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Sábado, 18 de junio de 2016

LITERATURA › PAULO VALENTE Y EL LEóN YA NO QUIERE RUGIR

La fábula del conejo huidizo

Autor de cuentos para niños y adultos, el hijo de Clarice Lispector estuvo en la Feria del Libro presentando su obra más reciente, ilustrada por la argentina Irene Singer, y también participó de un homenaje a su madre. “Ella era muy moderna y todavía lo sigue siendo”, afirma.

 Por Silvina Friera

La escritura y el amor por los animales son lazos de familia. A Paulo Valente lo despertaba el repiqueteo madrugador de las teclas de la máquina de escribir de su madre, Clarice Lispector, como si escuchara el sonido de la lluvia sobre las persianas de una ciudad todavía dormida. “El primer libro infantil que mi madre escribió fue un libro que yo le pedí. Ella estaba sentada en la sala y le dije: ‘quiero un libro para mí y tiene que ser ahora’. Y escribió un cuento sobre una historia real. Vivíamos en una casa en Washington, en Estados Unidos, mi padre era diplomático. Teníamos un conejo en una jaula que se escapaba a menudo, a pesar de que la jaula era muy pequeña. Nunca supimos cómo hacía para escapar. El libro se llamó El misterio del conejo que sabía pensar porque mi madre decía que el movimiento que hacen los conejos con la nariz es la forma que tienen de pensar”, recuerda Valente, el hijo de Clarice, autor de El león ya no quiere rugir, ilustrado por la argentina Irene Singer y traducido por Florencia Garramuño, publicado en la nueva colección de literatura infantil “Puentes de papel” de la editorial Corregidor.

Valente (Washington, 10 de febrero de 1953), el segundo hijo de Lispector y el diplomático Maury Gurgel Valente, presentó su libro en la 42° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires y participó de un homenaje a la autora de La pasión según G.H. Economista y escritor, tiene varios libros editados en portugués sobre economía y finanzas, pero también para niños y adultos. El cuento sobre el león que no quiere rugir, inspirado en la suite musical el “Carnaval de los animales” del compositor romántico francés Camille Saint-Saëns (1835-1921), es su primer libro traducido al castellano. El primer título para chicos que editó en Brasil, Las aventuras de Taz Valente, es la biografía de un perro schnauzer que tuvo la familia del escritor durante catorce años. Luego del duelo por Taz, llegó otro schnauzer esta vez todo negro, un peluche encantador llamado Oliver que está por cumplir un año en junio. Gobernar cansa, se podría decir adaptando libremente el “trabajar cansa” de Cesare Pavese. “El león ya no quiere rugir es una historia muy política sobre las disputas del poder. El león está muy cansado de ser el rey de la selva y el Primer ministro del reino, el Conde alcahuete, que es un mono, necesita nombrar a alguien para sustituirlo. Entonces empieza un desfile de candidatos. Se piensa en alguien muy fuerte como el elefante, pero no sirve porque es muy lento. Llaman al más rápido, el ratón, pero tiene una pésima fama porque es amigo de lo ajeno. No hay sucesores posibles hasta que se decide llamar a elecciones libres”, plantea Valente a Página/12.

“Mi madre escribía con la máquina sobre la falda, como si tuviera una laptop, cuando lo normal era escribir sobre la mesa. Me gusta mucho una imagen del compositor (Héitor) Villa-Lobos. Cuando Tom Jobim llegó a la casa de Villa-Lobos, vio que estaba haciendo sus composiciones en medio de la casa, entre cacerolas, platos y tazas. ‘¿Cómo consigue hacer una sinfonía?’, le preguntó Jobim. ‘La música es interior’, le dijo Villa-Lobos. Mi madre también trabajaba con la música interior –compara Valente–. A veces se despertaba muy temprano, a las cuatro de la mañana, se quedaba solita con su cigarrillo y su café, y escribía hasta las siete de la mañana. Yo me despertaba con el repiqueteo de la máquina de escribir”. De los libros de Lispector, prefiere La hora de la estrella, la última novela que publicó en vida, meses antes de su muerte, el 9 de diciembre de 1977, a los 56 años, víctima de un cáncer de ovario. Pero también señala las cartas, todavía no editadas acá, publicadas en portugués con el título Minhas queridas (Mis queridas). “Una sobrina descubrió que mis tías Tania y Elisa, las hermanas de Clarice, tenían guardadas y ordenadas las cartas que recibían de mi madre”.

Tenía 23 años cuando murió su madre. “Yo me casé en 1976, el mismo mes en que Clarice estuvo acá, en la Feria del Libro. Ella se sintió como una estrella de cine en Buenos Aires –evoca Valente—. Me alegra estar aquí para presentar mi libro y homenajear a mi madre cuarenta años después. Clarice escribió como si fuera una adelantada a su tiempo. Ella era muy moderna y todavía lo sigue siendo”.

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“Clarice escribió como si fuera una adelantada a su tiempo”, señala Paulo Valente.
Imagen: Bernardino Avila
 
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