión sobre si podemos hacer algo más en un plano político está presente. ¿Deberíamos ir a hacer trabajos a Africa? ¿Cómo podríamos darle más a cada ciudad que visitamos? ¿Debería donar mi dinero en lugar de usarlo para grabar otro disco que quizá no le interesa a nadie? ¿Es que todos deberíamos convertirnos en Bob Geldof? Ante todas esas dudas, a menudo resuelvo que lo mejor que puedo hacer, lo más honesto de todo, es tratar de no vivir la vida con facilismo.

La ficha

Die Toten Hosen (Los Pantalones Muertos) fue fundada en Düsseldorf en 1982 por Campino –nieto del alguna vez presidente de la Corte Federal Alemana, Ludwig Frege, e hijo de un jurista alemán y una docente inglesa– junto al bajista Andreas “Andi” Meurer, el guitarrista Michael “Breiti” Breitkopf y el también violero Georg Andres Christian von Holst, más sencillamente conocido como Kuddel. En Opel-Gang, su debut de 1983, sintetizaron el descontento no future de la juventud germana e inmediatamente trascendieron por algunas letras en inglés hasta llegar prematuramente a la BBC londinense. Tras un comienzo errático, en el que cada presentación podía terminar en prohibición, batalla campal o cancelación (esto ocurrió en 28 de los 38 conciertos de su primera gira), el grupo fue hilando un relato punk discordante con las direcciones políticas y las directivas sociales de los últimos tiempos de “las dos Alemanias”, una nación a la que, de cualquier forma, han honrado e intentado unir siempre en sus canciones, como lo demostró el disco Never Mind the Hosen, de 1987, construido en torno de canciones alemanas famosas. Debutaron en la Argentina en 1992 y, desde entonces, han regresado permanentemente, hasta alcanzar una escala de estadios o de grandes festivales (Luna Park, Cosquín Rock, Pepsi Music). Distinguidos, además de la por aún permanente utilización del alemán para su obra, por su fuerza musical y su energía en vivo, los Hosen han llegado a estar considerados como uno de los mejores actos en vivo de la historia del rock mundial aún en actividad. Fanáticos del Fortuna Düsseldorf de la Bundesliga, equipo al que además han ayudado económicamente en reiteradas ocasiones, los músicos son, además de propagadores musicales de la unidad y la resistencia, un grupo que interviene en lo cotidiano: en su Alemania natal mantienen lazos de solidaridad con ONG que trabajan con chicos en situación de riesgo.

Compartir: 

Twitter

Los Hosen actuarán hoy en Vorterix, el jueves en GAP de Mar del Plata y el sábado en el estadio Malvinas Argentinas.
 
CULTURA Y ESPECTáCULOS
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.