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Sábado, 24 de enero de 2015

MUSICA

“Creo que un disco es un mundo perfecto”

El músico mendocino se convirtió en cantautor tras su alejamiento de Cabezones, y luego vivió en España y en México. Después de cinco años, mostrará una faceta que apenas había exhibido aquí.

 Por Yumber Vera Rojas

A pesar de que parezca pretérita, Leandro Aput se aferró a la expresión “trabajo de hormiga” para definir la manera en que lleva adelante su carrera solista. Eso fue lo que hizo en España, donde se estableció en 2009, repitió este año en México, a través de una gira de cinco meses, y está probando justo en este momento en la Argentina, su país de origen, en el que el imaginario del rock local lo recuerda aún como guitarrista del grupo Cabezones. “Es la primera vez que vuelvo en cinco años. Por lo que, básicamente, vine a ver en qué lugar estoy parado, y qué tan lejos quedó lo que hice en el pasado, porque prácticamente mi carrera solista la hice afuera”, explica el cantautor mendocino, quien desde diciembre se encuentra tanteando su jugladuría en varias ciudades del territorio nacional. “Cuando llegué, tenía la duda de si me sentiría extranjero, pero viví una mezcla de las dos cosas: me abrazaron y trataron como en casa, y lo que me puso todavía más feliz es ese reconocimiento de mi trabajo, de a lo que he llegado.”

Además, el artista argentino, que al momento de presentar su laboratorio sonoro lo define como “Lea”, regresa al país con nuevo disco, Por vivir (2014), con el que logró consolidar su veta cantautora. “Fue el más responsable que hice hasta ahora”, asegura Aput, que estará presentando ante el público porteño su nuevo repertorio, al igual que el de sus dos álbumes anteriores, hoy a las 21 en el Centro Cultural Matienzo. “Si bien Luz día (2008), mi primer trabajo solista, casi lo vomité, y Sed (2012) fue armado con mis experiencias de vida en España, en este caso paré para dedicarme a componer. Y no se trata de cualquier disco: es el tercero, lo que significaba un reto importante, porque sentí que había empezado a armar mi propio lenguaje, mi sonido y mi universo. Pese a que hay muchas cosas con las que no estoy de acuerdo en la sociedad y en la música, estas canciones tienen que ver con eso de que es difícil cambiar el mundo, pero no lo que tenemos a mano, de lo que destaco la cotidianidad y la profesión.”

Si en el álbum Sed despunta la colaboración de Ariel Minimal en la canción “La mano abierta”, en esta tercera producción, en el tema “Primer paso”, Gabo Ferro se prende en un tándem con el mendocino, y así inaugura un repertorio que en su promedio conceptual reivindica la tradición cancionera del rock argentino. Y sobre ese soporte sonoro, el artista de 39 años vertió toda una epístola existencialista de justa medida. “Siempre creí que un disco es un mundo perfecto”, especula el mellizo de Diego, bajista de Karamelo Santo. “Le busco un sentido a las cosas y a la vida. A veces me vi envuelto en vorágines, pero nunca supe cómo llegué hasta ahí. La música es lo que me ayuda encontrarle una razón a todo. Para mí esto se trata de vivir con profundidad, de cambiar algunas cosas que tengan que ver con el mundo. No me junto con alguien porque necesite algo suyo. Puedo relacionarme con otras personas con valores diferentes, al igual que ofrecer más que recibir. Para mí, eso es vivir, por eso llamé al disco Por vivir”.

–¿Qué lo motivó a dar ese paso de integrar un proyecto colectivo a hacerse cargo de su propia obra?

–Soy cantautor por necesidad. El cambio fue traumático porque hasta último momento intenté que Cabezones sobreviviera, debido a que era mi proyecto de vida. Cuando no se pudo, comencé a pensar qué hacía con mi vida y mi música. En ese momento, no tenía nada. Pensé que no iba a tocar más. Agarré mi guitarra, para salir de ese momento, y así aparecieron mis primeras canciones. Necesitaba sacar muchas cosas que me estaban asfixiando.

–¿Y cuándo creyó que podía ser cantautor?

–Me lo creí de a poquito. Mientras buscaba a alguien para que cantara mis canciones, un ami-go, que escuchó esos temas, me dijo que lo hiciera yo. Luego apareció mi hermano y más tarde lo hizo Ale Vázquez, que trabajó con artistas como Carajo, y se involucró a tal punto que me editó ese mi primer álbum. A partir de ese momento, me di cuenta de que debía hacerme cargo de que era cantautor. Una vez que me volqué en los últimos años a la música, empecé a sentirme un poquito distinto al resto. Encontré formas de escribir y de cantar, y ahora me reconozco musical y personalmente.

–¿Por qué eligió desarrollar su carrera fuera de la Argentina?

–Fui a España para hacer música, porque acá me costaba alejarme de los trabajos de los que vivía. No tenía la certeza de cómo iba a irme, pero sí de que no quería repetir lo mismo. El proyecto con el que empezaba era pequeño en comparación a Cabezones, aunque era infinito porque dependía de mí. Así que quise probar qué tan real era eso de ser solista y de tocar donde quisiera. Cuando llegué a Madrid, no conocía a nadie y tuve que salir a presentarme solo. Me encantó la idea de empezar de cero, al tiempo que me obligó a esforzarme mucho.

–¿Le fue difícil hacerse un lugar en esa escena, tras el imaginario que sentaron Calamaro o Coti en España sobre el estereotipo del cantautor argentino?

–Lo que me pasó es que creí que se podía hacer otra cosa más allá de Calamaro. Si bien allá fui consciente de que mi propuesta también era argentina, de quién soy yo, y de cuáles son mis influencias, logré adaptarme bastante bien. Al punto de que no encajé en ningún circuito, era el bicho raro. Me abrió unas puertas y me cerró otras. Pero eso llamó la atención.

–A partir de su experiencia, ¿a qué se debe que al músico argentino le cueste tanto posicionarse entre el público español?

–A que saben muy poco de nuestra música y a que tienen una tradición sonora muy diferente a la nuestra. Salvo Bersuit, Fito y Babasónicos, no conocen nada más de lo que hay acá. La mayoría de los artistas que van para allá hacen turismo musical porque generalmente tocan para la comunidad. Hay suficientes argentinos en Madrid para llenarte una sala de dos mil personas, sin necesidad de que un medio local publicite el show. Normalmente sucede eso. Lo interesante de estar en España o en otros lugares es que te ofrece una perspectiva diferente de tu música en un contexto nuevo.

–¿Por eso pasó tanto tiempo en México?

–Llegué con varios objetivos: tenía una gira armada, deseaba editar Por vivir (Luz día está publicado físicamente sólo en la Argentina, mientras que Sed fue lanzado nada más que en España), y necesitaba promocionarme en ese lugar que es tan fértil. Ahí me ayudó haber hecho carrera en la Argentina, ya que conocen a Cabezones, al igual que el lenguaje del rock de acá.

–¿Cómo se lleva con sus ex compañeros de banda?

–Con algunos sigo en contacto. Con Pichu y Gustavo, quien vive en México, tengo buena relación, a la distancia. Pero no estoy aferrado al pasado: hoy Cabezones me queda lejos.

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“No estoy aferrado al pasado: hoy Cabezones me queda lejos”, sentencia Lea Aput.
Imagen: Guadalupe Lombardo
 
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