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Miércoles, 1 de octubre de 2008

LITERATURA › UN MES DEDICADO A ANTOINE DE SAINT-EXUPéRY

El gran aventurero

Desde hoy en la Alianza Francesa habrá una serie de charlas y muestras que celebran su figura y que intentan echar luz más allá de su obra más célebre, El principito.

 Por Silvina Friera

Viajero intrépido en las rutas del cielo, camarada o hermano mayor en el peligro y la belleza, aventurero de estirpe, compañero cortés y encantador, dibujante de talento, inventor fértil y prestidigitador genial. Antoine Jean Baptiste Marie Roger, conde de Saint-Exupéry, vivió con la intensidad de quien logra congregar varias existencias en una, cumpliendo, tal vez sin saberlo, con el ideal stendhaliano de hacer de la propia vida una obra maestra. Escritor francés excepcional, fue un poeta que escribía en prosa y un gran humanista que hechizó a sus lectores. “La tierra nos informa más ampliamente acerca de nosotros que todos los libros. Porque nos resiste. El hombre se descubre cuando se mide con los obstáculos”, señaló en Tierra de hombres. Y hay que medirse con el obstáculo, a 64 años de su misteriosa muerte –desapareció en un vuelo de reconocimiento en Grenoble, el 31 de julio de 1944, a los 44 años–, de que uno de sus libros, El principito, haya eclipsado el resto de su obra, compaginada al calor de su vida como aviador. Redescubrir a Saint-Exupéry, al hombre, al escritor, al filósofo, al aventurero de la Aeropostal, al piloto de guerra: de eso se trata el homenaje que empieza hoy a las 19.30 en la Alianza Francesa (Córdoba 946). Durante un mes, se realizarán una serie de encuentros y conferencias a cargo de especialistas franceses y argentinos, como François Eldin, Ernesto Schoó, Pierre Sorgue y Alejandro Finzi, exposiciones, proyecciones de documentales sobre la vida del autor y adaptaciones cinematográficas de sus libros.

El hermano francés

Saint-Exupéry nació en Lyon, en el seno de una familia aristocrática, el 29 de junio de 1900. Cuando tenía veinte años, descubrió que sus sueños planeaban junto a las alas de los aviones, luchando contra los vientos, la neblina y la soledad. Piloto de la compañía Aéropostale, fundada por el industrial Pierre Latécoère, que imaginaba una ruta de correo aéreo que cubriría desde Toulouse hasta Tierra del Fuego, Saint-Ex, como lo llamaban, volaba casi todos los días de 1926 uniendo Tolouse con Rabat, Dakar y Casablanca. La pasión aérea se daba la mano con la escritura: ya estaba escribiendo su primer libro, El aviador. Pronto lo nombraron jefe de la Aeroplaza de Cap Juby, en el Sahara español, y tras recibir la Cruz de Caballero de la Legión de Honor por su desempeño como piloto de correo en 1927, su nuevo destino estaría en América del Sur, como director de la Aeropostal Argentina, en los últimos meses de 1929 hasta 1930. “Siempre he tenido ante mis ojos la imagen de mi primera noche de vuelo en Argentina: una noche sombría en que centelleaban, solas como estrellas, las pocas luces dispersas en la llanura”, recordó en Tierra de hombres (1939).

No fue fácil para el aviador la dura experiencia de enfrentar la potencia de los vientos de la Patagonia haciendo la línea sur, conectando, en principio, las ciudades de Bahía Blanca, San Antonio Oeste, Trelew y Comodoro; vivencias y experiencias que quedaron apuntadas en Vuelo nocturno (1931). Cuando estaba trazando la ruta Buenos Aires-Asunción, Saint-Exupéry, cansado, decidió hacer una breve escala en un campo en Concordia, narrada en el capítulo V, llamado “Oasis”, de Tierra de hombres, donde conoció a la familia Fuchs y aceptó quedarse en el castillo de San Carlos. Una honda impresión le causó esa familia, que tenía animales salvajes que domesticaban en su castillo, “entendiéndose maravillosamente bien, componiendo un nuevo paraíso terrestre”.

Apenas dieciocho meses estuvo el autor de El principito aquí, pero fue un período tan breve como imborrable en su memoria. “Mi partida de su país y de la Aeropostal Argentina ha sido para mí más dura y me ha apenado mucho más de lo que usted podría imaginar”, le confesó a Rufino Luro Cambaceres, quien lo reemplazaría en el cargo de jefe de tráfico. “No hay en mi vida período alguno que prefiera al que he vivido con ustedes. En la Aeropostal, aunque sufríamos fuertes pérdidas de intereses particulares, vivíamos en paz. No sé si he contribuido en algo a que ignoráramos los pequeños dramas humanos y no nos perdiéramos en discusiones estériles o si ello se ha debido sólo a vuestra salud moral y a vuestra pureza de corazón; pero sé perfectamente que he creído con todas mis fuerzas en usted y que usted nunca me ha decepcionado. ¡Cuántos y cuántos recuerdos del trabajo común! Los viajes al Sur, la construcción de la línea, los vientos de Comodoro, las fatigas, las inquietudes y las alegrías que he compartido con usted. Me encontraba en la Argentina como en mi propio país. Me sentía un poco vuestro hermano y pensaba vivir largo tiempo en medio de vuestra juventud tan generosa.”

Corral de estrellas

El dramaturgo Alejandro Finzi, que nació en Buenos Aires pero desde 1984 reside en Neuquén, repasa junto a PáginaI12 algunas de las obras de Saint-Exupéry llevadas al cine y al teatro. Entre las películas que menciona Finzi, profesor de la Universidad Nacional de Comahue, están Correo del sur, estrenada en 1937, con dirección de Pierre Billon, quien colaboró en la escritura; Anne-Marie, de Raymond Bernard, estrenada en 1935, y Night Flight, de Clarence Brown, interpretada por John Barrymore. “Hay un hombre de letras en guiones como Igor o Un avión se perdió antes que un guionista dedicado al arte cinematográfico. Un modo, para el escritor, de incidir profundamente en los resultados finales de la producción cinematográfica. Razón no le faltaba”, sugiere Finzi.

Sobre las adaptaciones teatrales de El principito, el dramaturgo opina que generalmente “son cómplices de cierto infantilismo”. Autor de Patagonia, corral de estrellas o el último vuelo de Saint-Exupéry, en esta pieza Finzi rechaza que Saint-Exupéry haya muerto a causa de la metralla alemana, por la extrema altura que había alcanzado su avión sin control o porque se quedó sin combustible. “Lo que digo en la obra es que Tonio muere entre las páginas de Vuelo nocturno, la novela que hace de él el más grande escritor patagónico. La relación espacio-tiempo es una interpelación a un misterio por un lado documental, por el otro existencial”, explica Finzi. “Es un ensayo diferente al que propongo en La isla del Fin del siglo, que estrenó Luciano Cáceres en el Cervantes, hace tres años. En esa obra, Tonio forma parte de un grupo de viajeros enamorados del sur. En Primavera, 1928, recorro el camino de lo improbable: un encuentro del escritor con Charles Lindbergh en Quebec.”

Ernesto Schoó plantea que Saint-Exupéry es un humanista aventurero, “acaso el último de un linaje en el que también figura quien más se le aproxima: Lawrence de Arabia”. “Ambos hacen de la acción física un recorrido espiritual o mental, y viceversa”, compara Schoó. “Tienen algo de caballeros cruzados y algo de piratas. Probablemente lo habrían sido, en el siglo XVI. En el siglo XXI serían astronautas, sin duda.”

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