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Martes, 12 de noviembre de 2013

MUSICA › QUEYI, EL NOMBRE DETRáS DE UNA VOZ A SEGUIR

Canciones sobre el mar

Nació en España, pero los azares del destino y la pasión por
las canciones la depositaron en el Río de la Plata. Ahora se
prepara para presentar su disco QUEYI, grabado en el Teatro Solís.

 Por Cristian Vitale

Se llama Eugenia, pero prefiere que no le digan así. “Queyi, por favor, soy Queyi, así me nombran desde que nací”, ruega ella, mientras despliega su último disco sobre una amplia mesa de madera recién lustrada. Lo abre, y el cartón, terso como sus canciones, delata dibujos nacidos de su pluma. De la misma manera que le escribe y canta a los amores y las distancias, esta española nacida en Palencia y trasplantada al Uruguay vía Diego Drexler y Ana Prada se pinta a sí misma, a su banda y a la fachada del Teatro Solís, donde grabó el disco en vivo (QUEYI) con todas piezas propias y absolutamente inéditas. “Yo concibo el arte igual que Mozart”, sorprende, de entrada. “Si bien la música es el hilo conductor, desde siempre yo la imagino como todo un mundo. Ella es parte de un desarrollo dramático de lo que cuentas, y en mi caso lo hago con dibujos”, explica la cantautora y pianista, mientras va trasplantando el sentido de las siluetas a las canciones. Canciones que son quince, y viajan entre trances calmos, lúdicos, rítmicos y oníricos. Canciones que estrenará en Buenos Aires el martes 10 de diciembre en el Boris Jazz Club (Gorriti 5568) y que remiten a cierta tradición de folk sin límites geográficos, o de fronteras imaginarias, como gusta decir ella. “Yo lo definiría como un disco sencillo, austero, con temas que nos pasan a todos, con canciones de amor y desamor, de sufrimientos y goces.”

–Suena riesgoso grabar un disco en vivo con todas canciones inéditas...

–Lo viví con cierto miedo al principio, sí, pero lo quería hacer así, porque tenía ganas de que mis compañeros participaran más en mis arreglos, y me apetecía estar fuera del estudio: estuvimos un mes y medio ensayando en mi casa de Montevideo, con grandes ollas de cocina en el centro como factor de conexión y reunión, ¿no?.. Fue una cuestión carnívora, de carne propia, y sangre con el público.

Antes de recalar en Montevideo, donde vive actualmente, Eugenia López Nozal –tal su nombre documentado– estudió filología y música en la Universidad de Salamanca y Cine en la Escuela de Cine de la Comunidad de Madrid. También trabajó como pianista de repertorio en conservatorios de música de Madrid hasta 1998 y luego se dedicó a escribir músicas para cine y teatro. “Hablaba de la interacción, y ésta es una arista importante en lo que hago: me comunico con Cervantes, con Mozart, con Bach, con Virginia Woolf, gente que se ha muerto hace muchos años y conectarme con esos pensamientos me resulta alucinante”, dice esta cantautora inquieta que comenzó su carrera solista en 2007, con el disco Nada como un pez, la prosiguió dos años después con El desayuno a mi modo, trabajo inspirado en “The Jumblies”, cuento del poeta Edward Lear, y producido por Diego Drexler, y en 2011 editó Queremos un carril bici, destinado a estimular el uso de la bicicleta y el cuidado del medioambiente, y en coautoría con la responsable de su mudanza a Montevideo: Ana Prada. “Lo hicimos con Ana en Brasil pensando en aportar un grano de arena a este lugar, el mundo, que es fascinante y mágico. Yo considero que la vida es mágica de entrada, y una de las razones por las que me mudé aquí es que me empezó a cautivar mucho el amor que tienen por la música, una riqueza musical ‘mágica’ que en España yo no conocía... La verdad es que me flipó el amor de la gente.” Queyi mostrará su nuevo disco en Buenos Aires en formato íntimo, de trío, con Juan Pablo Lazo en guitarra y la cubana Yusa en bajo, cajón y voces, más Rita Cortese; la chelista israelí Maya Belsitzman y Carmen Mesa, bailaora española, como invitadas. “Este disco está atravesado por el hecho de que estoy viviendo en Uruguay desde hace seis años, por la experiencia de la espera, los papeles, el flujo migratorio, y necesariamente habla de deshacer mi nombre en las letras, porque fue lo que pasó a muchísimos inmigrantes, ¿no?.., venían de guerras, de hambrunas, de enfermedades, y a lo mejor decían mal sus nombres cuando llegaban a destino, y así quedaba. La idea del disco es fijarse en las cosas que están más allá de las fronteras ilusorias, imaginarias, y también, en otro sentido, en el origen ritual del escenario, que es la comunicación con nuestra parte más espiritual que es patrimonio y matrimonio..., matriz del ser humano”, desarrolla.

–¿Hay alguna otra razón que explique su decisión de migrar al Río de la Plata, además de Ana Prada o de lo cautivante que le resultó la música de aquí?

–A ver, Buenos Aires tiene mucho que ver con Madrid, más allá de los 13 mil kilómetros que separan ambas ciudades, y que también me separan de mi familia, una familia que amo muchísimo, pero que es muy exigente, con muchos científicos, algo que contrasta con mi carácter anarquista y caótico... La verdad es que no podía vivir con gente tan ordenada. Y yo creo que esa lejanía me ayudó a enfocar más en la libertad.

–¿Queyi o Eugenia, entonces?

–(Risas.) ¿Otra vez?.. Queyi, dije, aunque igual me encanta Eugenia porque, en griego, significa bien nacida.

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“Yo creo que la lejanía me ayudó a enfocar más en la libertad.”
Imagen: Guadalupe Lombardo
 
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